SOCIEDAD: La pelota es una piedra
Por: Eva Sofía Sánchez
No me importaría perder todos los partidos, siempre y cuando ganemos la Liga.
(Mark Viduka, ex delantero del Newcastle)
La escena se repite cada domingo.
Cientos de hinchas marchan hacia el Ramón Tahuichi Aguilera. Durante la peregrinación ellos cantan, saltan y se abrazan. Son una hermosa hermandad. Desde horas antes -incluso días- fueron invadidos por la ansiedad e incertidumbre del partido:
– “¿Será que ahora ganamos?”
– “¡Ojalá no metan a ese vende humo a la cancha!”
– “¡De nuevo el mismo árbitro vendido!”
– “¡Dirigentes malditos hagan algo!”
– “Si el DT se equivoca esta vez se tiene que ir”.
Ellos cargan banderas, visten la camiseta del equipo ‘de sus amores’, especulan acerca de la alineación y recuerdan glorias y tristezas del pasado. La ilusión es intensa y la esperanza es lo último que se pierde; aun cuando sus equipos estén en media tabla y luchando contra deudas impagables y el fantasma del descenso.
¿Alguna vez hemos visto a personas tan apresuradas por asistir a su propio entierro?
El espectáculo dentro del estadio está en la gradería. Desde ella los hinchas aplauden, corean, insultan y lloran. Hombres llorando por un equipo de fútbol. Esos mismos hombres que luego escribirán desde el Facebook:
– “Sos el equipo de mi amor”,
– “Mi corazón está con vos,”
– “Sos la alegría más grande de la vida”.
En una sociedad donde la expresividad emotiva es casi un tabú, los colores futboleros ablandan nuestros corazones y nos hacen vivir emociones casi incontrolables.
Qué gran tragedia es ser hincha de fútbol boliviano.
Ninguna cultura retrató la tragedia humana como la griega. Ellos hicieron que sus dioses y héroes vivan infiernos, resurrecciones, castigos y esperanzas vanas. El corazón de la tragedia nos dice que la naturaleza humana es absurda y condenada a heroísmos inútiles. Los hinchas de fútbol viven esta tragedia y tienen como mejor representación a un héroe griego: el rebelde Sísifo.
No se conoce a ciencia cierta el motivo de su castigo. Sísifo fue condenado a llevar una piedra hasta la cima de la montaña. Al llegar allí la piedra caía y debía empujarla nuevamente; durante la eternidad.
En 1942, Albert Camus explicó el carácter absurdo de la tragedia de Sísifo. En su ensayo titulado ‘El mito de Sísifo’, Camus escribió que durante este castigo nuestro héroe siente una inmensa y efímera libertad al alcanzar la cima de la montaña. Ese breve instante muere cuando la piedra cae.
Así es la corta alegría que se vive al ganar un partido de fútbol o incluso un campeonato. Las pelotas son las piedras, los hinchas son pequeños Sísifos escalando hacia la cima, la pasión absurda del fútbol es la montaña.
Tras la inevitable derrota nuestras vidas volverán a ser las mismas. Tomaremos calculadoras, especularemos posibilidades, discutiremos errores y aciertos. Así seguirá rodando esta piedra, hasta el próximo domingo, cuando nuevamente nos vistamos de héroes de una hermosa tragedia griega.
Eva Sofía Sánchez