Por: Mónica Heinrich V.
¿1939, te suena algo? pregunta un moribundo anciano a su nieto. El chico evoca rápidamente a la segunda guerra mundial, el anciano lo corrige: antes. Se refiere a febrero de 1939. La guerra civil española había dejado a casi medio millón de españoles en la frontera con Francia. Lo que en un principio fue un grupo de refugiados o exiliados políticos que buscaba sobrevivir pasó a ser un grupo de prisioneros en campos de concentración o internamiento.
Ajá, la guerra da para todo.
De eso trata Josep, una especie de biopic animada sobre la vida del español Josep Bartolí y su peregrinaje por siete campos de concentración. Primero a manos de los franceses, luego a manos de la Gestapo.
Bartolí fue un sindicalista, pintor, dibujante, escritor, escenógrafo que, perseguido por Franco, tendría una vida agitada e incómoda con el poder.
¿Qué mejor que otro artista para narrar su vida? Aurel es un caricaturista francés, estrella de Le Monde, que se enamoró del proyecto luego de leer La Retirada, un libro escrito por George Bartolí, el sobrino de Josep.
¿Un caricaturista contando la vida de un dibujante a través de la animación? Siéntense y vean.
El estilo como dibujante de Aurel se mezcla hábilmente con el homenaje a los dibujos que hizo Josep. El hilo narrativo lo conduce el guionista francés Jean Louis Milesi (a quien conocemos por Las Nieves del Kilimanjaro).
Volvamos al anciano moribundo y su nieto. El anciano moribundo es Serge, fue en su juventud un gendarme francés que controlaba el campo de concentración donde se encontraba Josep. Asqueado por las acciones de sus colegas, genera una relación de mutuo afecto y admiración con el artista español.
Al tener un contexto histórico, el guion no deja de expresar ideas u opiniones moralistas sobre las condiciones de los prisioneros, sobre el maltrato y los abusos a los que son sometidos, pero ahí donde un mensaje a la conciencia podría sonar desafinado, la animación de Aurel, las metáforas, la forma en la que matiza la violencia y los hechos imperdonables, construyen un delicado relato con el que es fácil empatizar. Sí, no deja de ser una ficción, y esa ficción que construye el director es bastante conmovedora.
Hay momentos donde vemos a las animaciones en una improvisada rumba flamenca, o las imágenes desprovistas casi de color, en tono sepia, para hacer énfasis a situaciones tristes, o a los refugiados bañándose en el mar, o la obra de Bartolí en las manos del dibujo creado por Aurel, o a Bartolí que dice que solo volverá a España para escupir en la tumba de Franco, o a Bartolí que no volvió, sino que quedó suspendido en las galerías de arte de New York.
Narcís Molins representante del Poum (Partido Obrero de Unificación Marxista) en París, hablaría de Josep ante Frida Kahlo diciendo: “es uno de los mejores artistas satíricos españoles e indudablemente el mejor que ha producido la guerra civil y ha comprendido la tragedia del alma española”. Frida tendría que esperar para conocerlo. Tendría que esperar que Josep huyera de las ejecuciones, de los trenes, de los franceses, de los alemanes.
Aurel no deja fuera a Frida, porque Frida también fue parte de la vida de Bartolí. En la animación aparece hermosa, colorida, e insta a Bartolí a abandonar el blanco y negro. En la vida real, Bartolí empezó a usar colores después de enamorarse de Frida. En la animación, Frida dice: “anoche sentía como si muchas alas me acariciaran toda, como si en la yema de tus dedos hubiera bocas que me besaran la piel”. En la vida real, Frida escribió lo mismo para un Bartolí que terminó evocándola en su ceguera.
La animación, sin embargo, peca a veces de esa ingenuidad que romantiza las luchas. Una lucha que como dice el mismo Bartolí pudo haberlo llevado a asesinar a un hombre sin ascos (Trosky). ¿Es la causa el motivo suficiente para justificar un asesinato?
La mirada de Aurel es conmovedora, sí, pero distante. Esa distancia hace que veamos al sobreviviente y no al hombre. O, tal vez, la idea final del caricaturista francés sea quedarnos también con Serge, el gendarme desertor que decidió desobedecer órdenes. Esa necesaria desobediencia en tiempos en los que se pierde la humanidad.
Josep es también un recordatorio de cómo han pasado tantos años y el mundo sigue siendo ese campo de refugiados francés que se transforma fácilmente en campo de concentración, ese lugar en el que se buscó refugio o una mejor vida que termina convirtiéndose en un lugar para ser abusados o denigrados.
Aurel, en ese sentido, no se equivoca. Sus dibujos, al igual que los de Bartolí, son el arma más poderosa.
Lo mejor: Por momentos muy hermosa. También es necesaria como memoria histórica Lo peor:… La escena: cuando dicen «huele a sangre» o cuando se une el dibujante actual con el dibujante del pasado y con lo dibujado Lo más falsete: … El mensaje manifiesto: todo lo bueno puede corromperse El mensaje latente: siempre hay espacio para la esperanza El consejo: para verla El personaje entrañable: los que no lograron sobrevivir, y también los que sobrevivieron El personaje emputante: la guerra que todo lo destruye El agradecimiento: por la belleza, por la ternura, por la esperanza.
Monica, el tema de la guerra civil española es por un lado un asunto que no está aun completamente digerido en la sociedad española y por otro lado es un filón valioso para libros, novelas, peliculas etc. Voy a intentar encontrar a «Cesar» que me interesa mucho!
Me quedo con esa frase tuya: «Esa necesaria desobediencia en tiempos en los que se pierde la humanidad.» Hoy como ayer….
Pablo! Sí, pues. Es muy difícil asumir y reconciliarse con esos periodos tan oscuros. Abrazo.