Por: Mónica Heinrich V.
Jacob Yi (Steven Yeun) lleva trabajando quichicientos años en un criadero de gallinas. Su labor consiste en separar, previa mirada a los orificios anales, hembras y machos. Su esposa, Mónica Yi (Han Ye-Ri) también cumple la misma labor. Los machos son desechados porque su carne no es rica y no pueden poner huevos. Se verá un denso humo saliendo de los hornos a donde van a morir. “Por eso vos y yo no tenemos que ser inútiles”, le dice Jacob a su pequeño hijo David cuando le pregunta por el humo. En esa escena se condensa ese afán casi obsesivo de Jacob por ser algo más en este mundo triste y cruel.
La familia Yi se acaba de mudar de ciudad y vemos en la expresión de Mónica que esa casa con ruedas en medio de la nada no es lo que tenía en mente. Ella quería que sus hijos, Anne y David, tengan hospital, colegio y comodidades cerca. Jacob, por su parte, tiene una visión para ese lugar, una visión que necesitará de mucho trabajo, sus ahorros, préstamos bancarios y algo de suerte. Y claro, la paciencia de Mónica.
Esta tensión que sobrevuela Minari se condimenta con una rara enfermedad cardiaca de David, el hijo pequeño de la pareja, y la llegada de la abuela (mamá de Mónica) desde Korea para tratar de ayudarlos con el cuidado de los niños.
El director y guionista Lee Isaac Chung, narra desde sus vivencias infantiles como korean boy in a Arkansas town, la historia de esta familia. Nuestro amigo Chung toca los botones necesarios para que deseemos desesperadamente que Jacob cumpla sus objetivos. Y hay algo en el armado de la película, en su onda minimalista que te genera emociones incluso a contramano de tu raciocinio. Porque una parte tuya reconoce los trucos del drama, pero aún así sufrís con Jacob y la inminente debacle que se cierne sobre él.
Además de la necesidad de cumplir el sueño americano, la llegada de la abuela (Youn Yuh-jung) exhibe la brecha entre generaciones de coreanos criados en USA que no están tan conectados a sus raíces y el proceso de readaptación entre familiares que viven separados en países distintos. Sufrí mucho con la abuela, porque cuando se es adulto (como espectador) estos personajes adquieren otro significado.
Minari entonces se convierte, como su nombre lo indica, en este apio de agua plantado en un lugar inhóspito que trata de florecer a pesar de no ser su lugar de origen, a pesar de no saber si va a responder a la tierra y al agua, a pesar de todo.
Los pequeños conflictos están planteados con mucho tino, y los personajes secundarios como Paul (Will Patton) terminan de configurar este universo en el que esta familia coreana intenta encajar.
La relación de pareja quebrada por la casi fuera de perspectiva ilusión de Jacob de plantar, cosechar, vender, se convierte en uno de los puntos más atractivos de la película, porque además se ven casi desde el punto de vista de los niños que son testigos de este quiebre quizás de una forma aún más consciente que la misma pareja.
A destacar la presencia de Youn Yuh-jung, a quien amaremos eternamente por Mother, y que una vez más se entrega completamente a la representación de esta abuela que “no parece abuela” y que terminará definiendo sin querer el futuro de la familia Yi. Steve Yeun, conocido como Glen en The Walking Dead, sigue haciendo trabajos interesantes y sacando de nuestra memoria su horrible destino a manos de Negan.
Ahora, tal vez Chung en su afán de llevar a sus personajes por la senda que tenía trazada termina manipulando demasiado la historia, esa maña molesta de algunos directores/guionistas de salirse siempre con la suya. Que no está mal, pero si lo hacés hay que intentar que no lo notemos. SPOILER Porque sí, mientras el galpón se quemaba, y la abuela había quedado como quedó después de su derrame, faltaba que el niño caiga fulminado al piso, era como esa ley de Murphy en la que “Si algo malo puede pasar, pasará”. Y uno como espectador, que prácticamente está con los pompones y la pancarta de Go, Jacob, Go, empieza a sentir que Jacob no lo va a lograr, que la vida es ese tren que a veces pasa y te pisa a toda máquina y deja tus tripas regadas en las rieles.
Chung, que en su infancia también fue el korean boy in a Arkasans town, ya decidió qué quiere decirnos. Ya decidió cómo quiere que quedemos después de ver su película. Y lo que sentís es esa conmoción propia del que puede ver en la pantalla puntos en común con sus personajes. Y encima preocuparte por su futuro. Y vuelvo a lo de esa lucha contra el raciocinio, porque pasa algo curioso con Minari, Chung es tan hábil que incluso con su final happy ending, motivacional que podría hacer que tu cínico interior piense: ¡Por favor! Han perdido todo, están en el hoyo...las tripas están hasta colgadas de los postes de luz… dentro tuyo sabés con cierta humedad ocular que quizás lo más importante que te llevés de esta experiencia es la certeza que como el apio de agua que crece en cualquier lugar (sirve la cursilería) siempre podemos volver a empezar. FIN DEL SPOILER
Lo mejor: Linda, pequeña, logra su objetivo: conmover Lo peor: en su último tramo se nota mucho la mano del director Lo más falsete: el exceso de desgracias El mensaje manifiesto: No existe el sueño americano El mensaje latente: Lo que existe es el trabajo y la persistencia La escena: la charla de David con su abuela sobre la muerte en la que ella le dice: No, Thank you…Heaven El personaje entrañable: la verdad, que sentí simpatía por todos los personajes El personaje emputante: el horno donde quemaban a los pollitos El agradecimiento: por la sensibilidad.
Con un comentario asi es un error de lesa cordura no ver la película liebe Monica! Mucho mas sintiéndose a veces como ese apio de agua que crece/no crece que es lo que me he sentido muchas veces como inmigrante. Y naturalmente con ese magistral toque de director que “ en su onda minimalista te genera emociones incluso a contramano de tu raciocinio…..” que es un detalle que no alcanza cualquier película asi nomas!
Pablo, a ver qué te parece! Hay espectadores que la encuentran muy simplona y sin chiste, pero a mí sí me llegó en algunos niveles.
Abrazo!