LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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aullidosdelacalle - page 37

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EN CARTELERA: Interstellar

Queridos y queridas:

Hoy, noviembre de 2014, a punto de que el año reciba el dulce beso de la muerte, escribo estas líneas sumida en el desconcierto que me provoca la ola de alabanzas que está recibiendo ese esperpento llamado Interstellar.

Interstellar-vida
Me parece que vi un lindo gatito, Murph.

Ajá, rotulé como esperpento a la última película de Nolan, la que es tomada como biblia de la diversión y profundidad cinéfila en algunos agujeros negros de la red, la que hará que me putee a los gritos con los nolanbelievers, y la que supuso, para mí, el punto de inflexión con el trabajo de Nolan.

Este despelote, bien analizado, ya se lo veía venir. Nolan ha tenido una carrera plagada de excesos pero siempre sobresaliendo por la magnificencia de esos excesos, siempre dejando que obviemos la estupidez, la dejadez narrativa, en pos de una experiencia en la butaca que resulte a grandes rasgos satisfactoria.

Nos pasó con El gran truco, en la última Batman o en Inception donde los enrevesados tejes y manejes de la trama dibujaron un signo de interrogación en la cara de más de uno, y claro, lo que se ignora solo puede dar pie a dos actitudes: Poner altares y flores, hincarse de rodillas y rezarle a una imagen hecha de madera o tratar de entender, ver qué no cuaja, qué no se explica, qué no funciona para mirar hacia otro lado luego de la disección.

Interstellar resume todos los vicios y mañas vistos a lo largo de la filmografía Nolan (hermanos Nolan) y ojo, a mí me gustan los Nolan: Peca de excesiva, pretenciosa, intenta meter tramas sobre subtramas para disfrazar el vacío de la premisa principal, y tiene situaciones que desafían cualquier grado de sentido común e inteligencia.

No voy a ser mentecata y a decir que lo que no me gusta de Interstellar es la falta de precisión científica, creo que da lo mismo si el agujero negro rota, se revuelca o escupe galletas con la cara de Hello Kitty, o si el agujero gusano lleva a otra Galaxia o a Porongo, da exactamente igual.

Lo que me emputó fue la falta de coherencia de los personajes y de las situaciones, y una sensación de tomadura de pelo general que me distrajo de los momentos “ñoños-sobrecogedores” en los que debía sumergirme cual si fuera una piscina de leche de burra.

Y aquí Matthew haces esto, aunque no lo entendás
Y así Matthew, vos que hiciste papelazos, que el año pasado ganaste un Oscar, harás de Cooper

Voy a pasar a contar la película tal como la viví, voy a soltar spoilers como lluvia de confetti.

Será largo y pajero, como corresponde a una película larga y pajera.

SPOILERS (recalco porque nunca falta un despistado)

DE CÓMO UN ACTORAZO COMO McCONAUGHEY HIZO EL PAPEL DEL BOLUDO COOPER

Estamos ante un escenario distópico. El ser humano sobrevive como puede. Los cambios climáticos han dado paso también a tormentas de polvo/arena/loquecarajossea y eso hace que el alimento esté en los últimos toques y despegues.

Cooper (Matthew McConaughey) un ex ingeniero espacial/piloto devenido en granjero, quedó viudo y con dos hijos pequeños (chico y chica). A la familia disfuncional en un futuro distópico acompaña el suegro de Cooper interpretado por Trinity (John Lithgow).

Pasan los primeros minutos en onda contemplativa para contarnos la vida de estos crispines y su difícil día a día. No se ahonda mucho en política ni en aspectos sociales de cómo se mueve esta sociedad moribunda porque como no hay ejércitos, ni nada de nada, el disparate que supone el argumento llegaría a niveles de abandono de sala.

Murphy, la hija menor de Cooper (la adulada, la preferida, porque el otro pobre hijo está de adorno), empieza a percibir fenómenos extraños en la casa y dice que hay un fantasma que le envía mensajes. Sí, sí, I see dead people. Luego de unos cuantos bailoteos alrededor de esa idea, OH!!!! SORPRESA!!! Cooper interpreta (así nomás) que unas marcas de polvo que quedan después de una tormenta son coordenadas de un lugar misteriosísimo al que (OBVIO) hay que ir.

“Hermosa” epifanía.

Youngmurph
Hola, soy Murph, decodificadora de mensajes de aquí, de allá y de más allá.

Porque se le cantan los huevos a los guionistas (hermanos Nolan) el don parte en busca de resolver esa inquietud acompañado de Murph (la hija) que se da maneras para colarse en la aventura.

Después de manejar un buen rato, llegan a una verja, y pa dentro curiosos e impertinentes visitantes.

Resulta ser que en medio de la hambruna, la pobreza y el caos que supone el fin del mundo, Estados Unidos mantuvo en “secreto” una instalación de la NASA, desde donde se creaban misiones y se despachaban cohetes como si nada y la gente de los alrededores no se daba cuenta de que había “cosos” volando por el aire ni se preguntaban acerca de la gigantesca instalación que se necesitaría para crear bichos de ese tipo, poner una pista de lanzamiento e infinitos etcéteras.

Ok, estaba alejado, había preocupaciones más importantes del campesino promedio y bla bla bla. OK.

Corte. Vemos a Cooper siendo interrogado por el robot-estante más pelotudo que he visto en la vida, lo siento amantes de TARS/CASE/KIPPER, pero la escena me recordó vívidamente a ese capítulo choto de Friends en el que Joey está emocionado por una serie de televisión en la que es protagonista junto con un robot, la serie se llamaba Mac&Cheese (espacio para asumir que sí, que el robot-estante se creó para nada más que tener a quién botar al agujero gusano y hacer el pase de datos).

Nosotros sí sabemos que sos un robot trucho
Nosotros sí sabemos que sos un robot trucho

Por si ya no hiciera ruido la llegada mesiánica y de ribetes divinos a dicha estación de la NASA, el menso de Cooper se topa cara a cara con el Profesor Brand (Michael Caine), que OH!!! sorpresa de nuevo!! y jugarreta del destino, era su mentor antes!!

Ahí también está una bióloga, hija de Brand (Anne Hathaway) que se la pasa con las manos en los bolsillos y haciéndose la cariñosa con Murph.

Luego interrogan a Cooper, le preguntan que qué hace ahí, él cuenta lo de las coordenadas, nadie ahonda sobre eso ni se pregunta cómo el universo conspiró coelhianamente para llevar a Cooper y a su hija a tan recóndito escondite. Nadie dice: “Oye, qué raro ese temita de las coordenadas ¿no? Qué raro que este don aparezca de la nada”

Acto seguido, deciden que ya que está ahí y vio la luz, sea el piloto de la próxima e importantísima misión que están pensando llevar a cabo para salvar a la humanidad. Porque sí, porque han interpretado que el agujero gusano cerca de Saturno es un MENSAJE de unos seres pentadimensionales para que podamos salvar nuestros polvorosos cuerpitos humanos. Gracias, oh, seres quintadimensionales. Gracias por darnos ese mensaje y no decirnos cuál planeta era el que servía.

WTF.

Sí, de la nada (enésima repetición de la palabra nada) le ofrecen el puestito a Cooper que ni pestañea y el fulano Brand le explica con pelos y señales plan a y plan b. Plan A, volver al planeta Tierra y salvar a sus habitantes, plan B colonizar con embriones (que llevan consigo) otro planeta y dejar que la Tierra se las apañe. Y claro, Cooper tampoco reflexiona mucho qué onda, porque oh! Qué divertido volver a pilotar, oh! Qué interesante el plan de salvar el mundo! Oh! Por ahí no vuelvo a ver a mis pobres hijos ya huérfanos de madre, por ahí no veo crecer y/o morir a Murph mi hija predilecta, la niña de mis ojos, pero VOY! Claro que voy, mañana mismito me voy con ustedes desconocidos científicos que hasta la fecha no han hecho nada por nosotros.

Así, cual héroe de fina estampa, Cooper decide partir no sin antes comunicarles las “buenas nuevas” a sus hijos. El hijo adorno lo despide como si estuviera yendo a comprar Marlboro y Murph se pone histérica para luego decirle que ha descubierto OTRO mensaje del supuesto fantasma en clave Morse que dice STAY (quédate), Cooper que creyó en los mensajitos de la arena y las coordenadas pelotudas de la estación de la NASA, no se problematiza ni ahí con ese dato. No.

Adiós, Murph. Nos vemos en 123 años.
Adiós, Murph. Nos vemos en 123 años.

Tampoco le dan una clasesita de pilotaje, porque a pesar de los años pasados y de los avances de la ciencia, Cooper es tan talentoso como para lidiar con la ENDURANCE (nave espacial) y MÁS.

Todo este dramita familiar es la primera parte de la película.

DE CÓMO UNA PELICULA CHOTA COMO INTERSTELLAR ES PUESTA A LA PAR DE 2001 ODISEA EN EL ESPACIO

Sí.

En serio, sí.

Hay naves espaciales, hay robots, hay astronautas y paren de contar. Kubrick debe estar pateando el cajón con ganas de prendernos fuego a todos, para eso uno se muere con obras maestras sobre la espalda.

Mientras que la suya fue una película que rompió moldes, que en narrativa, en arte, en vestuario, en música, en todo lo que uno pueda mencionar como elemento de cine está a años luz de cualquier otra con temática similar, Interstellar se estrella en el lugar común, en lo ya visto:

– Héroe abnegado, rebelde, antisistémico que al final no seguirá las reglas sino que hará las suyas, y que sacrifica familia por un bien común

– Personaje que era bueno vira en malo para que haya un antagonista sorpresivo

– Chota historia de amor a la fuerza

– Resentimientos familiares producto de la acción heroica que luego serán subsanados en un glorioso y emotivo encuentro.

Prosígome.

En el espacio la trama girará alrededor del objetivo a cumplir que es salvar la tierra y de lo triste/atormentado que está Cooper por el tema de sus huérfanos, esos que abandonó sin mucha reflexión.

Veremos el viaje, el “aventurero” viaje de esa abnegada tripulación, contaremos con el personaje de Amelia Brand (Hathaway) que al principio se la ve con aires de mucha eficiencia pero que luego resulta absolutamente inoperante a excepción de la parte en que salva la vida del boludo de Cooper y cuyo macabro futuro es de incubadora/madre de las nuevas generaciones humanas.

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Está Romilly, el físico que al partir se fatiga por el encierro y la posibilidad de pasar años ahí y luego cuando ocurre el desfase temporal y Brand-Cooper regresan 23 años después, está en onda zen casi casi haciendo origami. Seh…seguro. También vemos al pobre Doyle, un geógrafo cuyo único fin en la película es morir de la manera más inoficiosa del mundo. Y ya para rematar: TARS/CASE con su dosis de humor, sarcasmo igual a -0.

Ya puestos en materia, luego de fallar en la elección del primer planeta (el de las olas gigantes) vuelven para decidir ir al planeta del Dr. Mann (Matt Damon). Solo les queda algo de combustible y deciden ir al planeta de ese fulano por encima del Edmunds, novio de Amelia que tenía mejores datos. ¿Quién decide esa huevada? Cooper, claro.

Llegan ahí y resulta que Damon se nos había tronau y él que lideró a un equipo de 11 personas, que era un capo de capos, que era el héroe del boliche, que era una de las mentes más brillantes, el que prácticamente era el papi chulo de la ciencia junto con Brand, él que era un sensei del pilotaje (más avanzado que Cooper), muere tratanto de acoplar su nave a la otra, también, de la manera más estúpida del mundo no sin antes llevarse consigo a Romilly, en otro episodio de 1001 maneras estúpidas de morir.

¿En serio moriré así?
¿En serio moriré así?

Los baches argumentales son tan hondos como los pozos que encontrás de ida a las Lomas de Arena.

Murph ya creció y desperdician a esa gran actriz que es Jessica Chastain en su versión adulta. La fulana nunca perdonó la escapada del padre pero cuida con mucho mimo a Brand, el hombre que se lo llevó de su lado. Ahí descubre que lo del plan A nunca existió porque Brand siempre supo que solo había Plan B (jódanse terrícolas) y Murph se lo dice en mensajito virtual al padre y a la Amelia.

Más baches argumentales de por medio, muere el profesor Brand, el tiempo sigue pasando y Murph va a pasearse por su vieja casa donde ahora vive el hermano-hijo adorno con su mujer/hijo adornos y encuentra un reloj que su padre le dio antes de partir.

En ese punto, Cooper ya es parte de la quintadimensión y es el ser pentadimensional. Eso previo sacrificio del robot y escena similar a la del personaje de George Clooney y Sandra Bullock en Gravity (el combustible no alcanza para los dos, mejor me dejo ir y vos sobreviví Amelia, sobreviví por mí, por ellos, por nosotros).

Bueno, está Murph queriendo que su hermano y su familia abandonen la casa y para eso le prende fuego a su cosecha, brillante decisión. Mientras se pasea dentro de la casa con el maldito reloj ve que las manecillas se mueven e INTERPRETA-porque la película es una oda a la decodificación de mensajes escondidos- que es SU padre diciéndole en MORSE un montón de huevadas.

Murph sale reloj en mano como una poseída diciéndole a su hermano lo del mensaje y luego CORTE.

Elipsis temporal, la criaturita del señor terminó una teoría que salvaría a la humanidad, corre por los pasillos de la NASA con los papeles en su mano y los bota por un balconcito al grito de EUREKA.

Mil veces cojudos.

Hola, soy Murph. Ya crecí y sigo decodificando mensajes de acá, de allá y de más allá
Hola, soy Murph. Ya crecí y sigo decodificando mensajes de acá, de allá y de más allá

Cooper que está en la quintadimensión derrepente despierta y OH! Murph había conseguido sus coordenadas y envió a un equipo a rescatarlo.  Claro que el desfase temporal hace que Cooper siga igualito y Murph ya esté anciana a punto de morir. Nadie se pregunta por el hijo adorno y su respectiva familia adorno. NO ES NECESARIO.

Cooper va a ver a Murph a su lecho de muerte en un cuarto de hospital y Murph le dice que vaya a buscar a Brand con discursito lacrimoso incluido. Mientras Coop se va con esa nueva misión, ingresa al cuarto todo el familión de Murph (hijos/nietos/bisnietos/whatever) que seguro deben haber crecido escuchando las historias sobre ÉL, el abuelo perdido en el agujero gusano que ayudó a salvar el mundo y que ha sido rescatado y que está igualito que cuando se fue, pero nadie al entrar saluda al don, ni dan muestras de ser seres humanos medianamente normales. En caso de que NO sepan quién es, nadie dice nada acerca de ese extraño que llora junto a la vieja. Escena coreografiada al pedo y que no tiene ningún ápice de sentido.

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Según la rocambolesca historia, para Cooper han pasado más de 100 años, sehhh! Y para la tierra deben ser unos 70 u 80. Nuevamente, no importan los grandes adelantos científicos, COOPER está en condiciones de ir a la NASA y robarse una nave espacial, manejarla como si fuera una bicicleta-triciclo e ir a buscar a la mamerta de Brand que anda deshojando margaritas en su colonia.

FIN.

Planeta Tierra, Santa Cruz Bolivia, sala de cine, 2014, seres tridimensionales: unos cuantos llorando a moco tendido, otro porcentaje con cara de haberse dormido en varias partes de la película, otros con cara de quécarajospasóaquí y otros con cara de haters.

Porque así es la vida y el mundo, hay para todos los gustos.

En un accidentado y no menos pajero resumen:

Para no decir que todo está impregnado de mierda:

Interstellar sigue siendo una película cuya factura es superior a la media. Buena fotografía del suizo Hoyte Van Hoytema (Her, Let the right one in, Fighter, El topo), aunque no arranca ningún asombrado suspiro. No vi nada a nivel fotografía que me apantalle. No alcanza ni la fastuosidad de 2001, Odisea en el espacio ni lo visto en Gravity, por decir algo.

Una banda sonora de Hans Zimmer que muchos alaban, y que a mí me pareció hasta por ahí nomás. Semi-eclesiástica edulcorando momentos ñoños y enfatizando momentos «intensos».

Actuaciones cumplidoras dado el disparate de guión. Había líneas de los diálogos que me causaban risa porque me imaginaba cómo los actores las ensayaron.

Hay que reconocer también que hay momentos que sí son «emocionantes» como por ejemplo cuando regresan y el negro está viejo, o cuando pasa lo de las olas gigantes, o cuando Matt Damon casi asesina a Cooper, o cuando éste se lanza al agujero gusano, situaciones que están diseñadas para eso.

Agreguemos los huevos de Nolan para hacer una trama tan enrevesada sin despeinarse/ni ruborizarse y lograr el asesoramiento  de uno de los grandes científicos contemporáneos Kip Thorne (padre de la teoría del agujero gusano) aunque en  global, ante mis resentidos ojos, haya sido en vano, más o menos echarle margaritas a los chanchos.

También destaco que a Nolan no le guste el asqueroso 3D y no nos haya sometido a la tortura que me supuso su película con los desagradables lentes.

No todo está impregnado de mierda, pero lo que sí está impregnado apesta

Al final es una película lenta y  tonta, que no termina de ser ni el puto blockbuster ni una película de autor.

Es engañosa, y por eso permite ene pajeos de las interpretaciones del agujero negro, gusano, y del asterisco más si les da la gana. Ni siquiera quiero meterme en esa bañera séptica que supone la paradoja de Cooper, ELLOS, y  el círculo de acciones y la imposibilidad de que la acción inicial que da razón al resto se produzca sin otro evento catalizador. Eso me da igual, yo vi una obra de 3 horas llena de baches en el guión que no voy a intentar tapar bajándome manifiestos de internet.

Respeto que existan seres tridimensionales que la encuentren emotiva, divina, hermosa, espectacular. No es mi caso. La encontré aburrida por ratos, irritante la mayor parte del tiempo, y un desperdicio de plata y grandes actores. No la vería de nuevo ni pescándola en el zapping.

No puedo creer el sinsentido!
No puedo creer el sinsentido!

Lo mejor: cuando termina Lo peor: las tres largas y eternas horas que te tortura La escena: lo de eureka fue un poquito too much Lo más falsete: todo, desde el inicio hasta el final El mensaje manifiesto: podés ver mensajes en las grietas de tu baño o en cómo se caen tus libros y nadie pensará que estás loco El mensaje latente: lo tópico no cansa a la platea El consejo: vela, igual puede que seás del porcentaje de seres tridimensionales que no la odian El personaje entrañable: ninguno, esta vez quería que todos mueran en una sangrienta explosión planetaria El personaje emputante: el más, más? Cooper, seguido muy de cerca por Murph El agradecimiento: por no sufrirla en 3D.

CUENTO: Un hombre sin suerte (Samanta Schweblin)

Childhood__s_dream_by_c_timeEl día que cumplí ocho años, mi hermana –que no soportaba que dejaran de mirarla un solo segundo–, se tomó de un saque una taza entera de lavandina. Abi tenía tres años. Primero sonrió, quizá por el mismo asco, después arrugó la cara en un asustado gesto de dolor. Cuando mamá vio la taza vacía colgando de la mano de Abi se puso más blanca todavía que Abi.

–Abi-mi-dios –eso fue todo lo que dijo mamá–. Abi-mi-dios –y todavía tardó unos segundos más en ponerse en movimiento.

La sacudió por los hombros, pero Abi no respondió. Le gritó, pero Abi tampoco respondió. Corrió hasta el teléfono y llamó a papá, y cuando volvió corriendo Abi todavía seguía de pie, con la taza colgándole de la mano. Mamá le sacó la taza y la tiró en la pileta. Abrió la heladera, sacó la leche y la sirvió en un vaso. Se quedó mirando el vaso, luego a Abi, luego el vaso, y finalmente tiró también el vaso a la pileta. Papá, que trabajaba muy cerca de casa, llegó casi de inmediato, pero todavía le dio tiempo a mamá a hacer todo el show del vaso de leche una vez más, antes de que él empezara a tocar la bocina y a gritar.

Cuando me asomé al living vi que la puerta de entrada, la reja y las puertas del coche ya estaban abiertas. Papá volvió a tocar bocina y mamá pasó como un rayo cargando a Abi contra su pecho. Sonaron más bocinas y mamá, que ya estaba sentada en el auto, empezó a llorar. Papá tuvo que gritarme dos veces para que yo entendiera que era a mí a quien le tocaba cerrar.

Hicimos las diez primeras cuadras en menos tiempo de lo que me llevó cerrar la puerta del coche y ponerme el cinturón. Pero cuando llegamos a la avenida el tráfico estaba prácticamente parado. Papá tocaba bocina y gritaba ¡Voy al hospital! ¡Voy al hospital! Los coches que nos rodeaban maniobraban un rato y milagrosamente lograban dejarnos pasar, pero entonces, un par de autos más adelante, todo empezaba de nuevo. Papá frenó detrás de otro coche, dejó de tocar bocina y se golpeó la cabeza contra el volante. Nunca lo vi hacer una cosa así. Hubo un momento de silencio y entonces se incorporó y me miró por el espejo retrovisor. Se dio vuelta y me dijo:

–Sacate la bombacha.

Tenía puesto mi Jumper del colegio. Todas mis bombachas eran blancas pero eso era algo en lo que yo no estaba pensando en ese momento y no podía entender el pedido de papá. Apoyé las manos sobre el asiento para sostenerme mejor. Miré a mamá y entonces ella gritó:

–¡Sacate la puta bombacha!

Y yo me la saqué. Papá me la quitó de las manos. Bajó la ventanilla, volvió a tocar bocina y sacó afuera mi bombacha. La levantó bien alto mientras gritaba y tocaba bocina, y toda la avenida se dio vuelta para mirarla. La bombacha era chica, pero también era muy blanca. Una cuadra más atrás una ambulancia encendió las sirenas, nos alcanzó rápidamente y nos escoltó, pero papá siguió sacudiendo la bombacha hasta que llegamos al hospital.

Dejaron el coche junto a las ambulancias y se bajaron de inmediato. Sin mirar atrás mamá corrió con Abi y entró en el hospital. Yo dudaba si debía o no bajarme: estaba sin bombacha y quería ver dónde la había dejado papá, pero no la encontré ni en los asientos delanteros ni en su mano, que ya cerraba ahora de afuera su puerta.

–Vamos, vamos –dijo papá.

Abrió mi puerta y me ayudó a bajar. Cerró el coche. Me dio unas palmadas en el hombro cuando entramos al hall central. Mamá salió de una habitación del fondo y nos hizo una seña. Me alivió ver que volvía a hablar, daba explicaciones a las enfermeras.

–Quedate acá –me dijo papá, y me señaló unas sillas naranjas al otro lado del pasillo.

Me senté. Papá entró al consultorio con mamá y yo esperé un buen rato. No sé cuánto, pero fue un buen rato. Junté las rodillas, bien pegadas, y pensé en todo lo que había pasado en tan pocos minutos, y en la posibilidad de que alguno de los chicos del colegio hubiera visto el espectáculo de mi bombacha. Cuando me puse derecha el jumper se estiró y mi cola tocó parte del plástico de la silla. A veces la enfermera entraba o salía del consultorio y se escuchaba a mis padres discutir y, una vez que me estiré un poquito, llegué a ver a Abi moverse inquieta en una de las camillas, y supe que al menos ese día no iba a morirse. Y todavía esperé un rato más. Entonces un hombre vino y se sentó al lado mío. No sé de dónde salió, no lo había visto antes.

–¿Qué tal? –preguntó.

Pensé en decir muy bien, que es lo que siempre contesta mamá si alguien le pregunta, aunque acabe de decir que la estamos volviendo loca.

–Bien –dije.

–¿Estás esperando a alguien?

Lo pensé. Y me di cuenta de que no estaba esperando a nadie, o al menos, que no es lo que quería estar haciendo en ese momento. Así que negué y él dijo:

–¿Y por qué estás sentada en la sala de espera?

No sabía que estaba sentada en una sala de espera y me di cuenta de que era una gran contradicción. El abrió un pequeño bolso que tenía sobre las rodillas. Revolvió un poco, sin apuro. Después sacó de una billetera un papelito rosado.

–Acá está –dijo–, sabía que lo tenía en algún lado.

El papelito tenía el número 92.

–Vale por un helado, yo te invito –dijo.

Dije que no. No hay que aceptar cosas de extraños.

–Pero es gratis –dijo él–, me lo gané.

–No.

Miré al frente y nos quedamos en silencio.

–Como quieras –dijo él al final, sin enojarse.

Sacó del bolso una revista y se puso a llenar un crucigrama. La puerta del consultorio volvió a abrirse y escuché a papá decir “no voy acceder a semejante estupidez”. Me acuerdo porque ése es el punto final de papá para casi cualquier discusión, pero el hombre no pareció escucharlos.

–Es mi cumpleaños –dije.

“Es mi cumpleaños” repetí para mí misma, “¿qué debería hacer?”. El dejó el lápiz marcando un casillero y me miró con sorpresa. Asentí sin mirarlo, consciente de tener otra vez su atención.

–Pero… –dijo y cerró la revista–, es que a veces me cuesta mucho entender a las mujeres. Si es tu cumpleaños, ¿por qué estás en una sala de espera?

Era un hombre observador. Me enderecé otra vez en mi asiento y vi que, aun así, apenas le llegaba a los hombros. El sonrió y yo me acomodé el pelo. Y entonces dije:

–No tengo bombacha.

No sé por qué lo dije. Es que era mi cumpleaños y yo estaba sin bombacha, y era algo en lo que no podía dejar de pensar. El todavía estaba mirándome. Quizá se había asustado, u ofendido, y me di cuenta de que, aunque no era mi intención, había algo grosero en lo que acababa de decir.

–Pero es tu cumpleaños –dijo él.

Asentí.

–No es justo. Uno no puede andar sin bombacha el día de su cumpleaños.

–Ya sé –dije, y lo dije con mucha seguridad, porque acababa de descubrir la injusticia a la que todo el show de Abi me había llevado.

El se quedó un momento sin decir nada. Luego miró hacia los ventanales que daban al estacionamiento.

–Yo sé dónde conseguir una bombacha –dijo.

–¿Dónde?

–Problema solucionado –guardó sus cosas y se incorporó.

Dudé en levantarme. Justamente por no tener bombacha, pero también porque no sabía si él estaba diciendo la verdad. Miró hacia la mesa de entrada y saludó. con una mano a las asistentes.

–Ya mismo volvemos –dijo, y me señaló–, es su cumpleaños –y yo pensé “por dios y la virgen María, que no diga nada de la bombacha”, pero no lo dijo: abrió la puerta, me guiñó un ojo, y yo supe que podía confiar en él.

Salimos al estacionamiento. De pie yo apenas pasaba su cintura. El coche de papá seguía junto a las ambulancias, un policía le daba vueltas alrededor, molesto. Me quedé mirándolo y él nos vio alejarnos. El aire me envolvió las piernas y subió acampanando mi Jumper, tuve que caminar sosteniéndolo, con las piernas bien juntas.

–Mi dios y la virgen María –dijo él cuando se volvió para ver si lo seguía y me vio luchando con mi uniforme–, es mejor que vayamos rodeando la pared.

–No digas “mi dios y la virgen María” –dije, porque eso era algo de mamá, y no me gustó cómo lo dijo él.

–Ok, darling –dijo.

–Quiero saber a dónde vamos.

–Te estás poniendo muy quisquillosa.

Y no dijimos nada más. Cruzamos la avenida y entramos a un shopping. Era un shopping bastante feo, no creo que mamá lo conociera. Caminamos hasta el fondo, hacia una gran tienda de ropa, una realmente gigante que tampoco creo que mamá conociera. Antes de entrar él dijo “no te pierdas” y me dio la mano, que era fría pero muy suave. Saludó a las cajeras con el mismo gesto que hizo a las asistentes a la salida del hospital, pero no vi que nadie le respondiera. Avanzamos entre los pasillos de ropa. Además de vestidos, pantalones y remeras había también ropa de trabajo. Cascos, jardineros amarillos como los de los basureros, guardapolvos de señoras de limpieza, botas de plástico y hasta algunas herramientas. Me pregunté si él compraría su ropa acá y si usaría alguna de esas cosas y entonces también me pregunté cómo se llamaría.

–Es acá –dijo.

Estábamos rodeados de mesadas de ropa interior masculina y femenina. Si estiraba la mano podía tocar un gran contenedor de bombachas gigantes, más grandes de las que yo podría haber visto alguna vez, y a solo tres pesos cada una. Con una de esas bombachas podían hacerse tres para alguien de mi tamaño.

–Esas no –dijo él–, acá –y me llevó un poco más allá, a una sección de bombachas más pequeñas–. Mira todas las bombachas que hay. ¿Cuál será la elegida my lady?

Miré un poco. Casi todas eran rosas o blancas. Señalé una blanca, una de las pocas que había sin moño.

–Esta –dije–. Pero no tengo dinero.

Se acercó un poco y me dijo al oído:

–Eso no hace falta.

–¿Sos el dueño de la tienda?

–No. Es tu cumpleaños.

Sonreí.

–Pero hay que buscar mejor. Estar seguros.

–Ok Darling –dije.

–No digas “Ok Darling” –dijo él– que me pongo quisquilloso –y me imitó sosteniéndome la pollera en la playa de estacionamiento.

Me hizo reír. Y cuando terminó de hacerse el gracioso dejó frente a mí sus dos puños cerrados y así se quedó hasta que entendí y toqué el derecho. Lo abrió y estaba vacío.

–Todavía podés elegir el otro.

Toqué el otro. Tardé en entender que era una bombacha porque nunca había visto una negra. Y era para chicas, porque tenía corazones blancos, tan chiquitos que parecían lunares, y la cara de Kitty al frente, en donde suele estar ese moño que ni a mamá ni a mí nos gusta.

–Hay que probarla –dijo.

Apoyé la bombacha en mi pecho. El me dio otra vez la mano y fuimos hasta los probadores femeninos, que parecían estar vacíos. Nos asomamos. El dijo que no sabía si podría entrar. Que tendría que hacerlo sola. Me di cuenta de que era lógico porque, a no ser que sea alguien muy conocido, no está bien que te vean en bombacha. Pero me daba miedo entrar sola al probador, entrar sola o algo peor: salir y no encontrar a nadie.

–¿Cómo te llamás? –pregunté.

–Eso no puedo decírtelo.

–¿Por qué?

El se agachó. Así quedaba casi a mi altura, quizá yo unos centímetros más alta.

–Porque estoy ojeado.

–¿Ojeado? ¿Qué es estar ojeado?

–Una mujer que me odia dijo que la próxima vez que yo diga mi nombre me voy a morir.

Pensé que podía ser otra broma, pero lo dijo todo muy serio.

–Podrías escribírmelo.

–¿Escribirlo?

–Si lo escribieras no sería decirlo, sería escribirlo. Y si sé tu nombre puedo llamarte y no me daría tanto miedo entrar sola al probador.

–Pero no estamos seguros. ¿Y si para esa mujer escribir es también decir? ¿Si con decir ella se refirió a dar a entender, a informar mi nombre del modo que sea?

–¿Y cómo se enteraría?

–La gente no confía en mí y soy el hombre con menos suerte del mundo.

–Eso no es verdad, eso no hay manera de saberlo.

–Yo sé lo que te digo.

Miramos juntos la bombacha, en mis manos. Pensé en que mis padres podrían estar terminando.

–Pero es mi cumpleaños –dije.

Y quizá si lo hice a propósito, pero así lo sentí en ese momento: los ojos se me llenaron de lágrimas. Entonces él me abrazó, fue un movimiento muy rápido, cruzó sus brazos a mis espaldas y me apretó tan fuerte que mi cara quedó un momento hundida en su pecho. Después me soltó, sacó su revista y su lápiz, escribió algo en el margen derecho de la tapa, lo arrancó y lo dobló tres veces antes de dármelo.

–No lo leas –dijo, se incorporó y me empujó suavemente hacia los cambiadores.

Dejé pasar cuatro vestidores vacíos, siguiendo el pasillo, y antes de juntar valor y meterme en el quinto guardé el papel en el bolsillo de mi jumper, me volví para verlo y nos sonreímos.

Me probé la bombacha. Era perfecta. Me levanté el jumper para ver bien cómo me quedaba. Era tan pero tan perfecta. Me quedaba increíblemente bien, papá nunca me la pediría para revolearla detrás de las ambulancias e incluso si lo hiciera, no me daría tanta vergüenza que mis compañeros la vieran. Mirá qué bombacha tiene esta piba, pensarían, qué bombacha tan perfecta. Me di cuenta de que ya no podía sacármela. Y me di cuenta de algo más, y es que la prenda no tenía alarma. Tenía una pequeña marquita en el lugar donde suelen ir las alarmas, pero no tenía ninguna alarma. Me quedé un momento más mirándome al espejo, y después no aguanté más y saqué el papelito, lo abrí y lo leí.

Cuando salí del probador él no estaba donde nos habíamos despedido, pero sí un poco más allá, junto a los trajes de baño. Me miró, y cuando vio que no tenía la bombacha a la vista me guiñó un ojo y fui yo la que lo tomé de la mano. Esta vez me sostuvo más fuerte, a mí me pareció bien y caminamos hacia la salida. Confiaba en que él sabía lo que hacía. En que un hombre ojeado y con la peor suerte del mundo sabía cómo hacer esas cosas. Cruzamos la línea de cajas por la entrada principal. Uno de los guardias de seguridad nos miró acomodándose el cinto. Para él mi hombre sin nombre sería papá, y me sentí orgullosa. Pasamos los sensores de la salida, hacia el shopping, y seguimos avanzando en silencio, todo el pasillo, hasta la avenida. Entonces vi a Abi, sola, en medio del estacionamiento. Y vi a mamá más cerca, de este lado de la avenida, mirando hacia todos lados. Papá también venía hacia acá desde el estacionamiento. Seguía a paso rápido al policía que antes miraba su coche y en cambio ahora señalaba hacia nosotros. Pasó todo muy rápido. Cuando papá nos vio gritó mi nombre y unos segundos después el policía y dos más que no sé de dónde salieron ya estaban sobre nosotros. El me soltó pero dejé unos segundos mi mano suspendida hacia él. Lo rodearon y lo empujaron de mala manera. Le preguntaron qué estaba haciendo, le preguntaron su nombre, pero él no respondió. Mamá me abrazó y me revisó de arriba a abajo. Tenía mi bombacha blanca enganchada en la mano derecha. Entonces, quizá tanteándome, se dio cuenta de que llevaba otra bombacha. Me levantó el Jumper en un solo movimiento: fue algo tan brusco y grosero, delante de todos, que yo tuve que dar unos pasos hacia atrás para no caerme. El me miró, yo lo miré. Cuando mamá vio la bombacha negra gritó “hijo de puta, hijo de puta”, y papá se tiró sobre él y trató de golpearlo. Mientras los guardias los separaban yo busqué el papel en mi Jumper, me lo puse en la boca y, mientras me lo tragaba, repetí en silencio su nombre, varias veces, para no olvidármelo nunca.

CINE: Ida (Polonia,2013)

Blanco y negro.

Como el pasado. Como el ajedrez. Como los extremos. Como aquello que ya perdió color.

Una muchacha.

Blanco y negro. Como la fe. ¿Creés o no creés?

Una muchacha, Anna-Ida, que quiere ser monja.

Blanco y negro. Como la post-guerra. Como Anna, la monja. Como Ida, la huérfana.

Una tía, Wanda, que guarda los secretos de una infancia tortuosa que Anna-Ida no recuerda, pero que debe recordar porque solo así podrá “entregarse a Dios”.

Una monja que descubre que es judía. Una monja-judía.

Anna-Ida.Católica-Judía.

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Vos en la butaca, a colores, como el presente. Como los que no vivieron una guerra.

Anna-Ida escarbando en las fotos viejas, descubriendo a su madre, a su padre.

La desdicha de eso que se enterró y no se sabe dónde está. La desdicha de desenterrar y ver lo que había en el hueco.

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Un director, Pawel Pawilkowski, que habla estoica y bellamente del dolor.

Una fotografía de Ryszard Lenzewski y Lukasz Zal que habla estoica y bellamente del dolor.

Una Polonia heredera de los horrores de la Segunda Guerra Mundial y del Socialismo Soviético.

Un guión que no quiere darte mensajes morales, ni plantearte retóricas políticas o sociales, sino que te deja a tu aire, sumido en el viaje de Anna-Ida.

IDA

La nieve cayendo como cuando cae la tristeza.

Sencilla, delicada, con un pequeño giro que no te esperás, Ida consigue con poco lo que muchos no logran con más.

Finaliza y el plano de esa caminata cierra el viaje. Una sensación tibia anida en tu estómago y en tu garganta.

Vos en la butaca tiñéndote de blanco y negro.

Ida. De esas películas que dan ganas de abrazar.

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Lo mejor: hermosa Lo peor: tristeza La escena: el desentierro, la ventana Lo más falsete: …. El mensaje manifiesto: el pasado ha moldeado tu presente El mensaje latente: la vida continúa, a pesar de… El consejo: para verla sin prisas El personaje entrañable: Ida, la huérfana El personaje emputante: el horror El agradecimiento: por su austeridad y la falta de artificios.

CURIOSIDADES

– El director tenía una historia mucho más elaborada, pero decidió extraerle la esencia y dejar que el espectador acompañe la película sin mucha retórica.

– El casting fue muy complicado de encontrar, sobre todo la actriz protagónica que sería IDA. El director les pidió a sus amigos que saquen fotos de desconocidas y vean si encontraban a alguien que le pueda servir. Un amigo descubrió a Agata Trzebuchowska en un café, le tomó una foto y la convenció de que vaya a la audición.

– Ambas actrices protagónicas se llaman Agata en la vida real.

– El director de foto Lenzcewsky tuvo que ser reemplazado 10 días después de haber iniciado el rodaje por motivos médicos.

– Dura tan solo 80 minutos.

CARTELERA: Guardianes de la Galaxia, El amanecer del planeta de los Simios, Tortugas Mutantes Ninjas y un extra

Señorit@s, es Blockbuster Time! repasaremos la cartelera local y esos regalitos que Hollywood nos deja en los pocos cines que hay en el país. Regalitos que, esta vez, no es abrirlos y destapar el fétido aroma de Transformers, ajá, ahora podemos hacernos coronitas de flores y cantar en el bosque porque no, no están mal. Es decir, hay en cartelera algunas películas de entretenimiento masivo muy dignas de ver y que hacen que renueve mi fe en la humanidad, en Hollywood, en los Doritos, en la cerveza Heineken y en toda marca que aparece camuflada en ellas.

1) Guardianes de la galaxia o mi perro se parece a Rocket

No esperaba un peso partido al medio de esta nueva película basada en comics. Cero. El desconocido James Gunn que había escrito huevadas como Scooby Doo y dirigido Slither (La Plaga) no era garantía de calidad. Grande fue mi sorpresa y dicha, cuando fui al cine, me senté en la butaca y me divertí como cuando trepaba a los árboles de palta en mi infancia. Sí.

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Guardianes de la galaxia tiene todos los ingredientes para pasar un rato ameno en el cine: buenos personajes, está bien dirigida, efectos especiales notables y un sentido del humor del que acuso recibo: RECIBIDO GUNN, RECIBIDO!

Chris Pratt se puso a dieta para interpretar a Peter Quill. Peter es el típico personaje un poco atarantado y pagado de sí mismo que en otras películas se hace muy detestable y lo querés matar a lapos, pero que aquí lo mirás como se mira a un gatito dormir. Obviamente que parte de ese encanto está en la abnegada troupe que lo acompaña: un divino Rocket con la voz de Bradley Cooper, un adorable Groot con la voz de Vin Diesel, Zoe Saldaña haciendo de Gamora, y la presencia de Benicio del Toro y Glen Glose que se campean por ahí.

El mismo director (Gunn) y una debutante Nicole Pearlman se encargaron del guión que se basa en el comic de Dan Abnett y Andy Lanning (la nueva generación de GDLG), en él Peter es un saqueador de poca monta que se topa con un objeto que será la manzana de la discordia. Tras de su cuerpito irán Rocket y Groot tratando de ganar una recompensa por su captura y Gamora será la que le pondrá la onda Rome/Julieta la asunto. Claro, el romance NUNCA puede faltar (gracias, Carrusel)

No me jode ni que Ronan (Lee Pace) actúe tan mal, ni que Drax (Bautista) parezca hecho de las piedras incaicas de Samaipata o que las acciones de Nebula (Karen Gillian) no tengan ningún sentido, da igual. Lo compro.

Una hermosa banda sonora con su Awsome Mix Vol. 1 y Awsome Mix Vol.2 con temazos como Hooked on a feeling de Blue Swede, I want you back de los Jackson 5, y uno de mis favoritos de siempre Aint no mountain high enough de Marvin Gaye y Tammi Terrel, logran llevar la película a momentos de clímax emotivo.

La huevada termina, y una sonrisa estúpida sigue pegada en tu cara.

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Lo mejor: dura dos horas y no las sentís pasar Lo peor: que vamos a tener que esperar harto pa la secuela La escena: hay varias: la de la pierna es un cague de risa, la de las luces es muy bonita, la ñoña de agárrense de las manos como en el spot de Doria Medina está cute Lo más falsete: …. El mensaje manifiesto: la unión hace la fuerza El mensaje latente: No hay montaña suficientemente alta El consejo: para verla en su idioma original con subtitulitos y quédense porque después de toda la chorizada de créditos HAY YAPITA El personaje entrañable: todos amamos a Groot y a Rocket El personaje emputante: Nebula, por pelotuda El agradecimiento: la plantita final.

CURIOSIDADES

El luchador Dave Bautista rompió en llanto cuando le confirmaron que su papel sería el de Drax, el destructor y firmó el contrato inmediatamente.

Según Vin Diesel la línea I´am Groot, fue grabada más de 1000 veces y que además la grabó en varios idiomas (español, ruso, francés, mandarín) para que sea siempre su voz la que se escuchara.

Pratt perdió cerca de 30 kilos para interpretar a Peter Quill, su audición fue tan buena que el director le dijo que el papel era suyo siempre y cuando se pusiera en forma.

Diesel ha afirmado que interpretar a Groot lo ayudó a lidiar con la muerte de Paul Walker. Su amigo acababa de morir cuando la filmación comenzó, y el personaje que es una celebración a la vida lo ayudó a salir del lugar oscuro en el que estaba.

El creador de Rocket, Bill Mantlo, fue atropellado en 1992 en un hecho nunca esclarecido, Mantlo estuvo en coma mucho tiempo y al despertar sus capacidades cognitivas no eran las mismas, ha pasado los últimos 22 años institucionalizado en un hospital con enfermeras especiales, se hizo una presentación especial para él de la película.

Lee Pace (Ronan) audicionó para el papel de Peter Quill, y al final quedó como el villano.

El perro que aparece con el casco de astronauta es el perro del director James Gunn.

2) El amanecer del planeta de los simios o la triste historia del mundo

Sí, mis amadas gotas del rocío boliviano, después de ver El amanecer del planeta de los simios, algo se te queda en el corazón, una triste sensación de que así nomás es.

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La historia continúa lo dejado por el despelote que armaron James Franco, Trinity y César en la anterior Planeta de los Simios. Pasaron los años y el virus desarrollado por los humanos barrió con casi todos los humanos (bella redundancia).

César y los suyos (los otros simios) se unieron y crearon una sociedad con reglas, con un líder, con rutinas, que viven pacíficamente en medio del bosque.

Como no puede ser de otra manera, llega un grupo de humanos y se les meten al rancho. Estos humanos necesitan trabajar en territorio de los simios para poder generar electricidad en el refugio humano. Si no lo hacen, los humanos igual atacarán a los simios para conseguirlo.

César, que es un líder en todo su esplendor, decide hacer un pacto con ellos para ayudarlos y a sabiendas de que sin ese pacto habrá un enfrentamiento que derramará sangre de ambos bandos.

Pero no todo es criterio, ni entre los simios, ni entre los humanos, en ambos bandos nunca falta un loquito inestable que cagará los esfuerzos por llevar la fiesta en paz.

Una clara alegoría de la historia del mundo, una fábula de lo humano, en donde los procesos de paz se ven siempre interrumpidos por aquellos que odian tanto a su enemigo que no les importa el baño de sangre con tal de hacer lo que se les canta.

Explosiva, y con momentos que alguna lagrimita arrancan, El amanecer del planeta de los simios cumple con la estela que promete una historia donde la máxima es: Simio no mata a Simio.

Matt Reeves es la mano que mece la cuna y hace lo suyo dignamente. Un director que tiene películas como Cloverfield y la versión americana de Let me in.

Rick Jaffa y su esposa, Amanda Silver, que también participaron en la película anterior, y en The Relic, y en la peli con Sally Field esa de Ojo por ojo  entregan un guión en el no hay grandes sorpresas pero que funciona. A ellos los acompaña Mark Bomback cuya expertise se ha visto en películas como Duro de matar 4, Wolverine, y The Night Caller, entre otras.

Andy Serkis dándole vida al imponente César, Nick Thurson como Blue Eyes, Toby Kebbell como el atormentado Koba, Karin Konoval como Maurice, hacen un trabajo que eleva el filme a algo más.

Por el lado de los humanos: Jason Clarke como Malcolm, Gary Oldman como Dreyfus y la siempre recordada Felicity: Keri Russell como Ellie, tampoco decepcionan ni desentonan.

Mención aparte merecen los efectos especiales, esas tomas multitudinarias de simios, los primeros planos en los momentos emotivos o tensos, estamos ante una película trabajada con esmero y que merece reconocimiento por haber puesto la técnica al servicio de una historia.

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Lo mejor: bien filmada y emociona Lo peor: es bastante predecible La escena: cuando César le dice a su hijo la gran verdad, rompe el corazón y también la de los simios a caballo y también la de Koba y su tomadura de pelo y la del final Lo más falsete: … El mensaje manifiesto: Simio mata a Simio El mensaje latente: Hombre mata a hombre El consejo: para verla en su idioma original con subtitulitos El personaje entrañable: Koba, demasiado dañado El personaje emputante: el hijo de pooh que estaba de ayudante de Felicity y su marido, ese que casi los hizo botar del campamento El agradecimiento: por Andy Serkis. Hay que dar gracias a Dios todos los días por ese hombre.

CURIOSIDADES

Koba, el nombre del simio que es la mano derecha de César, es un guiño a Stalin, así se llamaba a sí mismo el famoso dictador ruso.

Matt Reeves fue co-creador de la serie Felicity, de ahí que casi 15 años después, le hiciera casting a Keri Russel a quien le dio el papel protagónico de esa serie.

Es la primera Planeta de los Simios en ser filmada y lanzada en 3D.

Otros directores que fueron considerados para este proyecto fueron: Carlos Fresnadillo, J.A. Bayona, Guillermo del Toro y Jeff Nichols

3) Las tortugas Ninjas o alimenten a Megan Fox

Y bueno, ahora nos toca ocuparnos del retorno de Megan Fox a las grandes lides o de nuestra mancha en el mantel de los buenos blockbusters.

Pobrecita Megan, después de su desafortunado comentario en el que comparaba a Michael Bay con Hitler, prácticamente la borraron del escenario hollywoodense. Michael Bay se quejó de que, además, la tipa andaba prendida al blackberry y que ponía cara de estreñimiento en todo el rodaje, sí. Pues ese mismito Bay es el productor del nuevo intento de lanzar a las Tortugas Ninjas a la pantalla de cine.

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Parece que todo ha sido perdonado y ahora Megan Fox interpreta a April O´Neil una periodista en ciernes que está cansada de reportear huevadas y que quiere hacerse con una gran historia.

Por casualidad, la desnutrida April presencia la aparición de las tortugas ninjas como vigilantes de Nueva York y decide ahondar en esa investigación.

Ese es el meollo. Chica linda quiere ser periodista seria y se topa con la súper historia. Tortugas normales, usadas para experimentar, con nombres de grandes pintores se convierten en súper héroes y viven una súper historia. Y no nos olvidemos de la rata gigante que es su mentor. Todos viven en las alcantarillas y comen pizza.

Como el título promete, esto es una película TEEN, o sea para adolescentes/niños/lactantes/adultosconsíndromePeterPan, de otro modo es muy difícil encontrarle más sentido que el de algunos chistes opas y evidentes.

Tampoco puede faltar en una película de este estilacho: un malo maloso que tratará de arrasar con el mundo y de ponerlo bajo su pie izquierdo y claro, el héroe salvador, en este caso las tortugas gigantes mutantes ninjas adolescentes come-pizza que tratarán de impedirlo.

Jonathan Liebesman es el director de esta descafeinada versión mutante, aunque Liebesman ya nos había demostrado un talento especial para hacer películas aburridas y poco memorables con Ira de Titanes, Invasión a la Tierra, La matanza de Texas, el origen y En la oscuridad, ZZZZzzzzZZZZ.

Tiene buenos efectos especiales, pero si ya has visto X men, El planeta de los Simios y Guardianes de la Galaxia, como que miras con cara de: sí, sí, qué bonita la nieve, y el patín, y el camión, algo más?

Nada gente, esta versión de las Tortugas Ninjas no me supo tan horrible como las Transformers (ajá, tengo un issue con las Transformers a excepción de la 1) pero hasta ahí, apenas alcanza para pensar en una que otra escenita, en uno que otro chiste, en las ganas de hacerle un menú criollo lleno de carbohidratos a Megan Fox, y esito sería todo.

Lo mejor: uno que otro chiste funciona Lo peor: aburrida y estúpida hasta decir basta La escena: cuando parece que están por morir y alguien menciona a Lost Lo más falsete: April y su relación con el poco masculino camarógrafo El mensaje manifiesto: lo retro no siempre pega El mensaje latente: los 80s no volverán El consejo: para verla si NO hay otra cosa mejor El personaje entrañable: Donatello y su amor por April El personaje emputante: El camarógrafo El agradecimiento: que se deja ver.

CURIOSIDADES

Megan Fox y Will Arnett comentaron que sus hijos fueron un factor determinante a la hora de aceptar hacer la película.

El creador de las Tortugas Ninjas, Kevin Eastman, hace un cameo en la película como doctor.

Es la primera Tortuga Ninja en ser catalogada para PG-13 en Estados Unidos.

Jane Levy, Anna Hendrick y Elizabeth Olsen hicieron casting para el rol de April.

El lanzamiento de la película coincide con el 30 aniversario de la saga de Tortugas Mutantes Ninjas.

EXTRA-TARDÍO EXTRA

Quedé debiendo la de X-men que la tenía escrita pero nunca tuve tiempo de subirla, a pedido de G.A. que escribió al mail reclamándome de una manera muy coloquial mi desidia, acá la dejo y cumplo.

X-men o cómo los mutantes siguen funcionando

La nueva entrega de X-Men es todo eso que esperamos de un blockbuster. Sí. Esta parte V, este Días del futuro pasado llega a momentos de sublime felicidad cinéfila y hace que con más ahínco pensemos que el resto de directores del mismo nicho (el de Amazing Spider Man 2, Godzilla, Divergente y todas las Transformers a excepción de la 1) son, de verdad, for real, crispines de oficio.

Y eso que con Bryan Singer hemos tenido nuestros encuentros y desencuentros. Encuentros con películas como Los sospechosos habituales, o las respectivas X-men que dirigió previamente, y desencuentros con esa bosta al infinito que fue Superman Returns y con la mustia Valkyria.

No importa.

Para los que dudábamos que un quinto retorno de los mutantes sería un desperdicio, es un placer decirles que no, las X-men no decepcionan nunca y esta nueva entrega es quizás una de las mejores.

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El filme arranca con una trabajada secuencia de nuestros mutantes en un futuro apocalíptico (año 2023) huyendo de los Centinelas.

Me encantaron los portales de Blink y su caracterización, plin, plun, plon. Ahora me ves, ahora no me ves.

Magneto y Xavier se unen en pro de la supervivencia colectiva y deciden lanzar un disparo a la oscuridad: Kitty Pride (Ellen Page) cuyo poder es hacer saltos mentales en el tiempo, trasladará la mente de uno de los mutantes al pasado, para impedir que Mystique lleve a cabo una acción que es el detonante del despelote imperante.

Temblad, pasado, temblad!

La acción se trasladará a 1973 donde los mutantes que conocemos hasta ahora están en su versión más joven, igual que en la anterior entrega.

Michael Fassbender interpretará nuevamente a Erik (Magneto en sus primeros escarceos), James McAvoy volverá a ser Xavier, aunque esta vez apesadumbrado por la pérdida de Raven, sus piernas y su escuela,  y claro, también aparecerá Mystique/Raven (Jennifer Lawrence) un conflictuado personaje que en distintas versiones hemos visto a la sombra de Magneto o a la sombra de Xavier, mientras que aquí será el personaje en torno al cual gire el futuro de los mutantes.

Quizás el gol de media cancha se lo lleva la incorporación de Evan Peters como QuickSilver (Mercurio) en su adolescente versión. Claro, aún cuando hay fans que se arrancaban la piel a mordiscos cuando supieron que este jovencito sería Quicksilver, al final del día poco importa si el chico es o no fiel al cómic, su personaje funciona. Todo lo que sucede mientras Quicksilver está en pantalla es entretenido, interesante, bien filmado e hizo que, apresurada, escribiera una carta llena de corazones con MyB a Singer. En especial, la secuencia de la cocina en el Pentágono.

Gracias, fui 3600fps feliz.

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En ese momento, bien pude gritar: «Apaguen todo que nos vamos», largarme e igual recomendar esta película, así de buena es la escena. Pero obviamente me quedé sentadita en la butaca, porque además, por si la aparición de este personaje no fuera suficiente, otra dicha que nos deparó Singer en su casting fue la incorporación de Peter Dinklage como Bolívar Trask. Sí!!!!!! ese gran actor (no es ironía) que es Peter, salta de cada episodio de Juego de Tronos, a la pantalla gigante en X-men como un fascista científico que intentará acabar con los mutantes creando los Centinelas.

Muere, Tyrion facho, muere!!!!

Pero no solo hay girasoles meciendose en el viento, en su apresurado desarrollo hay inconsistencias argumentales que nos llevan a un sopapo de realidad y a decir resignadamente: “Y bueeee, es un blockbuster” habría que hacerse las siguientes preguntas, sólo como ejercicio lúdico: Por qué dejan a QuickSilver si a ojos vista se ve que es menos inútil y problemático que el mamerto de Magneto. Por qué buscar a Magneto que piensa con la uña del pie izquierdo y que se sabe NO pueden confiar en él. Si vas a mandar al pobre Wolverine al pasado mínimo puej contale bien con qué se va a encontrar porque es muy pérdida de tiempo largarlo así solo con frases como “Te va a ser complicado porque no era lo que conoces ahora” y bla bla bla. Los humanos van a quedar tranquilos solo porque vieron que Mystique salvó a Nixon y compañía, luego de ver el despelote que hizo Magneto?. Viviré lo suficiente para ver la próxima secuela?.

Esas y otras preguntas quedan flotando en el aire. Aún así, con los baches argumentales y las jaladas de cabello que te podés dar por el manoseo al cómic, salimos del cine satisfechos.

Con la barriga llega y el corazón contento, emborrachados de efectos especiales, de algunas bromitas bien dichas, y de esa casi onírica secuencia final donde se pasan por el traste a todas las anteriores X-men y nos devuelven las lágrimas derramadas.

Lo mejor: una de las mejores de la saga y con una bellísima factura Lo peor: algunos baches argumentales La escena: Quicksilver en el Pentágono: AMÉ Lo más falsete: la huevada de Nixon y el estadio, ya puejjjjj El mensaje manifiesto: eliminar nunca funciona El mensaje latente: al malo solo el cariño lo vuelve puro y sincero El consejo: si no la viste, vela en DVD o BLURAY El personaje entrañable: Quicksilver: AMÉ El personaje emputante: Magneto, Nixon El agradecimiento: Quicksilver: AMÉ.

CURIOSIDADES

  • Patrick Stewart y Ian McKellen se encontraban haciendo la obra Esperando a Godot cuando fueron llamados para la película.
  • Es la séptima vez que Hugh Jackman interpreta a Lobezno
  • Bryan Singer solo estaba dispuesto a hacer la película si Stewaart y McKellen confirmaban su participación
  • El personaje de Halle Berry, Storm, fue reducido al mínimo debido a que la actriz estaba embarazada
  • A pesar de que el personaje de Anna Paquin aparece solo 3 segundos y no tiene diálogo, es una de las actrices mejor pagadas de esta entrega.
  • Singer basó a Bolívar Tras en Adolfo Hitler.
  • Jamie Campbell (Billy Elliot) y Nico Tortorella audicionaron para Quicksilver.
  • Bryan Singer tiene un cameo como fotógrafo en el bollo de gente que se forma cuando Mystique cae del edificio y trata de huir.

LITERATURA: Opiniones de un payaso (Heinrich Böll)

La tristeza de la tristeza

(Por Mónica Heinrich V.)

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Hay algo desolador en la tristeza de un cómico o en la tristeza de alguien que siempre se mostró feliz.

Porque la tristeza del triste está asumida, visible, es una tristeza que sirve de etiqueta, que no genera sorpresas, mientras que la tristeza del cómico está escondida, alimentándose de la aparente alegría con que lanza sus chistes, sus bromas.

A razón de la auto-eliminación del actor Robin Williams me acordé de este magnífico libro de un no menos magnífico Heinrich Böll.

Opiniones de un payaso es el relato de un payaso, Hans Schneir, y su desencanto por la vida, por el amor, por la familia, por la religión.

Schneir tiene tan solo 27 años, pero ha visto lo suficiente como para decidir que vivir no vale la pena.

Soy un payaso, de profesión designada oficialmente como ‘cómico’, no afiliado a ninguna Iglesia, de veintisiete años de edad, y uno de mis números se titula: la partida y la llegada, una larga (casi demasiado) pantomima, en la cual el espectador acaba confundiendo la llegada con la partida.

OPINIONESDEUN PAYASONarrado en primera persona, el libro le da la voz al payaso que nos hablará de su infancia cuando la segunda guerra mundial estaba en su apogeo, de una familia convencional, rígida, que apoyó la causa nazi y que incluso envió a su única hermana a la guerra. La guerra solo les devolvería el cuerpo de Henrietta y ese sería el momento, el punto de inflexión en que el payaso jamás vería a sus padres con otros ojos que los del desprecio.

… todo el mundo es mirado desde afuera por los demás…

Hans vivirá con Marie, su primer y único amor, una católica que lo intentará meter a grupos católicos que, obvio, también despreciará. El payaso es ateo, no cree en la religión ni en un ser supremo que sea dadivoso con la dicha y la desgracia.

“Es cosa horrible la miseria, pero también resulta penoso malvivir, situación en la que se encuentran la mayoría de los hombres. Y ser rico, pregunté, ¿cómo es?” Me ruboricé. Me miró  con acritud, se ruborizó también y dijo: “Joven, tú acabarás mal si no dejas de pensar. Si yo tuviese valor y creyese aún que se puede crear algo en este mundo, ¿sabes tú lo que haría yo?”. “No”, dije. “Fundaría”, dijo, y volvió a ruborizarse, “una asociación que cuidara de los hijos de la gente rica. Pero los imbéciles no encuentran asociales más que a los pobres”

La religión será tema recurrente del payaso porque los personajes que se mueven a su alrededor son gente que alardea de ser cristiana, católica  y a su vez tienen actitudes que con ojos benévolos podemos llamar humanas, aunque  “mezquinas” es la palabra que mejor acomoda. El payaso que lo tiene más claro que nosotros, y más claro que lo que admite la sociedad, se irá contra todo sistema religioso.

«Sí, la Iglesia es rica, tan rica que apesta. En realidad apesta a dinero, como el cadáver de un hombre rico. Los cadáveres de los pobres huelen bien, ¿lo sabía usted?»

En algún momento el payaso conocerá el éxito, la fama y será admirado por su público. Los años pasarán e irá perdiendo las ganas, el entusiasmo, se refugiará en el alcohol, Marie lo abandonará por un católico de su grupo de católicos y él, con una lesión en la pierna, se dedicará a tratar de sobrevivir con los resabios de lo que fue.

… los aplausos fueron tan tenues que oí el sonido de mi decadencia.

Una escena sin duda que para los pelos es cuando llama a sus padres para pedirles dinero, y en medio de esa llamada que para él significa una humillación, revive Henrietta. Los años han pasado a galope, pero su muerte sigue estando en medio de cada silencio o conversación. Los otrora seguidores de la causa nazi ahora caretean en sociedad como parte de asociaciones de conciliación sobre ese oscuro periodo. La ironía está servida y el payaso, por muy necesitado que esté, no parece dispuesto a soportarlo.

De repente se hizo un silencio absoluto, como cuando alguien se desangra. Eso era: una hemorragia de silencio.

El payaso seguirá usando el teléfono para llamar a todos esos católicos, cristianos que conoce y que le pueden dar una mano. La negativa llegará de distintas maneras, con distintas excusas. Nuestro personaje ni siquiera se sorprende, conoce a su prójimo y lo que conoce de su prójimo no es nada halagüeño.

Para el público lo más deprimente es un payaso que inspira lástima. Es como un camarero que viniera en silla de ruedas a servirle a usted cerveza.

La doble moral de aquellos que predican amor a los demás y caridad, la doble moral de sus padres que fueron parte del aparato que apoyó al nazismo y que ahora se camuflan como gente que lo recuerda con horror, la doble moral de la católica Marie que fue incapaz de soportar vivir en “pecado” con él pero que no tuvo peso de conciencia al abandonarlo por otro hombre, la doble moral del público que un día lo aplaudió y que ahora lo mira con tristeza, esa doble moral es retratada con maestría por Böll.

 Una vez preparé un número bastante largo, «El general», lo ensayé mucho tiempo, y cuando lo representé obtuvo lo que en nuestro mundo se llama un éxito: es decir, una parte del públi­co rióse, otra parte se enfadó. Cuando después de la función, con el pecho hinchado de orgullo, entré en el guardarropa, me es­peraba una anciana, muy pequeña. Después de cada actuación estoy siempre irritado, sólo puedo soportar a Marie a mí alrede­dor, pero Marie había dejado entrar a la anciana en mi guar­darropa. Comenzó a hablar antes de que yo cerrase la puerta y me explicó que también su marido había sido general, que ha­bía caído en el frente y que con anterioridad le había escrito a ella una carta rogándole que no aceptase ninguna pensión. «Aún es usted muy joven», dijo, «pero es lo suficientemente adulto pa­ra comprenderlo», y después salió. Desde aquel momento ya no pude volver a representar el número del general. La llama­da Prensa de izquierdas escribió de ello que yo me había deja­do intimidar por los reaccionarios, la Prensa de derechas escri­bió que yo había comprendido al fin que hacía el juego al Este, y la Prensa independiente escribió que era evidente que yo ha­bía renegado de todo extremismo y de todo compromiso. Todo pamplinas. No pude representar más aquel número porque ya siempre tendría que pensar en aquella anciana pequeñita, que es probable que viviese miserablemente, entre la burla y la mofa de todos. Cuando no encuentro gusto en una cosa, dejo de hacerla, lo cual, para ser explicado a un periodista, es probable ­que sea muy complicado. Ellos deben siempre «presentir» algo, «darles en la nariz», y existe el tipo muy frecuente de periodis­ta malicioso que nunca se da cuenta de que él mismo no es nin­gún artista y ni siquiera tiene madera para ser un buen mecenas. Aquí falló naturalmente el olfato, y se dicen disparates, casi siempre en presencia de muchachas bonitas que aún son lo bas­tante ingenuas para contemplar con admiración a aquel chapu­cero, sólo porque él, en su periódico, tiene su «camarilla» y su «influencia». Existen formas de prostitución curiosamente des­conocidas, comparadas con las cuales la auténtica prostitución es una profesión honrada: aquí por lo menos se ofrece algo por el dinero.

La Alemania de la Segunda Guerra Mundial y de la postguerra, conviven en este duro y triste relato.

He leído tres veces Opiniones de un payaso, y cada vez ha sido peor que la anterior, se me humedecen el alma y los ojos. El final que Heinrich Böll le deja a sus lectores no acusa redención, solo retrata a este payaso fracasado, vencido por la vida, sin otro objetivo que esperar tarde o temprano la liberación de la muerte.

Me miré en el espejo: mis ojos estaban completamente vacíos, por primera vez no tuve necesidad de vaciármelos antes de pasar media hora mi­rándome al espejo y haciendo gimnasia facial. Era el rostro de un suicida, y cuando comencé a maquillarme mi rostro era el de un muerto. Me extendí vaselina por toda la cara y desgarré un tubo de maquillaje blanco que estaba medio seco, extraje lo que pude y me teñí del todo blanco: ningún trazo negro, ni un punto rojo, todo blanco, incluso las cejas. Encima, el pelo parecía una peluca; la boca no maquillada era oscura, casi azul; los ojos, azul claro como un cielo de verano, vacíos como los de un cardenal que se niega a reconocer que hace tiempo que ha perdido la fe.

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Para los quieran darle una leída aquí dejo el link: heinrich boll – opiniones de un payaso

Otro link: http://www.4shared.com/get/KHyaSoLv/heinrich_boll_-_opiniones_de_u.html

CINE: Olvidados

Del olvido al no me acuerdo

por: Mónica Heinrich V.

Hay que reconocer que la historia que Olvidados pretende recrear u homenajear es necesaria, válida, dura y con aristas muy explotables en términos históricos, documentales, cinematográficos, y etcéteras.

Esos aciagos años en los que el Plan Cóndor se campeó por toda Sudamérica son sin duda una vergüenza y una mancha en la historia de todos los países involucrados.

La sangre derramada, los desaparecidos, las torturas, las familias rotas, los hijos robados, no dan como para asumir una postura tibia o comprensiva al respecto.

O sea, no hay tales de discursitos sobre la tolerancia y el buen vivir, aquí murió gente, aquí hay algunos que aún no tienen tumbas sobre las que llorar, aquí se rompió un jarrón y roto está. No hay espacio para las corrección política, y mucho menos para la humanización de los verdugos.

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Por eso, el anuncio de  la filmación de Olvidados  hizo que esperáramos otra cosa, algo similar a lo que menciono arriba, algo equiparable en estatura al título del filme y a lo que evoca.

Desgraciadamente, y para variar, es más la bulla mediática que el resultado, es más la intención que lo que se plasma, es más el alboroto de la alfombra roja que la salida satisfecha de la sala de cine.

Olvidados se queda en un desabrido sancocho de datos picoteados por aquí y por allá con personajes esquemáticos y un mensaje que si somos buenos podemos llamar ingenuo, aunque la palabra que se me viene a golpes y con neón es: tonto.

Y hablo de mensaje porque el cine comunica y comunica siempre, así que pretender que no estés diciendo algo con una cinta que toca un tema tan delicado es absurdo.

La cochabambina Carla Ortiz asume papel de productora y de actriz protagónica y de coguionista de este producto, toma un guión e idea original de Mauricio d´Avis al que le hacen N tratamientos y llama al director mexicano Carlos Bolado para que dirija el rancho.

A estas alturas ya ni dan ganas de saber qué dejaron de la idea original o el papel real de Bolado en la toma de decisiones, como público recibimos lo que recibimos y lo que recibimos fue esto.

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El actor mexicano Damian Alcázar interpreta a Jorge, un general que anda en sus últimos días y que lleva a cuestas un secreto. Ese secreto lo atormenta, porque pobrecito, él- que mató y torturó a harta gente- también tiene su corazoncito y sufre pensando en algunas cosas del pasado. Oh, sí.

Su hijo, que ya hizo su vida en Estados Unidos, es llamado al hogar patrio más o menos para darle el último adiós.

Desde el minuto uno o dos nos bombardean de flashbacks trazando un paralelismo entre el Jorge actual y el Jorge del pasado, entre el viejo atormentado y el sádico milico que obedecía a la dictadura de turno, ese milico que conoció a Lucía.

Carla Ortiz interpreta a la ñoña Lucía, que se encuentra embarazada y que se pasa constantemente la mano sobre la barriga para que el espectador sepa que eso es un bebé y no una hinchazón rarita.

Lucía es pareja de un periodista (interpretado por el portugués Carlotto Cotta) que trabaja para Le Monde, que a su vez es amigo de otros zurdos, que a su vez serán arrestados y torturados por el tal Jorge y sus secuaces.

Uno de los grandes problemas de la película es que subestima al espectador y subraya con marcador fosforescente a los personajes, a los diálogos y a las situaciones. Ejemplo: Las escenas de pareja de Lucía y su marido son empalagosas y cursis al extremo casi casi como una telenovela de Televisa, las escenas de tortura son gráficas y con un tratamiento de color que refuerza la idea de que ahí lo están pasando mal, las escenas de camaradería zurda son acompañadas por Silvio Rodríguez, el Solo le pido a Dios, y los respectivos diálogos donde se sientan las bases pseudo-ideológicas de “ese lado”, no faltan los discursos, las frases hechas sobre «el otro lado» (la derecha), y así. Narrativamente hablando no hay nada que rescatar ya que es un guión plagado de lugares comunes.

El montaje es tan errático y sin rumbo como el argumento, escenas de acción son editadas como aspirando a un thriller hollywoodense, pero a diferencia de otras películas que pueden ser referentes del nicho al que Olvidados apunta aquí se siente cierto tufillo amateur.

Como ya dije, queda una especie de sancocho en el que metieron los ingredientes que dicta la receta pero no supieron bien cómo cocinarlos, dejándonos un platillo en el que toda la película se antoja a un telefilme de baja factura o al episodio de una telenovela donde las actuaciones también tienen el molesto marcador fosforescente.

La violencia o lo gráfico de la violencia están tan mal usados que ni siquiera generan una conciencia real del horror. Al tratar la trama de una manera tan superficial, llegás a las escenas de torturas y algunas risas apagadas se escuchan en medio del público.

Centrándonos en lo rescatable, podemos mencionar que no se ve tan chota como las películas bolivianas que han salido en los últimos años, que además se trata de una mega producción, que supuso un reto a nivel arte, vestuario, y cosas así, que muchos bolivianos participaron, que artistas conocidos del extranjero se sumaron al proyecto, que las empresas se pusieron con el auspicio, que fue una de las mejores alfombras rojas (¡!) que he visto, pero todo eso suena a palmadita en la espalda. Nuestro cine ya debe aspirar a salir del premio al esfuerzo, y a mí como público me da cosita resaltar elementos que en películas de otros países ya están dados por sentado.

Por eso es que es tan importante el guión, la historia, y en este caso doblemente importante al tocar una temática sensible y que conlleva responsabilidades en su manejo. Si hacés una campaña en que mencionás frases de Luis Espinal para promocionar la película, me parece que la velada disculpa a los militares está un poco de más. Esto decía Carla Ortiz en una nota antes de la premier:

«Señores del Ejército, los admiro mucho y valoro su trabajo; en mi filme muestro un periodo de la historia donde lamentablemente parte de los protagonistas fueron militares»

Si Olvidados fuera lo que su título promete, si Olvidados fuera lo que los olvidados y las familias de los olvidados merecen, sería la excusa perfecta para exigir fuerte y claro que se diga dónde están los desaparecidos, dónde botaron a esa gente que ahora es usada para publicitar la película, sería un motivo para que en lugar de disculparse con los militares por “cómo se ven en la película” se exija más bien una disculpa pública por las muertes, por las torturas, por el oscuro papel de las Fuerzas Armadas antes y hoy, porque hoy tampoco hay memoria, tampoco hay un mapita que nos diga dónde recoger a nuestros muertos.

Por ahí la explicación está en lo que Ortiz dijo sobre las intenciones del filme:

“ …es una película que pretende hacer una  fotografía de ese periodo histórico. No pretendemos tomar una posición, simplemente contar lo que pasó en nuestros países” ,

En una premier llena de brillos y lentejuelas, entre agradecimientos y felicitaciones, alguien vaticinaba que Olvidados marcaría un antes y un después del cine boliviano. Al salir a la calle y caminar bajo el manto de la noche cruceña, me quedó la reflexión de que sí, sí tuvo la oportunidad de marcar un antes y un después en el cine boliviano, la tuvo en su temática, en su presupuesto, en sus recursos, pero sencillamente no alcanzó. No alcanzó para tomársela en serio ni como película que no asume posición (como si fuera posible no asumir posición en algo así), ni como cine denuncia, ni siquiera como película comercial que solo aspira a entretener usando un tema duro.

Con Olvidados no pasa nada.

La fotografía que tomaron de ese periodo histórico es una polaroid ajada y fuera de foco, sin otro uso que el de adornar las páginas socialeras y de espectáculos.

Lo mejor: que hay cosas que no se pueden dejar en el olvido

Lo peor: incoherente en su trama, en lo que se dice en la prensa, en lo que pretende y en lo que es. También la humanización del general, esos personajillos tienen un perfil absolutamente carente de remordimientos, son similares al sicario Popeye de Pablo Escóbar.

La escena: el discursito pro tolerancia del personaje Lucía, rozando un razonamiento infantil

Lo más falsete: muchas cosas, pero por resaltar algo la secuencia de Jorge Ortiz no tiene asidero alguno.

El mensaje manifiesto: El cine nacional está en coma

El mensaje latente: No se puede quedar bien con Dios y con el diablo

El consejo: igual vela, alguna conclusión sacarás

El personaje entrañable: los olvidados

El personaje emputante: los verdugos

El agradecimiento: solo por lo que evoca con el título y la temática

DOCUMENTAL: The Gatekeepers

LA BANALIDAD DEL MAL

Mientras los muertos siguen sumando en Gaza, los bombardeos se convierten en espectáculo y los motivos se debaten ferozmente entre bandos a favor de Palestina o Israel, se me vino a la mente este gran documental llamado The Gatekeepers.

Porque para hablar del conflicto palestino-israelí no bastan las fotos, los vídeos que llegan de las cadenas televisivas o esa idea triste y desoladora al ver tanta miseria humana que si Dios existe definitivamente no está en Gaza, no.

Quizás lo más sensato sería escuchar a quienes son parte del master-puppet, a quienes son los hilos que manejan un lado del conflicto: Los líderes del servicio de inteligencia israelí que se encargan de controlar Cisjordania o Gaza y hacerle frente al terrorismo. En este caso 6 jefes del Shabak (Shin Bet) ya retirados son entrevistados por primera vez para este documental del director (también israelí) Dror Moreh.

Voy a relatar muy detalladamente todo lo que el documental narra, aunque al final de la reseña pondré el link para ver el video online. Quien quiera, puede pasarse directo al video.

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En los primeros minutos del documental, Yuval Diskin (director del Shin Bet del 2005 al 2011) lanza frases que revelan un poco la posición que asume Israel ante el tema palestino:

«Como líder del Shin Bet aprendes que los políticos prefieren opciones binarias. No les gusta tener tres o cuatro opciones. Solo quieren que les digas 0 o 1. Hazlo o no lo hagas. Como el jefe, me encuentro en situaciones que no son blancas o negras, sino que tienen tonos de grises»

Y acto seguido habla sobre la capacidad de tomar decisiones que conllevan daños colaterales (muerte de inocentes) que a los ojos de sus jefes inmediatos son menores si se resuelve el objetivo principal (eliminar a un terrorista).

Tomar una decisión generalmente es actuar y Diskin sabe que es su trabajo, pero una vocecita interior le dice:

“Hay algo antinatural en todo esto. Lo antinatural es tener el poder para elegir a tres personas terroristas y quitarles la vida en un instante”

Eso es The Gatekeepers, las reflexiones de la élite de inteligencia israelí sobre hechos que marcan la historia de un conflicto cuya resolución se ve cada vez más lejana.

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Posterior a esa brillante introducción se hace un repaso a lo sucedido después de la Guerra de los seis días, y a cómo 1.000.000 de palestinos quedaron bajo el control militar de Israel.

Avraham Shalon dirá que después de ese “triunfo” se quedaron sin enemigo, la lucha antiterrorista estaba en pañales, los terroristas surgen de entre el territorio conquistado. No hay que olvidar que Hamas empieza a operar como tal en 1987 mientras se desarrollaba la primera Intifada que el Shin Bet no vio venir a pesar de tener desplegado un complejo sistema de información y espionaje.

Intifada en árabe significa levantamiento, y es el levantamiento que los palestinos espontáneamente llevaron a cabo contra Israel.

Volviendo a Hamas, aunque se hace visible como movimiento en 1987, se encontraba operando de manera amateur desde muchos años antes, de hecho el Shin Bet no los veía como amenaza ya que su mayor preocupación era Al-Fatah.

Cuando los terroristas comienzan a cobrar protagonismo Shalom declara:

“Diciéndolo cínicamente, por suerte para nosotros el terrorismo aumentó. Teníamos más trabajo»

Avraham Shalom es el líder del Shin Bet en los años 80s y además fue uno de los más temidos.

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Shalom pasó a los anaqueles de la historia por un indignante incidente: En 1984 un autobús fue secuestrado por palestinos en Tel Avi. El autobús tenía 41 pasajeros. Luego de la crisis de rehenes, existen fotos de dos de los secuestradores vivos siendo escoltados por la seguridad israelí. Ambos hombres morirían apaleados en un poco esclarecido suceso que Shalom dijo desconocer, según el líder del Shin Bet fueron soldados del Ejército quienes molieron a palos a los prisioneros y cuando él se vio con esos dos terroristas con los huesos rotos, dio la orden de que “terminen el trabajo”, así evitaba juicios y las repercusiones que traería apalear a los detenidos.

Shalom era conocido por ser un matón y por contar con carta blanca para tomar decisiones de ese tipo. El líder presentó su renuncia por el hecho conocido como el affair del Bus 300 y en el documental expresa su descontento con las altas esferas políticas israelíes que le dieron la espalda cuando las papas quemaron.

«Ya no me tomo en serio a los políticos, abandonan a los soldados heridos»

Al ser consultado sobre el conflicto moral que supone asesinar a dos prisioneros, Shalom no tiene sombra de duda:

«Al luchar contra el terrorismo, olvídese de la moral»

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Y sí, la moral es algo que se pierde en la guerra y en conflictos territoriales, étnicos o religiosos.

Después del incidente del Bus 300, el Shin bet tomó medidas para que supuestamente no se les vaya la mano y no se salgan del marco de la legalidad, pero en realidad el objetivo era sencillamente acallar el descontento de la opinión pública y la mala imagen proyectada.

Otro de los aspectos que se tocan es cómo el servicio de inteligencia tenía que controlar las comunidades de las zonas de conflicto. Para eso contactaban informantes, torturaban prisioneros y conseguían que palestinos cooperen con ellos de distintas formas. El trasfondo de lo que supone que un palestino traicione a su pueblo, a sus amigos y hasta a su familia es reflexionado más no ahondado.

En 1993 se iniciarían los acuerdos de Oslo, e Isaak Rabin se alzaría como uno de los interesados en consolidar la paz entre palestinos e israelitas. Yaakov Peri, líder del Shin bet de 1988 a  1994, relata que en ese momento se dieron cuenta de la honda fractura que años de conflicto dejó en Israel.

De pronto, agentes del Shin Bet tenían que sentarse a conversar con personas a las que habían encarcelado desde los 16 años, o con personajes a los que no hace mucho estaban dando caza. Lo mismo sucedía desde el lado palestino. A los ojos del palestino, los asesinos, los monstruos eran esos israelíes a los que ahora estrechaban las manos en reuniones pro cese al fuego.

La extrema derecha del país vio a Rabin como un traidor, el control de territorios palestinos fue cedido a las poblaciones civiles y las intervenciones de los agentes secretos se redujeron al mínimo, los atentados de Hamas y operaciones bandera falsa surgidas de los extremistas judíos montaron el escenario perfecto para el asesinato de Rabin.

El documental narra esos momentos en que el curso de la historia cambió.

Carmi Gilllon líder del Shin Bet desde 1994 hasta 1996 da detalles de cómo líderes de prestigiosas comunidades israelitas se opusieron al proceso de paz y a los Acuerdos de Oslo promovidos por Rabin. Lo peor era que esta gente tenía acceso al parlamento y a muchas esferas de poder para seguir actuando impunemente.

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El Shin bet desactivó un atentado que planeaba la muerte de 250 palestinos con bombas en buses específicos, los líderes del atentado fueron capturados y al ser importantes miembros de comunidades judías recibieron un juicio que luego quedó en nada, todos salieron libres y declarando a quien quisiera preguntarles que ellos continuarían su lucha contra los musulmanes. Los colonos tenían una sensación de poderío producto de años de asentamientos ilegales a los que se les hizo vista gorda.

Una de las obsesiones de los extremistas era destruir La Cúpula de la Roca, un lugar sagrado para el Islam y que está junto al Templo de Jerusalén. La destrucción de dicho santuario hubiera tenido repercusiones incalculables en la escalda de odio-terror entre ambos bandos. Gillon dice que consiguieron neutralizar el hecho, que las listas de los servicios de inteligencia con los nombres de los posibles terroristas crecían día a día, pero aún así no pudieron prever que el joven Yigal Amir dispararía sobre Isaak Rabin y lo asesinaría.

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La extrema derecha consiguió lo que quería y sus letreros que colgaban en las manifestaciones : «La paz nos está matando», ya no fueron necesarios. Con Rabin muerto los ex-líderes del Shin Bet reconocen que no había otro interesado en mantener el diálogo ni el proceso de paz. Yaakov Peri lo definió muy bien:

«No había fe, ni en los palestinos, ni en Israel».

En el funeral de Rabin, el letrero que ahora se veía colgar en un simpatizante rezaba: «Estoy avergonzado”, una muestra más de la polarización que vive el pueblo de Israel al margen de sus conflictos con Palestina o cualquiera de sus vecinos.

Ami Ayalon entraría como líder del Shin Bet luego de que Gillon renunciara al fallar en la seguridad del Primer Ministro Rabin. Ayalon cuenta que su trabajo fue rehabilitar a la organización y conseguir la cooperación de los palestinos en la lucha contra los atentados de ambos lados. Coordinación de inteligencia, cuenta.

Al calor de la segunda Intifada, Ami se reuniría en Londres con Iyad Saraj, un reconocido psiquiatra palestino. La charla hizo que Ami después de 50 años entendiera lo que significaba el desangramiento de ambos bandos y, sobre todo, el fenómeno de los atentados suicidas. El palestino le dijo: “Nuestra victoria es verlos sufrir”

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Cuando las cosas estaban en una tensa calma, el Shin Bet toma la decisión de asesinar a Yahya Ayyash, el principal fabricante de bombas de Hamas conocido por su pericia como “el ingeniero”. Fue el hombre más buscado por Israel durante años, hasta que finalmente dieron con él, y además consiguieron convencer a una persona cercana a traicionarlo y darle un teléfono celular con explosivos que más tarde causaron su muerte.

100.000 palestinos asistieron a su funeral, y la escalada de violencia se intensificó. Los ex-líderes del Shin Bet ven esa muerte como una victoria y como algo necesario. “Una operación limpia y eficaz”. No importa la escala de violencia posterior, si no mataban a Ayyash este continuaría fabricando bombas que matarían a israelíes en el futuro. Esa es la línea de pensamiento. Es casi una muerte a control remoto por defensa propia, insinúan.

Finalmente, hablan sobre la bomba de una tonelada que dejaron caer en una casa del centro de Gaza y que mató a muchos inocentes. Los inocentes, nuevamente, son para ellos daños colaterales. No importa lo que diga el mundo, ellos intentaron que la operación sea “limpia y eficaz”, solo que les pasaron mal la información y tuvieran unas bajas no previstas. Gajes del oficio, asumen.

Shalom, que al principio del documental nos parece todo un Maquiavelo, acota que no, que en USA eso se llama overkill, matar de más sin necesidad, que lanzar una bomba de una tonelada en un barrio donde morirán niños por eliminar al terrorista más buscado por Israel es inmoral, militarmente ineficaz y claro que inhumano.

Es Ami Ayalon quien nos habla de “la banalidad del mal”, cuando 200 o 300 personas mueren por algo que se llama asesinato selectivo (quiero matar a un crispín pero ese crispín se refugia en una casa al lado de un hospital o de una escuela), ese proceso se convierte en una serie de pasos en cadena donde cada vez te preguntás menos dónde parar. Los límites se borran. No es malo porque desde tu perspectiva es necesario. No es malo porque desde tu perspectiva te defiendes. No es malo porque desde tu perspectiva estás preservando a lo que considerás tu gente, tus creencias, tu life style.

Avi Dichter, ex-líder del Shin Bet (2000-2005) ilustra bien este  concepto de la banalidad del mal cuando relata que el día más duro de su vida como jefe del servicio secreto fue el 6 de septiembre del 2003, ese día el Estado de Israel tuvo la oportunidad de deshacerse de un gran número de terroristas. Ese día pudieron matar a la creme de la creme de los supuestos terroristas palestinos. La cúpula del Hamas se reunió en un edificio como nunca lo ha hecho. Entre 10 a 12 de los hombres más perseguidos por Israel juntos, juntitos y el Shin Bet sabía cuándo, cómo y dónde.  En esa ocasión el Ejército se opuso por los daños colaterales, “solo” permitieron una pequeña bomba que consiguió dañar al edificio pero no dar muerte a ninguno de los objetivos. La decepción de Dichter es palpable, y califica la acción como una mala decisión y un error, esa bomba debió caer con toda su fuerza y asumir los daños colaterales (cientos de muertes de civiles inocentes).

Encima Dichter tiene la posición ingenua de que el terrorismo es algo que se puede eliminar descabezando a los líderes de las agrupaciones, como si detrás de cada fabricante de bombas no haya otro listo a suplantarlo, o detrás de un estratega de atentados o de un suicida no existan dos o tres más en la línea para tomar sus lugares, como si lo que sucede en el medio oriente no llevara décadas, generaciones de familias que siguen pasando con ese odio y resentimiento que la muerte no aplaca.

Captura de pantalla 2014-07-15 a la(s) 18.24.52Ayalon parece el más sensato al afirmar que la eliminación del Jeque Yassin no volvió más moderada a Hamas y que el acabar con distintos líderes palestinos no ha mejorado la seguridad en Israel tampoco. Matar al que aprieta el gatillo es ineficaz, afirma, y si quieren eliminar a quien implanta la ideología se toparán con el juicio internacional y las leyes del hombre. Ayalon retrocede a su infancia y a cómo pensaba que en Jerusalen había un hombre en un edificio, al fondo de un pasillo, detrás de una puerta que pensaba en su bienestar y que una vez creció y conoció el edificio, recorrió el pasillo no encontró ninguna puerta, ni al hombre que veneraba en su infancia, se dio cuenta que ese hombre no existía y no había nadie que piense en él.

The Gatekeepers dura apenas 96 minutos, pero en su comprimida duración relata eventos determinantes en el conflicto palestino-israelí en los últimos 50 años. Por si fuera poco, el director consigue condensar los relatos y armar los testimonios de manera efectiva con una estética notable a la hora de dramatizar eventos pasados.

Luego de toda la debacle y la vuelta a cero que supuso el asesinato de Rabin, Hamas siguió creciendo, los judíos extremistas también, y los mismos líderes de la agencia de inteligencia que comanda y dirige todas las operaciones de campo aceptan que hay una correlación de hechos entre uno y otro bando. Es un toma y dame, un ojo por ojo que no termina nunca.

Dichter al que no le temblaría el pulso para mandar una bomba de una tonelada a una zona civil con tal de liquidar a 12 personas, afirma que no se puede lograr la paz por medios militares, sino que todo se basará en confianza. Gillon también comparte que Israel no puede darse le lujo de no hablar con sus enemigos. Shalom afirma que no hay alternativa al diálogo. Solo se puede y se debe dialogar. Dice:

“Yo no te quiero ver comiendo cristal, ni tú quieres verme bebiendo gasolina»

Ya casi para cerrar el documental, el director le cita a Diskin al brillante filósofo Yeshayahou Leibowitz, un crítico de la ocupación, que luego de la Guerra de los Seis Días, escribió:

«»un estado que gobierna una población hostil de millones de extranjeros (la población palestina de la época) se convertirá inevitablemente un estado policial con todo lo que eso implica para la educación, la libertad de expresión y las instituciones democráticas. La administración tendrá que someter a la insurgencia árabe por un lado y pagar a colaboradores árabes por otro. Hay muchas razones para temer que el ejército israelí se transformará en un ejército de ocupación, degenerará y sus comandantes se convertirán en gobernadores militares como ocurre en otros países»

Yuval Diskin se muestra completamente de acuerdo con cada palabra.

Algo que rompe el corazón de alguna manera es cuando Gillon dice:

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Y habla sobre el papel que juegan los casi adolescentes soldados del ejército israelí, que llevan unos pocos meses de entrenamiento y que en sus manos tienen el poder de decidir si abusan o no de un palestino, si lo dejan tranquilo o no, si lo registran o no.

El mismo Shalom, ese que dio la orden de asesinar a dos prisioneros, cuestiona que el servicio militar cambia la mentalidad de todo un pueblo, y que por una parte este ejército que sirve a Israel, también es una fuerza de ocupación muy similar a la Alemana en la Segunda Guerra Mundial.

“Nos hemos vuelto…me duele mucho decirlo…nos hemos vuelto crueles»

 

Mónica Heinrich V. 

Para ver y descargar: http://www.teledocumentales.com/the-gatekeepers/

 Lo mejor: Informativo

Lo peor: algunas preguntas no se hicieron o se dejaron pasar, como la posibilidad de una conspiración del Shin Bet para asesinar a Rabin y otros eventos turbios en la organización que comandaron esos hombres.

La escena: Cuando Shalom dice que se han vuelto crueles y cuando Ami dice que han perdido la guerra

Lo más falsete:

El mensaje manifiesto: No hay victoria alguna

El mensaje latente: Ni siquiera hay victoria en el sufrimiento

El consejo: un documental necesario

El personaje entrañable: la paz, tan esquiva y abusada

El personaje emputante: lo cruel

El agradecimiento: que un director israelí consiga estos testimonios y los haga públicos

 

TRES: Películas con/por/para mamá

Para no desentonar, una lista de 3 películas maternales. No necesariamente cursis, no necesariamente ñoñas, no necesariamente con el retrato de una madre perfecta. Porque sí, porque madres hay de todo tipo, así como hijos (buenos hijos, malos hijos, hijos de Pooh).

Esto estará lleno de spoilers, como tiene que ser en un día donde lo evidente se transforma en estridencia.

1) Mother / Madeo (Corea)

Muchos creen que Memories of a murder es la mejor película de Bong Joon-ho, pero para mí, a pesar de las huevadas que le podás pillar, Mother tiene un je ne sais qua, un alguito que la hace recomendable a morir.

Con ese estilacho tan único y precioso que tienen los coreanos, Bong Joon-Ho nos cuenta la desgarradora historia de una madre y lo que su amor de madre la lleva a hacer.

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Doña Hye-ia crío en soledad a su único hijo Do-Joon.

El muchacho, ahora de 27 años, pareciera que tiene un leve retraso mental. Todavía se comporta como un niño y depende enteramente de la señora que, abnegada, no puede ver en él maldad alguna.

Un día, una adolescente es asesinada en la zona y de pronto, el horror del crimen se mezcla con la sorpresa y el estupor al descubrir que todas las evidencias apuntan a Do-Joon.

¿Será posible que ese niño que ella aún ve y sabe que siempre será vulnerable ante el mundo pudo cometer tan terrible crimen?

La madre removerá cielo y tierra para probar la inocencia de su hijo.

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El drama familiar se verá matizado con una investigación criminal a dos puntas, la que lleva la policía y la que seguirá la madre.

Mientras la película se desarrolla vos te encontrás sufriendo permanentemente con esta señora y preocupándote porque te das cuenta que el camino amarillo no conducirá a Ciudad Esmeralda.

La presunción de inocencia o culpabilidad del chico se maneja muy bien por Bong Jooh Ho que es uno de mis directores favoritos de Corea del Sur. Los tiempos están muy bien pensados, los climas súper trabajados y nunca te despegás de la historia.

El director fue tan pendejo que puso de protagonista a Kim Hye-ja, reconocida actriz coreana que por lo general sale interpretando papeles de madre perfecta.

Con un ritmo trepidante (no es para nada aburrida), mezclando el thriller, el drama y algunos toques de humor muy propios del cine coreano, Mother está filmada con prolijidad y una dirección de fotografía memorable.

Su final es uno de esos finales que no se olvidan nunca, que se quedan en tu memoria como un tatuaje y que fue uno de los mejores finales que vi en mucho tiempo.

De solo recordar ese final, se me eriza la piel.

Una película cuyo lirismo la hace imprescindible.

2) Elena (Rusia)

Esta película me jodió también y se me quedó dando vueltas varios días. Eso solo sucede cuando la película es definitivamente buena, te llega a acompañar en momentos de tu vida sin que te des cuenta. O sea, la evocás involuntariamente.

Del director de El Regreso, el gran Andrei Zvyagintsev, Elena nos cuenta la historia de Elena, una mujer mayor que convive con un hombre mayor también. La relación es bastante asimétrica. Ella viene de un barrio pobre de las afueras de la ciudad y él es un hombre prominente, acaudalado. Incluso al principio de la película se puede interpretar que Elena es su empleada, ya que duermen en cuartos separados y al inicio la vemos prepararse para atender al señor, sin ninguna muestra de afecto o de algo que te diga que tienen una relación de pareja.

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Ambos tienen hijos. Él una hija joven, ella un hijo joven que es alcohólico. Mientras el señor lleva una conflictiva relación con su hija, Elena es una madre abnegada. Su hijo se quedó viviendo en los barrios pobres a los que ella pertenecía, no trabaja, se llenó de hijos y es Elena la que mantiene a todos: Hijo, nuera y nietos.

Lo que te choca de la historia es la mezquindad del señor, que le controla el dinero y que tiene separaciones muy marcadas de hasta dónde Elena puede llegar con los gastos y su posibilidad de ayudar a su único hijo o no. También choca el trato que el hijo dispensa a Elena, la trata de manera muy desconsiderada, machista y malcriada.

El conflicto, sin embargo, surge por otro asunto. El viejo tiene un ataque, es hospitalizado y ahí, al calor de estar a un paso de la muerte, se reconcilia con su hija. Al verse en esa situación tan frágil, el don decide hacer testamento y alegremente le comunica a Elena que le va a dejar todo a su hija.

Aunque sabés que es su plata, y que el señor tiene derecho a dejársela a quien le de la gana, la película te ha mostrado tanto de la miseria en la que vive nuestra protagonista y sus iniquidades, que vos mismo ves como una injusticia lo que va sucediendo.

Ahí es cuando esta madre que ve escaparse la posibilidad de ayudar a su hijo económicamente toma una turbia decisión.

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La turbia decisión es muy turbia.

Cuando llegué a ese punto estaba que me tapaba los ojos de la angustia, y algunas lágrimas furtivas se me cayeron en homenaje a la pérdida de la inocencia y la corrupción del alma ajena.

Elena tiene más lecturas de las que a simple vista parece. Tiene un trasfondo social con una Rusia fragmentada socialmente, y un drama casi dostoievskyano, que te deja una sensación muy rara.

Impecablemente filmada, para apreciar pausadamente, sus 109 minutos fueron de los mejores del año 2011 y tiene, además, otro final memorable.

3) Confessions (Japón)

Imagínense una clase con estudiantes adolescentes, y una profesora que está repartiendo cajitas personales de leche a cada uno para una prueba de producto. Imagínense que los estudiantes se toman la leche y están como todo adolescente, jode que jode, chacota tras chacota, mientras la profesora está en un monólogo aparentemente inofensivo. Imagínense que de pronto la profesora empieza a hablar de su hija que murió recientemente ahogada en la piscina del colegio y dice que ella sabe que fueron estudiantes de esa clase quienes mataron a la pequeña. Imagínense que además, como venganza, introdujo en las cajas de leche de los supuestos adolescentes asesinos el virus del SIDA.

Ahí tenemos los primeros y escalofriantes minutos de Confessions.

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Podríamos pensar que después de semejante introducción lo demás tiene que venir más suave. Pues no. Lo que hace Tetsuya Nakashima es apretar acelerador a fondo y llevarnos por una espiral de violencia psicológica y visual pocas veces vista en una película de estas características.

Con una fotografía impresionante, de esas que solo se pueden admirar con la boca abierta, llena de slows bien aprovechados y de secuencias poderosas, Confessions aborda con singular estilo esta historia de venganza maternal que también es una ácida crítica al castigo que reciben los menores de edad por actos criminales.

Además de la venganza de la madre protagonista y eje central, tendremos al adolescente perturbado, un mass murder obsesionado con la madre que lo abandonó y también al otro adolescente que perpetró el crimen de la omnipresente Mei (la hija de 4 años de la profesora), cuya madre, a su vez, niega la enormidad del crimen y lo justifica.

Personajes oscuros se mueven en pantalla, en una muestra innegable del talento de Nakashima. Director japonés absolutamente extravagante.

Un thriller frío como el más crudo invierno cruceño, apabullante en su belleza visual y traumático en su contenido. Para no dejar de ver.

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Por: Mónica Heinrich V.

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