¿Y dónde está Antígona?
Por: Mónica Heinrich V.
Entré rápidamente, previo saludo con otros incautos espectadores, y me acomodé en mi butaca con ansias. Después de unos 20 minutos de retraso, las luces se apagaron.
Se escuchó un discurso en alemán, que yo automáticamente asumí era Hitler (dada la temática de la obra), siguió ese sonido de sirenas típicos de guerra, de atrás del público salió un actor con una linterna que terminó de dar un efecto interesante y Antígona abrió su telón.
Al principio, me encontré con una muy buena escenografía. Minimalista y moderna. Calaminas, y otros elementos urbanos pintaban un cuadro, embellecido por un correcto uso de las luces. Es en ese momento que sale Antígona, a los gritos y junto a sus “sombras” (tres actrices que representan también a Antígona), nos cuentan la necesidad de esta muchacha de dar entierro a su hermano fallecido, aún en contra de las órdenes del rey Creonte.
Lo que a primera vista parecía una obra moderna, se transforma en una puesta donde nos torturan con el texto sin piedad. Un texto que leído es precioso, pero que escupido mecánicamente y a mil por hora, resulta aletargante. Después de un día algo cansado, sentarme a ver la metralleta de kilómetros de texto sin ningún matiz, fue tan efectivo como una pastilla de valium. Cabeceé, luchando contra el sueño, mientras mi acompañante perdió esa batalla y sólo se desperezaba cuando estaba a punto de roncar.
Confieso que cuando leí la obra, quedé encantada y rápidamente enganchada con el intenso relato. Al verlo en escena, me quedó la impresión de que la obra les quedó grande, y que la puesta carecía de magia, de ese elemento desconocido que algunos críticos llaman “el factor WOW”.
Y no es que no tenga cosas buenas, de hecho tiene una espectacular música, acertadísima, interesante, maravillosa, que con un montaje más arriesgado y menos lineal habría sacudido a más de uno. La escenografía muy linda, había imágenes muy bien logradas, escenas bonitas, conmovedoras, pero el gran problema es que todo era una cadena en que lo bueno y lo malo estaban estrechamente unidos, llegando a formar un producto poco consistente. A partir de la mitad, la obra consigue suspender un poquito y atraer nuestra atención. Ya para el final, otra vez se cae estrepitosamente…
Quizás la escena más destacable es la que consigue recrear Mariela Morales con su conmovedora narración sobre el triste destino de Antígona y de Hemón, sin duda el punto más alto de la obra.
Hablando del vestuario, faltó arriesgarse en ese punto también. La onda de la puesta era estilo Matrix, como un Apocalipsis moderno, pero el vestuario se queda a medio camino, especialmente las Antígonas, parecían escapadas de una puesta más bien clásica; los agentes del orden que vestían botas militares y gabardinas, salían con los cabellos sueltos, cuando el papel requiere una pulcritud al extremo. Pero eso ya son gustos personales…
El día sábado volví a ir, y me sometí a ese suplicio otra vez. Salí con la misma impresión. El texto de Brecht merece mejor suerte.
Sobre las actuaciones, hmmm me parece que la obra necesitaba a actores con más experiencia para las siluetas principales. Ahora, hay que reconocer que existe una mejoría notable entre lo que dichos actores eran antes de la escuela, y lo que son hoy. Lo digo porque he visto a la mayoría en obras de todo tipo, y aunque en Antígona no consiguen hechizar, habrá que ver qué otras cosas logran como profesionales del teatro.
En resumen, Antígona es un gran texto…pero la puesta llevada a cabo por la Escuela Nacional de Teatro, transita entre la densidad y lo desangelado. No sé cuántos actores eran en escena, pero seguro eran más de 20, 20 actores desperdiciados, con un texto hermoso y cruel, que a excepción de una o dos escenas no consigue transmitirnos la debacle, el abismo, de la caída de un reino.
Obra: Antígona
Basada en: Antígona, de Bertolt Brecht
Dirección: Marcos Malavia
Actores: Sabrina Medinaceli, Hugo Francisquini, Elina Laurinavicus, Fred Núñez, Mariela Morales, Glenda Rodríguez, Gabriela Unzueta, Diego Paesano, Yovinka Arredondo, Mayte Haiek, Selma Valdivieso, etc..
Lo mejor: Música y escenografía.
Lo peor: La duración, lo denso y el final.
La escena: Mariela Morales en su relato sobre la muerte de Hemón
Lo más falsete: Los toques modernistas que esconden una obra tratada de una forma clásica.
El mensaje manifiesto: Los tiranos, tarde o temprano caen
El mensaje latente: El obrar mezquinamente, siempre es mal recompensado
El consejo: Tomá harto café, llevate una coca-cola, y chicle para no sucumbir ante el efecto narcótico de la obra.
La pregunta: ¿Dónde está Antígona?