LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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TELEVISIÓN: Inside No. 9 (BBC)

Por: Mónica Heinrich V.

Un robo que se muestra sin diálogos casi como una pantomima, un indigente al que se hospeda que trae consigo terribles revelaciones, el último aliento de una estrella del pop encerrado en un globo, una voz en off narrando una tétrica historia de navidad, un hotel y un homenaje a Shakespeare, los entretelones de cuatro árbitros de un partido de fútbol icónico, un hombre cansado de su matrimonio en apariencia feliz, una venganza en la línea telefónica para suicidas, y sí…podría seguir y seguir y seguir y seguir.

Ah. Me encanta.

Las historias de Inside No. 9 no tienen límite ni género. Sus creadores y guionistas son nuestros amigos Reece Shearsmith y Steve Pemberton, un par de ingleses que desde el 2014 hasta hoy se han convertido en los papás de una serie extraña. Ajá. Extraña, podríamos decir “rarita” en diminutivo, para darle un aire más curioso, pero me quedo con extraña.

En esa extraña serie o serie extraña, existe una cosa casi teatral o algo  performático, o hasta experimental, pero siempre con ese toque de humor negro perver que le ha dado su identidad. Vendría a ser la prima hermana fumada y hippie de Black Mirror. Sigue su estela episódica, sin más relación entre capítulos que el número 9 y una pequeña estatua de liebre que los creadores colocan por ahí en cada historia, pero a diferencia de Black Mirror tiene un toque juguetón y descontraído que te hace sentir que tanto Shearsmith y Pemberton la están pasando chancho haciendo cada episodio y vos, por ende, la pasás chancho viéndolos.

Este espíritu lúdico se agradece, no todos confían en sus habilidades para hacer chacota, pero para estos dos no hay nada que sea demasiado y la chacota les queda cien puntos. Además, actúan en todos los episodios y exhiben con descaro su versatilidad como actores a tal punto que a veces es difícil reconocerlos y te acercás a la pantalla y la tocas ¿Son o no son?

Las historias se desarrollan en una locación y durante apenas treinta minutos. Algún vivo dirá que es para que sea más barato, y sí, tendrá todo la razón. Pero más allá del tema presupuestario y la astucia del ahorro audiovisual, estos muchachones tienen el don de contarte lo que sea que te quieran contar en media hora. Que no es poco. 

Pemberton ha dicho en entrevistas que les interesa sorprender al espectador (o sea, a nosotros) así que los tiempos de cada episodio están construidos para ir trabajando cierta tensión ya sea desde el drama, la comedia o el terror y terminan con un pequeño punto de giro, con algo inesperado.

No voy a ser groupie y decir que todo es magnífico, porque no lo es. El método Shearsmith/Pemberton no siempre funciona. Todos «resfalamos» en la vida. Digamos que cada temporada tienen seis episodios y actualmente la serie se encuentra exhibiendo semanalmente su quinta temporada. De esos seis episodios por temporada, dos o tres serán sobresalientes y/o memorables, y los otros son más de relleno habiendo uno o dos flojitos. ¿Importa? No. Es entretenido ver cómo juegan Shearsmith y Pemberton, tanto en el entramado de sus historias como en la interpretación de sus personajes.

A pesar de lo austera que parece, la serie ha conseguido que grandes actores ingleses participen como invitados: Gemma Atterton, Jenna Coleman, David Morrisey, Stephanie Cole son solo algunos de una larga lista de estrellas invitadas a Inside No. 9. Ya hasta se dice que es una especie de rito iniciático para nuevas camadas de actores que se estrenan ahí y luego siguen creciendo en sus carreras.

Shearsmith y Pemberton  han trabajado juntos en otras no menos extrañas series, son creadores de La liga de los Caballeros y de Psychoville. Se conocieron estudiando Drama y desde ahí formaron una troupé con Mark Gatiss y Jeremy Dison, hicieron teatro, radio y luego televisión. Gente talentosa.

El riesgo no solo se toma desde el guion y las interpretaciones, sino desde lo formal, por lo que la dirección y la fotografía también tienen un acento especial para cada episodio. El inglés Matt Lipsey y el catalán Guillem Morales son los directores más recurrentes de la serie, de hecho Morales ha visto su carrera catapultada por ese trabajo.

Bueno, bueno, Inside No. 9 es una serie que vale la pena ver. Su juguetón acercamiento a la estructura narrativa, a la apuesta formal, a la interpretación, hace que respetés a sus creadores y les enviés corazones imaginarios. Podés dejar esa actitud de «como la vaca mira pasar el tren» con la que generalmente se vive la televisión hoy en día y sorprenderte sonriendo, una sonrisa que nace de disfrutar del disfrute.

Lo mejor: una serie divertida y juguetona Lo peor: los episodios irregulares  Lo más falsete: algunas resoluciones de los episodios irregulares El mensaje manifiesto: hacer televisión puede ser muy divertido  el mensaje latente: ver televisión puede ser muy divertido El personaje entrañable: Shearsmith y Pemberton por su versatilidad y entrega El personaje emputante: los episodios irregulares El agradecimiento: por jugar ¿Dónde verla?: En www.filmin.es

TELEVISIÓN: Bojack Horseman

Por qué Bojack es relevante para la comedia

Por: Santiago Gutiérrez Echeverría 

Dicen que lo que todos buscamos es el sentido de la vida. No pienso que eso sea lo que buscamos. Creo que lo que buscamos es la experiencia de estar vivos, de modo que nuestras experiencias en el plano puramente físico tengan resonancia en el interior de nuestro ser y nuestra realidad más íntimos, de modo que realmente sintamos la alegría de estar vivos.

-Joseph Campbell.

Muchos opinan igual: al principio no parecía gran cosa. Era una serie hmmm sí, chistosa, y a ratos mediocre. Los episodios pasaron y, poco a poco, la audiencia se sorprendió al verse reflejada en un puñado de animales coloridos que viven emociones desde el optimismo tóxico hasta la depresión. Hubo un episodio casi mudo, uno de un monólogo, un poema sobre el suicidio, e incluso se representó la asexualidad. Así, Bojack Horseman concluyó como un ícono en la era del streaming, la animación y la comedia.

En los primeros episodios el humor era típico de una sitcom. De pronto los guionistas notaron que la serie tenía un elemento que valía la pena explorar: el absurdismo. ¿Cómo así? Pensaban como Camus: la vida no tiene un sentido inherente, y vivir buscándolo genera una contradicción, un absurdo. Esto equivale a Sísifo que, en el mito, carga una piedra hasta la cima de una cuesta, la ve caer y reemprende su tarea; a veces despabila al recomenzar y comprende que su condena no tiene sentido. Del mismo modo, las personas le dan a sus vidas una dedicación hasta que, de vez en cuando, se sienten absurdas, sin un fin. Entonces viene la crisis; la náusea, como la llamaba Sartre.

 

Todos los personajes en Bojack sufren la náusea, pero se aferran a una distracción o una meta para ignorar el problema o tener la esperanza de alcanzar la felicidad al final. Viven en la adicción al trabajo, el emprendimiento de negocios absurdos, las relaciones de pareja, la persecución del reconocimiento… pero en fin, el absurdo sigue ahí; entonces la depresión e incluso el suicidio amenazan.

¿Qué antídoto proponía Camus para la náusea? Abrazar el absurdo. Rebelarse. Negar a esa esperanza de lo eterno-absoluto y, una vez libres, vivir la mayor cantidad de experiencias ya que “todo está permitido”. Lo lindo está en que Bojack aplica esta filosofía y la cuestiona, o más bien la complementa. Dos personajes en especial (Bojack y Mr. Peanutbutter) aceptan el vacío y, aun teniendo muchas experiencias, descubren que eso no es suficiente. Camus pensaba que Sísifo aceptaba su piedra y c’est fini, era feliz; pero no pasa así en la serie ni en “la vida real”. La depresión no se cura razonando o con experiencias. Peor aún, pensar así puede llevar a la trampa nihilista de tomar comportamientos negligentes y valeverguistas porque «nada tiene sentido», y así dañar a otros, a uno mismo y, aunque ya se haya reconocido el absurdo, empeorar la náusea.

Darle sentido a la vida es una necesidad humana, aun cuando estemos racionalmente convencidos de que tal sentido no existe. La serie lo sabe y propone un absurdismo humano. Un post-postmodernismo. Ve necesario aceptar el sinsentido del mundo como primer paso, pero también pide aceptar a la humanidad y su inalienable necesidad de tener armonía. ¿La consecuencia? Querer progresar aunque nadie ni nada nos obligue a hacerlo.

Después de su novela El Extranjero, Camus humanizó el absurdismo con Calígula y La Peste, pero lo hizo con un tono trágico. En comedias como La Cantante Calva y Rick & Morty el absurdismo se aplicó con éxito, pero solo para hacer reír. Bojack exploró lo gracioso y lo serio del asunto, y esto no implicó que separase ambas cosas en secciones diferentes; las mezcló, y eso a veces fue chocante, pero así reforzó la filosofía del programa. El absurdo hace posible que en un mismo episodio alguien llore desamparado y en otra parte alguien abra una tienda de Halloween en enero.

Ok, la serie da su pequeño aporte a la filosofía del absurdo. ¿Pero es distinta a otras comedias? Pensemos en lo común de una comedia: suele representar, de manera graciosa, lo deforme o lo «feo», como decía Aristóteles, y generalmente concluye con un final feliz.

Primero hablemos de «lo feo» en la serie: la náusea y, de forma más particular, la depresión. Ambas se muestran con una audacia bien lograda, pues no se llega a banalizar ni, peor aún, romantizar estos fenómenos. Para hacerlo, la serie construye personajes decadentes que, con sus defectos, son antihéroes cotidianos. Sí, sí, lo sé; los antihéroes están de moda. ¿Qué hay de distinto en los de Bojack? El modo de narrarlos. Los antihéroes suelen ser esbozados para obtener el apoyo del espectador e incluso tienen defectos cool. En el caso de Bojack los antihéroes son construidos con historias y motivaciones complejas, pero no son redimidos si cometen una mala acción; toda su culpa y su estupidez los humillan. A veces incluso irritan, pero algo nos sigue agradando de ellos: su falibilidad. Sabemos que cometen errores, pero no por ser “malos”, sino por ser humanos, y deseamos que progresen. Eso sí: la serie no olvida lo irreversible de sus errores. Bojack perseguirá un progreso moral, pero las repercusiones de sus errores lo perseguirán a él.

 

Ahora hablemos de los finales felices. En el drama se suele convenir que el final de la comedia es feliz y el de la tragedia, triste. La tragedia tiene a la fatalidad (los dioses, el destino, el absurdo) que le arrebata a los personajes sus objetivos y entonces no hay final feliz. En la comedia, en cambio, no hay fatalidad: los objetivos y la felicidad final sí se alcanzan. Para lograrlos, los personajes recorren el “viaje del héroe”, una serie de aventuras con las que aprenden a merecer lo que ganan.

En una comedia absurdista la fórmula está al revés: la fatalidad (el absurdo) sí existe, pero la felicidad final no está. Si hay un viaje del héroe, no se llega a una meta, se aprende a andar entre lo bello y la mierda. Por eso el final de Bojack no es feliz ni fatal… es un final y ya. Los personajes no llegan a la felicidad definitiva, pero seguirán marchando sus vidas. La narrativa pop, al ser complaciente con el espectador, lo malacostumbró a ver cientos de héroes triunfando en sus viajes. Esto puede haber cuajado en la creencia de que todos merecemos culminar nuestro “viaje y alcanzar una felicidad definitiva, pero así no ocurre en un mundo real y absurdo, y Bojack nos lo enseña. La moraleja que Campbell hallaba en el viaje del héroe es que la dicha está en el camino y no en la meta, que es solo una metáfora. 

¿Los personajes progresan a pesar de que no existe un sentido en el viaje? Claro que sí, pero de un modo realista. Los arcos de sus historias no son nunca definitivos: nadie transita del negro al blanco y más bien todos mantienen, en una zona gris, algo de los vicios que los aquejaron siempre. “En el fondo la gente no cambia”, se pensará, “…pero aprende”. Si los personajes no llegan a asir su santo grial, al menos beben unas gotas de él. Ni los personajes ni los espectadores obtienen lo que quieren (ni siquiera la felicidad), pero aprenden lo más importante de vivir: comprometerse con el continuum de la existencia. 

Umberto Eco dijo que “la risa mata el miedo (…) y sin miedo al diablo ya no hay necesidad de Dios”. Con comedias como esta, le perdimos el miedo a ese endiablado absurdo y vimos que no hay necesidad de confirmar o negar a Dios para ser dichosos.

CINE COLOMBIANO: Monos

Por: Mónica Heinrich V.

A Alejandro Landes lo conocimos cuando se dio el trabajo de seguir de cerca a Evo Morales durante meses. Lo hizo gracias a un encuentro fortuito con…¡Goni! Se lo topó en Miami, después de su caída, en la casa de un amigo de su abuelo.  Luego, se lo comentó al periodista Oppenheimer (para quien trabajaba en esa época) y Oppenheimer le encargó buscar al mayor detractor de Goni, Evo. Hicieron una entrevista con ambos y Landes quedó convencido que Evo Morales sería presidente de Bolivia. Tan convencido estaba que dejó su pasantía en Estados Unidos para seguirlo en su ascenso al poder y hacer un documental sobre él. En Cocalero, Landes ya demostraba cierta sensibilidad y un sentido de la oportunidad envidiable. Ya, ya,  el acercamiento al perfil de Evo era amable y no trascendía la función de un simple acompañamiento al personaje, pero hubo ciertas escenas que mostraron el tipo de director que podía ser Landes.

Para que puedan echarle un ojo, acá se los dejo.

Después, el cineasta hizo Porfirio (2011) en el que mezclaba la ficción con el documental, dándole pantalla al verdadero Porfirio Ramírez que quedó paralítico al ser herido en un operativo policial. En Porfirio también ya había una dosis de estilo y buen cine. Eso sí, se perdía un poco por el excesivo afán discursivo de Landes y por mantener la historia siempre en la superficie.

Así llegamos a Monos, su último trabajo. Una película que cuenta con el apoyo de nueve países y que ha sido comparada con El Señor de las Moscas y con Apocalypse Now. Palabras mayores.

Monos narra las peripecias de un grupo de niños de la guerrilla colombiana que por órdenes superiores (La Organización) están encargados de mantener cautiva a una gringa monte adentro. Este es el conflicto lacerante de un país, o de cualquier lugar del mundo, visto a través de Pitufo, Perro, Lady, Rambo, Patagrande, BumBum, los chicos que en lugar de una infancia relajada y feliz asumen su papel de soldaditos desideologizados formando una improvisada familia con sus propias reglas.

El primer tramo de Monos es el más coherente con su historia. La responsabilidad por la vaca Shakira, la celebración de dos de ellos por volverse “socios”, la presentación para el espectador de su marca de grupo (el sonido que hacen con la boca y las manos), la visita del Mensajero (Wilson Salazar, en la vida real ex miembro de las FARC), nos trasladan a un mundo litúrgico. Un mundo en el que los niños han dejado de ser niños. O, tal vez no.

Espectacular visualmente, salvaje por momentos, Monos puede verse con mucha admiración en esos primeros minutos. La selva devorando esas infancias mutas, mientras afuera un mundo en apariencia civilizado los ve como menos que animales, no deja de conmover. Landes se sirve de la poderosa mirada de su director de fotografía, un inspirado Jasper Wolf, para llevarte por esos inhóspitos parajes rodeados de nubes comiéndose las montañas o por el no menos rebelde río Samaná.

Quizás las referencias en marketing a El Señor de las Moscas o a Apocalypse Now, le hacen flaco favor al hacer más evidentes sus homenajes y al confirmar que muchos de los tornillos que forman la estructura de esta película ya los conocemos.

SPOILER ALERT

El descontrol de Patagrande, la huida de la gringa, hasta la muerte del Mensajero se ven venir con mucha anticipación. El guion del mismo Landes y de  Alexis Do Santos (Glue) comienza a repetirse, a andar en círculos.  Aunque seguís queriendo saber qué va a pasar con los Monos, aunque ya les tenés cariño, lástima, y muchas cosas más, algo se va perdiendo en el camino, en ese revoltijo de efectismo que amenaza con devorar la historia. Sentí un sobre-esfuerzo por mostrarte el lado salvaje de estos niños guerrilleros que hasta llegó a deshumanizarlos. A mí se me venían a la mente esas guerrilleras casi adolescentes que fueron parte del MRTA y tomaron la embajada japonesa en Lima Perú a mediados de los 90s, y cómo les gustaba ver la telenovela Marimar y lloraban por las noches porque querían irse a su casa. Landes elige otro camino y sumerge a su grupo de niños, de huérfanos de la vida, en una especie de trip alucinógeno. El peso de la historia se recupera quizás en los últimos 15 minutos cuando Rambo parece encontrar una esperanza y nuevamente la violencia se la arrebata.

FINAL DEL SPOILER

A destacar que las actuaciones, en algunos casos bordeando el límite de la credibilidad, salen airosas ante la belleza y el estilo con el que Landes envuelve esta parábola de la violencia.

Monos sin duda deslumbra por eso, por su forma, por todo el cuidado y estilismo que Landes le ha puesto visualmente, y además, la música de la inglesa Mica Levi acompaña solvente los climas a los que la selva colombiana invita.

Sí, es una película para ver en pantalla grande, para tratar de digerirla desde la butaca. Lástima que Landes termine solo arañando la superficie como en sus anteriores dos trabajos. En todo caso, es una película latina para tomar muy en cuenta y sus últimos minutos tienen la fuerza suficiente para que te descubrás pensando en ella.  Y, tal vez, para que besés tu mano una y otra vez, una y otra vez.

Lo mejor: es hermosa en lo visual Lo peor: se diluye a nivel de guion en la mitad aunque recupera al final   La escena: a mí me dolió  lo de la familia del final Lo más falsete: algunas escenas con la gringa y el trip que no termina nunca El mensaje manifiesto: la violencia engendra violencia  el mensaje latente: uno puede ser cómplice de esa violencia sin ejercerla El personaje entrañable: los niños de la guerra El personaje emputante: la guerra El agradecimiento: por la belleza.

CURIOSIDADES

Rambo en realidad es chica, la actriz Sofía Buenaventura le da vida. En el guion era niño pero al final quisieron que el personaje fuese más ambiguo. 

La cabeza de chancho que aparece en Monos es un homenaje a la novela El Señor de las Moscas.

Buscó a los protagonistas de su película durante meses. Finalmente, entre unos 800 jóvenes se eligió a 30, con los cuales organizó un campamento en el páramo de Chingaza, al oriente de Bogotá.

La compraron dos horas después de la primera proyección, y se ha distribuido en 30 países.

Wilson Salazar estuvo en las FARC desde los 11 a los 24 años, Landes lo reclutó para asesor en un centro de reinserción de guerrilleros y luego decidió que él hiciera ese personaje: El Mensajero.

Aparte de Moises Arias (Patagrande) y Julianne Nicholson (La gringa), los demás actores son actores naturales, o sea sin ninguna experiencia.

No hubo dobles cuando Rambo, BumBum y Patagrande se lanzan a los rápidos. 

La película ha tenido un exitoso recorrido por los festivales del mundo y tiene el apoyo de la misma productora que distribuyó Roma, de Cuarón, en Estados Unidos.

Landes es brasileño de nacimiento, colombiano de corazón, de padre ecuatoriano y madre antioqueña.

CINE CHINO: Hasta siempre, hijo mío (Di jiu tian chang)

Por: Mónica Heinrich V.

La vida. La vida pasa. Y en ese pasar, hay momentos buenos, momentos no tan buenos, momentos malos. El director chino Xiaoshuai Wang condensa décadas de vida de un matrimonio y de un país en Hasta siempre, hijo mío.

El título no miente, es también la eterna despedida a un hijo.

Al inicio, tenemos a XingXing y HaoHao jugando como solo los niños pueden hacerlo. Son esos segundos los que cuentan la tragedia que arrastrará toda la película, y son esos segundos los que demuestran la estatura cinematográfica de Wang. Ese plano fijo general, distante, en el que sabemos que algo muy muy desafortunado ocurrió y la secuencia que acompaña la desesperación de YaoJu y Liyun, son desoladores.

Wang mezcla el pasado y el presente. Estamos en la China que exigía cumplir la ley sobre el hijo único implantada en 1979 y hoy en desuso. YaoJu y Liyun eran obreros, y en cumplimiento con la ley abortaron un segundo embarazo que se complicó y dejó a Liyun esteril, en ese instante se acomodaron a la situación porque ya tenían un hijo, un hermoso hijo. Cuando XingXing muere, la pareja queda sola, sumida en el dolor y sin poder aceptar la pérdida y seguir adelante.

Wang usa el luto de ambos para pasar por los cambios sociales/políticos de China, para que podamos comparar la vida citadina y rural, para que a través de la mirada cansada de Liyun sepamos que a veces uno no encuentra razones para seguir viviendo, pero se sigue viviendo; para que a través de la actitud hosca de YaoJu descubramos que hay algo más allá de la pérdida y el dolor.

El guion, que escribe el mismo director y la debutante Mei Ah, plantea además una subtrama relacionada a la culpa. YaoJu y Liyun eran muy cercanos a otra pareja con la que también trabajaban. HaoHao, el niño que estaba con XingXing cuando murió, es el hijo de la pareja amiga. Así que la película trabaja la responsabilidad y culpa de esa familia durante las décadas que van pasando.

Son tres horas que no se sienten porque Wang logra que querrás a sus personajes, que sufrás con ellos y que deseés ver qué les depara el destino.

Es una película hermosa y profundamente triste. Hermosa porque Wang describe hasta los diminutos departamentos controlados por el Estado con poesía, la censura china que consigue pasar la censura china (para que las películas chinas salgan al exterior deben ser aprobadas por el Estado y conseguir el famoso “Sello del Dragón”) es exhibida con delicadeza; es una película profundamente triste porque sí, el mar, el pequeño taller, el chico adoptado, los reencuentros de ese grupo de amigos que alguna vez bailaron cuando estaba prohibido bailar, rompen el corazón.

Y es curioso cómo te afecta emocionalmente, porque está construida de una manera pausada, y tan cojudamente engañosa que hasta pensás que la vas a terminar sin que te afecte del todo, que vas a salir indemne de ese drama que con el título te anuncia, te prepara para un dramón de proporciones épicas. Sobradoramente, pensás: “Es solo un dramita chino…”…y no, no, no.

Wang, con su pareja protagonista antes joven hoy mayor, antes optimista hoy resignada, guarda un pequeño giro para el final, y ese chino cabrón que ha jugado con tu psiquis que ya espera el giro sin saber que será “ese” giro, te rompe un poquito más con la revelación.

Una revelación que no revelaré, así de redundante y contundente lo digo.

A Wang ya lo queríamos por La Bicicleta de Beijing (2001) y también por la enroscada y polémica In Love We Trust (2008), con esta película muestra una vez más su pulso como cronista de una era.

Es imposible no rendirse ante su capacidad de crear escenas que nunca se olvidarán, como por ejemplo: YaoJu y Liyun canosos, antes felices, hoy sin el hijo que les falta, están en el avión mirando por la ventanilla la ciudad que hace quichicientos años no visitaban, el avión se empieza a sacudir, la gente se asusta, la pareja se toma de las manos y después de todas las mierdas que le ha pasado en la vida, ella suavemente dice “¿No es gracioso?…Aún tenemos miedo a morir”.

¡Qué más puedo decir! Maldito, Wang.

Lo mejor: hermosa visualmente, conmovedora Lo peor: muy triste  La escena: la «revelación» Lo más falsete: … El mensaje manifiesto: los años pasan, el dolor se queda  el mensaje latente: los años pasan, y el mundo también se mueve a tu alrededor El personaje entrañable: la pareja El personaje emputante: el sistema opresor El agradecimiento: por la belleza y la emoción.

DOCUMENTAL: American Factory

Por: Mónica Heinrich V.

El más reciente ganador del Oscar a Mejor Documental, American Factory, plantea varios puntos interesantes que luego se disuelven en su búsqueda por saludar a la bandera americana y vender la pomada de que en los países occidentales/anticomunistas se respetan los derechos laborales a diferencia de esos bárbaros chinos.

Y claro que uno puede mirar con simpatía el hecho de que el documental sea producido por Barack y Michelle Obama, a quienes les encantan los documentales y van por le mundo con esa pose no menos simpática de ex presidente/ex primera dama progres, cuando en realidad hicieron poco o nada por cambiar el status quo americano. Pero, es lo que hay, y los Obama pusieron sus quintos y entusiasmo en empujar la promoción de este documental. Higher Ground, su productora, adquirió American Factory cuando ya estaba listo, es más, ya hasta había ganado un premio en Sundance. Y entre lobby acá, lobby allá, lo chantaron en Netflix, y se hizo un especial con los Obama hablando un montón de paja sobre el documental que ellos distribuyen pero al que en la práctica no contribuyeron creativamente.

A ver, a ver, mejor partamos por el planteo interesante: En el 2008, después de 27 años de operaciones, la fábrica de General Motors en Ohio detuvo sus máquinas dejando desempleados a alrededor de 2,400 personas. Michael Moore ya nos mostró algo similar en Roger & Me (1989) sobre el cierre de General Motors en Flint, su ciudad natal. En el documental, Moore persiguió,  acosó e interpeló durante mucho tiempo a Roger Smith, el presidente de General Motors, exigiendo explicaciones del cierre, y mientras batallaba por obtener repuestas, en paralelo mostraba las paupérrimas condiciones económicas, sociales y psicológicas que el cierre de la fábrica dejó en su deprimida ciudad.

Volviendo a Ohio y a American Factory, el cierre es un preámbulo a otro tema. Porque en Ohio, la fábrica cierra en el 2008, y en el 2014, oh, «albricias», un empresario chino abre una fábrica de vidrios,  Fuyao Glass. Aunque al principio su llegada es vista como una gran reactivación económica, las cosas empiezan a torcerse a la velocidad de la luz. Cao Dewang el fundador de Fuyao Glass desde antes de la inauguración fue claro: «No quiero sindicatos. Si forman sindicatos, cierro el boliche y me largo«. Y ¿qué pasó? en la inauguración, un senador gringo al que invitaron para darle realce a la apertura lo primero que dice es que ojalá puedan unirse y tener sindicato. Yes, indeed.

American Factory va por ahí, por el seguimiento que se le hace a la corta luna de miel que significó la apertura de la fábrica de vidrios y luego, el insistente pedido de los trabajadores de tener un sindicato dentro de una empresa que no acepta los sindicatos.

Todo bien, Obamas, todo bien. Hay que contar también, aunque el documental no lo cuente, que el plan de rescate financiero de esa zona le correspondía al gobierno de Obama. Yes, indeed.

Veremos un montón de testimonios de los que se quejan que están ganando dos pesos en comparación con las épocas de gloria de la gran empresa americana General Motors, y que los chinos son muy exigentes con los horarios y las cargas laborales, además de que existen problemas de comunicación por el lenguaje (hay supervisores chinos que apenas hablan el idioma) y el maltrato que les dan. En contraposición a esos quichicientos testimonios habrán uno o dos testimonios de los que dicen que estuvieron desempleados muchos años, viviendo en condiciones lamentables, y que ahora tienen un trabajo seguro que no quieren perder por imponer un sindicato. Todo eso crea un conflicto que como espectador deseás ver cómo se resuelve.

El problema es que para Julia Reichert  y Steven Bognar, los directores del documental, la problemática parece ser un ente orgánico que se mueve y respira solo. Oh, mirá vos, General Motors cerró solita y se fue, y luego llegaron estos chinos solitos y se asentaron. Cuando en realidad, hay decisiones corporativas previas, gubernamentales, y políticas que se tomaron para que General Motors cierre y para que Fuyao Glass abra.

Aunque el documental pretende quitarse de encima el tema político y, sobre todo, la mancha de xenofobia y racismo, es evidente que existen y laten como el corazón delator de Edgar Allan Poe, muy disfrazados bajo un manto de solidaridad o de respeto a las culturas. Hay que ser ingenuos para no detectar el desprecio hacia las políticas económicas chinas que tienen los americanos o el desprecio a la supuesta flojera y debilidad laboral que perciben los chinos sobre la gran Norteamérica.

American Factory como registro de los testimonios y del día a día de Fuyao Glass es ponderable. Durante tres años los chinos permitieron que el equipo filme sin ninguna traba dentro de la fábrica y a sus trabajadores. No hay una voz en off que direccione más obviamente tu percepción. Es un trabajo documental prolijo y que además sigue a sus personajes hasta cuando un selecto grupo de gringos viaja a China a darse un bañito de cultura occidental y baila rodeado de propaganda china.

El asunto del sindicato sirve para debatir y reflexionar sobre las políticas laborales y la necesidad de leyes firmes que respalden los derechos de los trabajadores, lamentablemente eso se queda ahí bogando. Los directores  se pasan todo el documental dando vueltas alrededor sin profundizarlo, se dice que “los trabajadores deben unirse”, y jamás se explora el carácter corrupto de los sindicatos y el uso político que se les da en Estados Unidos. El sindicato parece ser la panacea a cualquier mal laboral.

SPOILER

Luego, cuando faltan unos diez o quince minutos para finalizar, dan un viraje facilista y terminan con un discurso admonitorio sobre la sustitución de los trabajadores por máquinas. El sistema vs trabajador se convierte en máquina vs trabajador. Pasamos de la amenaza de la explotación del hombre por el hombre, a la suplantación de una máquina. Nuevamente, son los chinos buscando mayor productividad quienes automatizarán su fábrica americana hasta donde se pueda, o, por lo menos, el ejemplo que se usa es ese: Fuyao Glass.

FINAL SPOILER

Cualquiera creería que esa política laboral es únicamente de nuestros amigos occidentales. El capitalismo del comunismo dentro de la globalización. Yes, indeed. El muerto se ríe del degollado.

Lo mejor: interesante y debatible Lo peor: nada deslumbrante y, para mí, no profundiza en su problemática  La escena: cuando los gringos van a china y al final, cuando descubrís que después de todos los cambios cojudos que hizo el chino en su fábrica dejó de tener pérdidas Lo más falsete: ahh qué cojudos son los chinos, si nos unimos en un sindicato esto no pasa El mensaje manifiesto: qué cojudos son los chinos  el mensaje latente: qué cojudos somos todos El personaje entrañable: el trabajador comprometido con su trabajo El personaje emputante: los que manipulan a los trabajadores por sus propios intereses El agradecimiento: por la obligada reflexión. ¿Se merecía su Oscar?: No es un mal documental, pero para mí Honeyland es un documental precioso y hasta The Edge of democracy, a pesar de tener las tintas cargadas, en planteo y recopilación de información me resultó más impactante.

CINE INGLÉS: 1917

Por: Mónica Heinrich V.

Ah, película bélica. Niñ@s, la industria ha acostumbrado al espectador a ver la guerra desde la dicotomía de los buenos y los malos, los villanos y los héroes. La delgada línea roja (1998) de Terence Malick, dijo “momentito, cojudos”, nos sopapeó unas cuatro veces de lado a lado y nos sacó de ese letargo. Otra fue la bosnia No man´s land (2001) donde supimos que en la guerra no hay triunfos sino pérdidas de ambos lados. Ciudad de vida y muerte (2009) (reseñada ACÁ también contribuyó a apartarnos de esa lobotomía del género. Sí, hay películas como esas con las que descubrimos que es posible dejar de presentar a la guerra como un espectáculo, y trascender el artificio de bombas y combates para bajar a la cruda realidad, al dolor y, sobre todo, locura de vivir algo así. 

1917, la nominadísima película de Sam Mendes, no se aparta de la fórmula ya vista en cualquier película convencional bélica. Están los buenos, heroicos ingleses, están los malos malosos alemanes. En ningún momento veremos la humanidad del enemigo, es casi como un videojuego de sobrevivencia en el que deseás fervientemente que nuestros dos cabos cumplan su misión y liquiden a todos los alemanes que se interpongan en su camino. MATEN A ESOS MALDITOS NAZIS. Ah, perdón, esa fue otra guerra. ¿La misión? Entregar una carta. Sí, mi querida Bolivia, sí, misivas heroicas.  Esto nos deja con la necesidad de armar un espectáculo alrededor de la misiva heroica en plena Primera Guerra Mundial. Así nomás.

No voy a negar que es un hermoso, virtuoso y sorprendente espectáculo. El falso único plano secuencia de Mendes vende el vértigo a full, además tiene la habilidad de mantener su composición fotográfica y jamás entregar un plano desprolijo. Nuestro amigo, el director de fotografía Roger Deakins (Sicario, Blade Runner, No country for an old men) no decepciona. Todo es belleza en los coreografiados planos secuencias que fingen ser uno solo. Es casi matemático, conté alrededor de una docena de cortes y el montaje y la postproducción disimulan cualquier pegamento de una manera admirable. La atención, cuidado y ensayo que tuvo que tener cada escena, no me lo puedo ni imaginar, de ahí que el trabajo de dirección de Mendes no pueda objetarse, y de hecho, debe haber sido una de las películas nominadas más difíciles de filmar y de armar en cuanto a diseño de producción.

Tampoco hay que desmerecer el trabajo de los dos chicos que cargan sobre sus espaldas las simpatías de la platea, los valientes Schofield (George McKay a quien hemos visto en Captain Fantastic y Ophelia, entre otras ) y Tom Blake (Dean Charles Chapman a quien recordamos como el suicida Tommen de Juego de Tronos). Es imposible no empatizar con la necesidad de tener éxito en la misión y de paso encontrar al hermano mayor de Blake, Joseph, interpretado curiosamente por Richard Madden (Rob Stark en Juego de Tronos) . MATEN A ESOS MALDITOS NAZIS. Ups. Sigo confundida.

Pero para mí, 1917 no consigue traspasar su artificio. Es otro ¿bien intencionado? producto que tanto gusta a la Academia, en el que se revitaliza la idea de los actos heroicos, lo personal de mentiritas, la patria y un enemigo sin entidad. Una cosa plástica y falsa que se une a la pose del plano secuencia único. Una película para que los veteranos o futuros reclutas se sientan dignificados por ser parte de ese gran negocio que en realidad es la guerra. $$$$$. 

SPOILER

Sam Mendes junto con la guionista Krysti Wilson Cairns (Penny Dreadful) ponen la típica escena del enemigo traicionero ante la bondad del héroe, la linda mujer con el bebé o niño que no habla el idioma, los cadáveres apilados, la muerte boba de uno de los protagonistas, las fotos estrujadas con sangre, la escena heroica apoteósica, los cánticos nostálgicos, y bueno…La segunda parte de la película, después del disparo en que el que nos fundimos a negro, es aún más inverosímil, hay persecuciones en línea recta con alemanes atrás disparando y nuestro héroe consigue evadir cualquier bala. Onda Misión Imposible o Duro de Matar. Claro que eso sucede mientras el ojo se distrae con la noche y las hermosísimas siluetas de ruinas y sombras. Y nos olvidamos que nada tiene mucho sentido.

FIN DEL SPOILER

¿Igual nos conmueve? Sí. Claro. Pero esa narrativa exitista sin matices no aporta mucho al género aparte del truco formal. Es estilo sobre sustancia. Un pequeño-gran discurso pro orgullo patrio anglosajón. Como tal, firme candidata a llevarse una carretillada de cosos dorados. 

Lo mejor: impecable apuesta formal, por momentos deslumbrante Lo peor: sucumbe a la vanidad de cómo se ve  La escena: el plano secuencia en el que Scho corre tratando de llegar a Mckenzie cuando ya se lanzó la primera línea de ataque Lo más falsete: todas las escenas clichés ya vistas, y el final de Tom El mensaje manifiesto: un bonito envase no esconde que el frasco está vacío  el mensaje latente: la guerra no es una espectáculo El personaje entrañable: los perdedores de la guerra El personaje emputante: los que creen que existen triunfos en ella El agradecimiento: por un despliegue técnico admirable.

CURIOSIDADES

La toma más corta dura alrededor de 39 segundos.

El plano secuencia más largo dura casi 9 minutos.

La película se basa en algunas vivencias del abuelo de Sam Mendes, que fue veterano de la Primera Guerra Mundial.

Roger Deakins usó la Arri Alexa LF para filmar la mayor parte de la película, y es la primera vez en su carrera que usa esta cámara.

Es la segunda película de guerra que filma Sam Mendes, la primera fue Jarhead en el 2005.

Andrew Scott y George MacKay trabajaron juntos en Pride (2014).

La escena final entre Scho y Joseph Blake con los anillos, fue la primera escena que se filmó.

La película se filmó entre abril y junio del 2019.

Es la tercera vez que un personaje de Dean-Charles Chapman muere.

 

CINE POLACO: Corpus Christi (Boze Cialo)

Por: Mónica Heinrich V.

«Este es un pueblo bueno, con gente buena» dicen los feligreses del Padre Thomasz indignados por una decisión que tomó. Y nosotros, que estamos con el ojo pelado desde hace casi una hora de película sabemos que el pueblo bueno con gente buena, no es tan bondadoso. Porque el ser humano tiene más capas que bueno o malo, y a la gente «de bien» le gusta mucho aparentar sus virtudes o magnificarlas.

Eso nos estruja en la cara Corpus Christi, la película polaca dirigida por Jan Komasa. 

Es admirable cómo el guionista Mateusz Pacewicz se las ingenia con sus 28 años para escribir una historia tan madura con matices bien planteados y un desarrollo narrativo sencillo a pesar de la complejidad de su trama.

El director también es joven, Jan ha cumplido 39 años, esta es su segunda película y el trabajo que ha logrado junto con el guionista me hace desear ver con mucho entusiasmo The hater, filme en que vuelven a ser dupla creativa y que se encuentra actualmente en post-producción. ¡Quiero verlos de nuevo, muchachos. Quiero verlos!

Sí, Corpus Christi es una excelente carta de presentación. Parte de su embrujo es la comprometida representación que hace Bartosz Bielenia de Daniel/Padre Thomasz. Es ese tipo de personaje cagado por la vida que intenta salir del círculo de miseria en el que ha nacido y del que parece que nunca va a salir. La «gente buena, de pueblos buenos» dirá: de esos que no merecen segundas oportunidades, esos que no merecen ni vivir.

A Daniel lo vemos al inicio cumpliendo su detención juvenil. Está preso por una serie de hechos que no sabremos hasta casi al final, y sí, son de grueso calibre, un pecador con casi todos los pecados mortales encima. Lo derivan a un aserradero de un pequeño pueblito (el de la gente buena, claro) para que el chico no se tope con otro preso que podría cobrar venganza por viejas deudas. Otro más del círculo, pues.

Daniel llega, se mete a la Iglesia, y por x, y o z, la «gente buena» termina creyendo que es un nuevo padrecito, y lo empiezan a tratar con las cortesías y respeto que corresponden al cargo. Ya se sabe, los enviados de Dios tienen su pegue.

Es conmovedor ver cómo Daniel consigue una conexión con la fe a pesar de no ser un cura real, y cómo se las arregla para oficiar las misas e involucrarse en la comunidad desde su supuesta posición de cura. 

El pueblo tiene sus propias amarguras, aún no consigue reponerse de la pérdida de seis jóvenes que murieron en un accidente de auto. El choque entre un auto donde viajaban los seis chicos y otro auto conducido por un hombre mayor, es motivo de rencor y actitudes súper desagradables por parte de los dolientes. 

Daniel, dentro de su ignorancia y su falta de recursos, intentará interceder para limpiar un poco esas rencillas.

La cámara de Jan siempre está sobre Daniel, durante toda la película no lo abandonamos nunca. El personaje está tan bien construido que a ratos sentía que bordeaba el delirio. Esa continua incertidumbre sobre su destino, ese perpetuo escape del pasado, era muy angustiante.

Corpus Christi se maneja al ritmo necesario para contar una dura historia, una historia llena de silencios, de soledad, de atisbos o ausencia de fe.

Una paleta azulada en su corrección de color, casi celestial, acompaña con mucho arte el periplo de Daniel. Cuando llega al final, a su abrupto y violento final, te quedas como si te hubieran dado una bofetada en la cara. 

No hay absolución. En el mundo real, la gente inmersa en esos círculos de miseria siempre tendrá delante suyo la espalda de las personas buenas. 

Lo mejor: linda y triste película Lo peor: puede que le sobren algunos segundos y la relación con la chica pienso que no era necesaria  La escena: cuando se muestra con el torso desnudo en la misa Lo más falsete: me parece improbable que los que lo enviaron al aserradero no hayan controlado su llegada y estadía; además la relación con la chica, no era necesaria El mensaje manifiesto: las segundas oportunidades a veces están negadas  el mensaje latente: la gente buena puede ser muy hipócrita El personaje entrañable: Daniel El personaje emputante: el dueño del aserradero El agradecimiento: porque llega.

 

DOCUMENTAL: Honeyland

Por: Mónica Heinrich V.

Macedonia. ¿No suena lejana y misteriosa? En mi memoria vive Antes de la lluvia (reseñada ACA), película de esos trechos que me impactó y me reveló un país con un crisol de culturas y conflictos. Porque sí, ahí se mezclan y entreveran los serbios, bosnios, albanos, griegos, rumanos, turcos, etc…

Honeyland, por su parte, es un documental filmado durante 3 años y con casi 400 horas de material en un paraje del Norte de Macedonia. ¿El resultado? Una experiencia de vida que te conmueve y te impulsa a comer miel como cojudo.

Los directores Tamara Kotevska y Ljubomir Stefanov siguen la vida de Hatidze una criadora de abejas que lleva una existencia tranquila entre la recolección de miel y el cuidado de su madre enferma.

Hermosas imágenes de Fejmi Daut y Samir Ljuma acompañan ese ritual perdido en el que Hatidze le canta a las abejas, y crea una alianza con ellas en un equilibrio perfecto con la naturaleza: «la mitad para ustedes, la mitad para mí», dice mientras extrae con cuidado la miel.

Es muy lindo ver su apacible y sencilla vida, sus idas a la ciudad, su regateo con los compradores de miel, sus compras de guineo o de tinte para el cabello, sus charlas con su mamá. Todos esos momentos de austeridad, la cámara los registra cómplice.

La armonía se rompe cuando una bulliciosa familia se muda al lado de la pequeña parcela de Hatidze y aunque en un principio ella se siente feliz con la compañía y hasta comparte sus secretos en la recolección de miel, pronto las mañas más citadinas y con menos respeto a la naturaleza empezarán a mellar la paz entre ambos vecinos.

El documental registra sin juzgar por un lado a Hatidze haciendo lo que siempre ha hecho y por otro lado, la familia nueva rompiendo cada regla básica de convivencia y además manejando a sus animales (tienen ganado) con descuido y violencia.

Honeyland, la tierra de la miel, sin exagerar ni ponerse melodramático, exhibe cómo ese mundo en el que Hatidze vivía feliz dentro de su pobreza es casi destruido. Y a vos que lo ves desde la comodidad de tu «abundancia», te sacude la mezquindad del vecino, el no detenerse, el no pensar en cómo afectarán sus acciones a una persona que solo se ha portado bien con él y su familia. 

SPOILER

Sufrí mucho con el trato que le daban a sus animales, con cómo manejaron su colecta de miel, con las abejitas muertas. Cuando cortaron el tronco quería estar ahí para detenerlos, y cuando Hatidze lloraba porque ya no le quedaba nada, lloré con ella. 

Este documental se sirve de la apicultura y de su solitaria criadora de abejas como metáfora de ese enemigo brutal que es el ser humano, como férrea defensa de la naturaleza y sus misterios. Y claro, tampoco es que la familia vecina haya sido mala, había mucha ignorancia en su manejo, mucha pobreza también.

La narrativa es muy poética, sabe dónde guardar silencio, sabe dónde poner música, y los directores tienen la suerte de haber encontrado un personaje hermoso, unir eso con el mundo de las abejas convierte la experiencia en algo memorable.

Por eso cuando la familia vecina, la destructora, la que no se paró a pensar en nadie más, se retira del lugar, nos alegramos, pero vemos a Hatidze más sola que nunca, sin abejas, huérfana y a punto de recibir el próximo invierno. 

FIN DEL SPOILER

Y el ciclo comienza de nuevo, y la vida continúa. Y Hatidze como buena criadora de abejas no se deja vencer. Llega el invierno, y ella y el perro comparten de nuevo la miel, vuelven a sonreír, a parecer felices y vos pensás en esa última frase que dijo su Mamá antes de morir, : «Han pasado demasiados inviernos».

Lo mejor: bella, poética Lo peor: es muy triste, y por partes desespera cómo maltratan a los animales  La escena: cuando ella le canta a las abejas, y las que compartía con su mamá Lo más falsete: algunas escenas de la familia vecina parecían actuadas El mensaje manifiesto: hay que respetar la grandiosidad de la naturaleza el mensaje latente: la gente es una mierda El personaje entrañable: Hatidze y su mamá, las abejitas El personaje emputante: el tipo que incumplió el acuerdo y encima le mintió El agradecimiento: por la belleza.

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