Por: Mónica Heinrich V.
Un 22 de Julio como el de hoy, hace ya ocho años, Anders Breivik asesinó a tiros a 69 adolescentes en la isla noruega Utoya y a 8 personas en Oslo, como consecuencia de un ataque bomba.
Centenares de adolescentes estaban en un campamento de verano organizado por un partido de izquierda en Utoya. Recuerdo pensar en la cifra y en las edades de los chicos muertos y sentirme absolutamente devastada con esa noticia. Cuando se supo que el ataque a la isla duró una hora y diecisiete minutos, ni siquiera pude imaginar o entender cómo pasó. Hasta la fecha, parece una historia sacada de la mente de algún retorcido guionista.
Antes que saliera a la luz el nombre del atacante, los rumores y opiniones que corrían por las redes sociales culpaban a los musulmanes. Había la certeza instalada de que solo un musulmán pudo cometer semejante barbarie. Un caballo de Dios, como le dicen a los atacantes suicidas. Luego, emergió el nombre de Breivik y el mundo descubrió que el terrorista, el asesino, era un masón nacionalista y conservador, que culpaba a los musulmanes, a los comunistas y a las feministas de las desgracias del mundo moderno.
Breivik durante su infancia, adolescencia y juventud mostró todas las señales de alarma sobre su salud mental, en un país tan estructurado como Noruega hay hasta informes psiquiátricos de su infancia que arrojaron datos alarmantes. Desgraciadamente, nadie hizo nada y el chico con problemas creció y terminó de explotar.
Hay varios trabajos que han intentado recrear el horror, homenajear a las víctimas, retratar al asesino, con distintos resultados. Sigo creyendo que nada puede ni siquiera rozar lo que significa desde lo social, humano, político, y psicológico lo que pasó en Utoya.
22 de Julio (Paul Greengrass)
Paul Greengrass se hizo conocido por Bloody Sunday (2002), una recreación del famoso Domingo Sangriento irlandés en el que las tropas inglesas abrieron fuego sobre ciudadanos en Derry. La película en sus inicios fue pensada para la televisión, pero Greengrass le dio cierto toque documental que la hizo bastante atractiva para los festivales e incluso terminó ganando unos cuantos premios. A mí Bloody Sunday me pareció bastante correcta, la vi hace muchos años y fue uno de mis primeros acercamientos al conflicto irlandés.
También sufrí con United 93, un relato sobre el único vuelo de los secuestrados el 11 de septiembre que no llegó a destino. El vuelo fue tomado por terroristas, pero se especula que lo neutralizaron los mismos civiles del avión que heroicamente lograron que se estrellara en otra zona y no en el Capitolio. Eso o lo tumbaron los gringos.
En ambas películas la cámara acompañaba a los civiles, a las víctimas.
Y claro, Greengrass es el director de la trilogía Bourne, que ha tenido sus altas y sus bajas (más bajas después de su primera entrega), pero que en definitiva siguió mostrándolo como un tipo con mucho oficio.
El atentado de Utoya, sin embargo, le quedó grande. Ante un relato de esta envergadura hay que escoger dónde se pone el foco, y Greengrass le dedica una primera media hora bastante mediocre a la masacre de la isla y luego convierte la película en un drama judicial (el juicio de Breivik) y en un drama de superación personal, las penurias de Viljar, un adolescente que queda con terribles secuelas físicas y psicológicas producto del ataque. En las tres aristas que toma de la historia, ninguna brilla a plenitud y sí adolecen de mucho lugar común.
Me parece que una película con esta temática debería dejar claro que Breivik es un pobre tipo, una construcción de la sociedad y un olvido de la oportuna intervención de la salud mental. Sin embargo, Breivik es mostrado como un villano de manual. El psicópata que Hollywood espera que veamos y temamos. Una interrogante de la que nadie es responsable, y que, por ende, ese origen desconocido lo vuelve aún más terrorífico.
La película se queda en la comodidad de fingir que lo que pasó es un hecho aislado y será combatido por la sociedad civilizada, que indignada consigue sobreponerse a sus muertos. Lo hace con actitud de moralidad superior y además dejando que el Breivik ficcional emita sus pensamientos más articulados, esos que podrían reclutar a más Breiviks, cuando en realidad las burreras que hablaba Breivik eran desordenadas, delirantes y más allá de lo que entendemos por «maldad», había una profunda perturbación psiquiátrica.
Greengrass elige el camino del negro y el blanco, el bueno y el malo, la víctima y el victimario. La sociedad y las anomalías de la sociedad. Tiene buenos actores, entre los que destaca el noruego Anders Danielson a quien tengo cariño por sus trabajos en las películas de Joachim Trier (reseñadas ACÁ). Danielson intenta dotar de cierta humanidad a su tocayo, pero la historia se empeña en mostrarlo como el Hannibal Lecter del «basado en hechos reales». Está bien contada desde los objetivos de Greengrass, pero, al final, 22 July es más efectista que inmersiva y en conclusión, resulta una oportunidad perdida.
Lo mejor: Greengrass filma bien y Anders Danielson Lo peor: Sirve de plataforma para que Breivik siga diciendo sus estupideces sin dar un contexto que lo justifique (el de dejar a Breivik llevar su discurso al cine) La escena: cuando le pasa lo que le pasa a Viljar Lo más falsete: cuando el abogado lo deja con la mano extendida al final y el discurso que le da a Anders El mensaje manifiesto: Somos una sociedad enferma que crea enfermos El mensaje latente: Esos enfermos seguirán apareciendo hasta que no se tome más seriamente la salud mental El consejo: si querés verla, está en Netflix El personaje entrañable: los sobrevivientes El personaje emputante: la politiquería El agradecimiento: por Danielson.
Utøya 22. juli (Erik Poppe)
A diferencia de la película de Greengrass, en Utøya 22. juli los actores son noruegos y hablan en noruego y el director, Poppe, también es noruego.
Poppe no se anduvo con vueltas y filmó su película en un vertiginoso y aterrador plano secuencia. Aparentemente es un solo plano secuencia, y en las informaciones de la película dicen que se filmó toda la historia una vez cada día en cinco días y que lo que se exhibe en el cine es el último día de filmación. Ignoro si en postproducción han hecho algunos cortes en los barridos o cuando la cámara está en el suelo, pero la vivencia que uno tiene como espectador es que es un solo plano secuencia.
No he visto nada de Poppe antes, así que cuando parece que Kaya (la jovencísima y actriz debutante: Andrea Berntzen) rompe la cuarta pared (habla a cámara) y el plano secuencia inicia, me dije «este director es bueno».
Poppe se pone del lado de las víctimas. No sabemos qué pasa, no vemos a Breivik, solo en una ocasión habrá una silueta lejana que está en el momento justo para que sepamos que el atacante existe, es una realidad.
Kaja es una adolescente simpática que está en Utoya con su hermana, Emilia, a quien busca desesperadamente una vez comienza el tiroteo.
Creo que el mayor logro de Poppe está en la angustia que genera la situación y en el realismo que impregna cada una de las escenas. Una película que no parece una película, y que hace que incluso se te llenen los ojos de lágrimas sin recurrir a ningún truco. Solo el escape de estos chicos, las comunicaciones con padres de los que nunca escuchamos sus voces en primer plano, la confusión de no saber por qué la policía les estaba disparando (Breivik se disfrazó de policía durante el tiroteo) y de no saber cuántas personas eran los atacantes, son suficientes para mantenerte en vilo.
No hay mucho hay mucho más que decir, porque la cámara está puesta en la supervivencia y no en las motivaciones, y desde ese ángulo resulta más aterradora que todas las escenas como villano de Breivik en la película de Greengrass. La película contó con la colaboración de sobrevivientes que aportaron para crear el guion escrito a tres manos entre el director, Anna Bache y Siv Rajendra.
«Quise tener cuidado de no darle más atención (a Breivik) y darle a las víctimas la atención que se merecen» dijo Poppe en una entrevista sobre el objetivo de su película, y, en eso, acierta. Porque en la vida real, lo que pasó el 22 de Julio tiene peso por las víctimas, por las vidas que se perdieron, de lo contrario Breivik continuaría enfermo y anónimo en su casa.
Quizás al final, Poppe, intenta comunicar lo que la película no comunica con excesivas placas explicativas…y cierra con tono premonitorio algo que de por sí es una admonición.
Lo mejor: Vertiginosa y aterradora Lo peor: fue real La escena: el inicio y el final Lo más falsete: la canción El mensaje manifiesto: las víctimas siempre deben pesar más que el victimario El mensaje latente: hay que dejar de darles atención a los victimarios El consejo: si querés verla, está en las carteleras de cine El personaje entrañable: los sobrevivientes El personaje emputante: la muerte que todo se lo lleva El agradecimiento: por los sobrevivientes.
Reconstructing Utøya (Carl Javér)
El cineasta sueco Ruben Öslund, director de The Square y Force Majeure, dijo «Es posible hablar eternamente de porqué esta película es buena e interesante. Vela, y tendrás horas de conversaciones» y puede que tenga razón.
En un estudio de cine se juntaron Rakel, Mohammed, Jenny y Torje. Cuatro sobrevivientes del atentado de Utoya. Juntos recrearon lo vivido con la ayuda de 12 jóvenes noruegos que fueron parte de las dramatizaciones. Un psicólogo estuvo presente durante todo el proceso. Carl Javér es el director de Reconstructing Utøya, este curioso y extremo experimento cinematográfico.
Los sobrevivientes eligen entre los jóvenes a uno que los represente y les van contando sus sentimientos, sus vivencias dentro del campamento y cada cosa que recuerdan de relevancia del día de los hechos. Es muy triste verlo, y al mismo tiempo se admira a los chicos que tienen la valentía de dar su testimonio y de revivir hechos tan traumáticos. Los jóvenes que acompañan la dramatización se sienten igual de golpeados que el espectador al ponerse literalmente en el lugar de los afectados.
En una suerte de representación estilo Dogville, los chicos usan cintas adhesivas para demarcar espacios: bordes de acantilados, bosques, salas de reuniones, carpas, o hasta para marcar las pisadas del asesino. De esa manera, conocemos a Rakel, a Mohammed, a Torje, a Jenny…los llegamos a querer, no son un número o el objetivo de un terrorista, son solamente personas y sufrimos más por saber que a sus dieciséis o catorce años vivieron lo que nadie debería vivir.
El testimonio de Torje, es el del hermano menor de Viljar, ambos también son representados en la película de Paul Greengrass.
La verdad que este trabajo del documentalista Javér es inclasificable. Ha creado una sensación similar a la de The Act of killing (reseñada ACÁ), pero al mismo tiempo la forma de presentarlo es casi una performance artística, en la que ver a los sobrevivientes recreando los sonidos de los disparos o dando el acción para que la dramatización empiece, es algo que tampoco se puede describir.
No voy a negar que me sentí un poco incómoda, lo visto en este documental me pareció demasiado íntimo y jodido, hubo una parte de mí que lo rechazó porque me parecía que no me correspondía entrar en esa especie de terapia, en todo caso, cuando el final llegó…hubo una especie de bálsamo, de sanación, que me dejó perpleja.
Una Reconstrucción, sin duda.
Lo mejor: extremo, artístico, inclasificable experimento Lo peor: incomodidad, demasiado íntimo y duro La escena: cuando recreaban los disparos o los chicos que actuaban de ellos se afectaban Lo más falsete: … El mensaje manifiesto: hay sanación, siempre hay sanación El mensaje latente: se sana pero no se olvida El consejo: vela YA! El personaje entrañable: las víctimas El personaje emputante: los traumas El agradecimiento: por tener los huevos de hacerla…
Monica, imagino que reseñar semejante tragedia es durísimo. Yo recuerdo aquellos terribles dias en las que la prensa publicaba diferentes versiones y me hacia cargo de las victimas y de sus desesperadas familias. (mi hija tenia 16 abriles en ese entonces) Como tantos temas del mundo este es también un filón para hacer una peli sobre el caso. Muy mal si -como dices en la primera reseña se le da al maldito criminal la oportunidad de plantear su discurso al vasto publico.
En mi opinión (y coincido una vez mas contigo): las víctimas deben pesar mas que el victimario. La pregunta que me hago es: Será posible hacer una pelicula a la altura de las circunstancias? Imagino que REKONSTRUKSJON UTOYA sería la respuesta. Pero asi y todo no veré ninguna de estas peliculas que me dejarín simplemente devastado…..
pablo, pues sí…en películas que he visto sobre este tipo de hechos se le suele dar más pantalla al asesino y lo único que se logra es darle lo que siempre quiso.
Ya me comentarás si consigues ver alguna…aunque las tres son muy difíciles de ver…sobre todo el documental…
Abrazos!