CINE: I´m thinking of ending things
Por: Mónica Heinrich V.
Hace añadas (todo tiempo pasado parece muy lejano ahora) cuando vi Anomalisa, recuerdo haber leído una reseña que se titulaba “¿Necesitamos otra película de Charlie Kaufman sobre un hombre triste y la mujer que le recuerda cómo sonreír? En ese momento casi casi le grite a la laptop, temblando y regando saliva: ¡Sí, pelotudo, sí! Pensé en todas las películas que había visto (escritas o dirigidas o ambas) por Charlie y en cómo le había instalado una habitación en mi corazón. Una habitación decorada a full, llena de títeres, aparatos que borran la mente, espos@s/parejas/seres queridos que se convierten en extraños, gente que habla con el mismo tono de voz, una maqueta de Nueva York, una máquina de escribir y muchas, muchas orquídeas.
Esto quiere decir que mi relación con Charlie va más allá del resultado de sus películas.
Ya está, a veces es así.
Netflix lanzó este mes I´m Thinking of ending things, basada en el libro homónimo del canadiense Iain Reid. La vi. Quedé WTF. Y luego hice (para variar) lo único que podía hacer: comprar y leer el libro. En el libro la portada es más reveladora que el poster de la película: Las letras tachonadas con violencia mientras la frase se repite al estilo de «All work and no play makes Jack a dull boy» en The Shining, nos indican que algo muy malo pasa. Que algo no está bien.
Creo que no existe una traducción en español que le haga justicia a esa frase en inglés: I´m Thinking of ending things: ¿Estoy pensando en acabar con todo? ¿Pienso en dejarlo todo? ¿Estoy pensando en el final de las cosas? ¿Pienso en terminar cosas? ¿Pienso en darle final a las cosas? Nop. No la hay. En inglés suena demasiado avasallador. Es la anticipación a un final deseado, necesitado. “La idea es nueva, pero se siente vieja al mismo tiempo” dice al inicio el personaje “the girlfriend” (lo leí en inglés) de la que nunca sabemos el nombre.
¿De qué va todo? Una chica se junta con su eventual novio, Jake, para hacer un viaje por tierra. Visitarán a los padres de Jake, será un primer encuentro para la chica. Las cosas se ponen extrañas mientras más avanza la historia.
Atención. Lo que viene será un tsunami de spoilers tanto cinematográficos como literarios, así que el/la que llegó hasta acá y no ha visto la película o leído la novela es mejor aquí corrió que aquí murió.
Prosígome.
El libro es también críptico al principio, pero está dividido entre la voz de la chica y capítulos que están escritos en cursiva que son referentes a la muerte de un personaje. En esos capítulos hay dos «voces» que charlan sobre el descubrimiento de un cuerpo y van revelando poco a poco que es el conserje de la escuela.
Mientras leés el libro la realidad se va fragmentando y llega un punto que está claro que estás ante un problema mental jodido agravado por la perversidad de la soledad, aunque siempre desde una visión muy «asentada» a tierra.
El personaje femenino, los padres, la granja, son catalizadores de la vida de Jake y de lo que pudo ser esa vida. En algún momento Jake fue ese muchacho brillante, con un coeficiente intelectual superior, con un doctorado, con un gran futuro que conoció a una linda chica en un bar y no se animó nunca a hablarle. En el presente, Jake ya es mayor y sus padres murieron hace mucho tiempo atrás, a pesar de su elevada formación terminó limpiando pisos en su vieja escuela, se ha quedado solo e incluso ha dejado de tener el más mínimo contacto social en el trabajo. No habla y actúa como si estuviese en su propio mundo. Las «voces» en cursiva charlan de lo raro que se había vuelto y de lo horrible que ha sido su suicidio. Al mismo tiempo, no parece importarles demasiado. Ajá, Jake, el conserje, se suicidó porque…llevaba mucho tiempo thinking of ending things.
En la película, Charlie “Kaufmaniza” la historia, la vuelve más enrevesada. Juega con los nombres de Lucy, Luisa, Loise y se los adjudica también a las llamadas que recibe la chica, que en el libro se identifican simplemente como The Caller. Juega con el vestuario, con el cabello de los personajes mientras cambian de escena a escena. Un rato, la chica está con aretes de perla, otros está con aretes en forma de corazón, otros con colgantes redondos. En algunas ocasiones está con el pelo recogido, en otras no. El juego que Kaufman hace con la fractura mental del personaje tiene su asidero metafórico, sí, pero para un espectador no familiarizado con la historia literaria, o que no pueda sumergirse del todo en lo que Kaufman propone puede resultar agotador.
Podríamos hablar horas y pajearnos sobre la paja de las diferencias del lenguaje cinematográfico y el lenguaje literario, pero en la práctica lo único que importa es que la cosa fluya, ya sea en pantalla o en papel.
Los delirios de Jake son estirados por Kaufman hasta el límite. En el libro, cuando ambos personajes llegan a la escuela, el relato es terrorífico porque la chica no sabe lo que está pasando, y las cosas que le ocurren son perturbadoras pero no rompe con lo que se puede asumir es la realidad. He ahí lo que da más cosita, ella huye por los pasillos o las aulas y es algo muy lúgubre y «real». Hay un afiche de un baile que se menciona, esto Kaufman lo convierte en un baile literal, en un teatro, en el musical Oklahoma, para escenificar grandilocuente el final de la vida de Jake.
En el libro, el personaje se repite que hay que tomar la decisión humana, la decisión correcta y luego hay seis páginas con la frase “What are you waiting for” escrita una y otra vez. Eso me pareció abrumador desde el lado emocional. Esas seis páginas con esa frase repetida tantas veces me dolieron más que otras reflexiones más específicas. En ese momento, la chica descubre que ella es Jake, que todos son Jake, que todos están en la cabeza de Jake y que Jake va a darles fin. Y cambia el pronombre personal “Yo” por el “Nosotros”. “Jake sabía que íbamos a ponerle fin. De alguna manera lo sabía. Nunca se lo dijimos. Pero lo pensábamos”. La chica nunca se reencuentra con Jake porque para Ian Reid no hay necesidad.
Kaufman quiere darle a Jake, al personaje, eso que soñó: el baile, el reconocimiento, el amor, la aceptación. Para eso, usa todos los recursos que tiene como cineasta. Ahí, uno como espectador puede asistir embelesado a ese despliegue, pongámosle, «creativo» o empezar a refunfuñar pensando que nuestro Charlie se ha pasau de rosca y nos ha soltado la mano al pedo.
Para mí fue difícil seguir a Charlie después de la primera mitad de la película. Sí veía con cierta fascinación el uso y abuso de elementos narrativos, pero aún amando todo lo que hace hubo un momento en que me desconecté. El artificio le fue ganando a eso que en realidad era muy turbio y me dije: ¡Qué pajita frente al espejo!
Hay escenas hermosas en la película, toda la parte del road trip como road trip me gustó un montón, el poema, las referencias (algo forzadas) a Foster Wallace, otro suicida, algunas situaciones con sus padres que en el libro no son tan determinantes, la escena de la heladería, la animación del chancho derramando gusanos, sí, hay cosas muy lindas e inolvidables en la película de Kaufman.
Y luego está el tufillo intelectualoide-filosófico-existencial. Las charlas «profundas» puestas con calzador, referencias de Kaufman más que de los personajes. Hay humor negro, pero es ese humor «elaborado», esos diálogos alejados por completo del cine convencional, pero que entran de cajón en los diálogos convencionales del cine indie-newyorkino-hipster. ¿Gusta o no gusta? ¿Funciona o no funciona? Ya dependerá del espectador.
La novela, por su parte, me pareció intensa y densa, aunque a diferencia de la película resulta más apurada. Los capítulos en los que las «voces» hablan sobre el suicidio del conserje, no sé hasta qué punto sean realmente necesarios. Los vi como un recurso explicativo, Ian Reid parece sentirse en la obligación de decirnos que el mundo es un lugar hostil para aquellos que no consiguen vencer las ganas de morir. En ese afán didáctico, la novela también pierde algo de originalidad.
Lo que sí no niego es que aunque la película me pareció triste y oscura, cuando leí el libro quedé más afectada. Fue ese manazo con efecto retardado muy Kaufman también. Lo narrado por Charlie adquirió otra dimensión, las imágenes empezaron a circular en mi mente otra vez, a acosarme. No desde la apreciación artística, sino desde la conmoción.
Punto aparte y notable, las actuaciones tanto de Jessie Buckley (Lucy, Loise, Loisa) como de Jesse Plemons (Jake) ¿soy yo o Jesse tiene cierto aire, vibra al siempre extrañado Philippe Seymour Hoffman? Toni Colette y David Thewlis interpretando a los raros padres de Jake, también están más que admirables. Y claro, una película de Kaufman no es una película de Kaufman si no tiene una arriesgada propuesta de arte, vestuario, colorimetría, música, etc. ¿Es suficiente? ¡Sí! la mayor parte del tiempo, sí.
Pensando en la cinematografía de Charlie y en las temáticas que envuelven sus guiones (recuerden lo del hombre triste repetitivo kaufmaniano) Im thinking of ending things le viene como anillo al dedo, y creo que más allá de las impostaciones o pretensiones artísticas de su adaptación, este agradable sujeto ha puesto en pantalla una historia terrible y dolorosa con cierta piedad.
¿Queremos sacudirlo y sopapearlo al grito de: ¡Pará, PARÁ!? Sí. O, tal vez, no. Pero es Charlie (lo dice la que lo hospeda en uno de sus mejores cuartos interiores) y siempre, siempre será lindo ver una película suya…para mí, fue imposible no pensar en el final de Synedoche-New York cuya última palabra es die. Pum. Niebla. Fin.
¿Qué es la significancia de la vida? se preguntan en el libro. Exacto, qué es.
Lo mejor: Hermosa en lo visual, en lo actoral. Es una película de Charlie Kaufman en todo su esplendor Lo peor: abandona al espectador y viaja sola por la libre para convertirse en algún momento en una paja frente al espejo. Lo más falsete: la fractura mental del personaje es puesta en escena para que veamos lo «creativo» que es Kaufman El mensaje manifiesto: los vacíos humanos y las mentiras que nos decimos todos los días para seguir adelante pueden cobrar factura a la larga El mensaje latente: El tema de salud mental es algo que ninguna sociedad ha manejado con responsabilidad y eficiencia La escena: el poema, cuando le cuenta lo de los chanchos, la heladería, la cena con los padres, hmmm hay varias El personaje entrañable: Jake El personaje emputante: ver demasiado al director por encima de la película El agradecimiento: por la belleza, por la sensibilidad.