En el 2004, trabajando para ESCENAS de EL DEBER, tuve la oportunidad de entrevistar a Raúl Lara. En ese momento no conocía la obra del señor, recuerdo que llegué sin mayores expectativas y conforme fui viendo los cuadros me entusiasmaba, él al notar el entusiasmo me preguntaba qué me parecían los cuadros. Yo respondía: «qué hermoso», «bello», y era sincera, nunca he dicho algo que no sienta realmente.
Esta nota salió publicada el 9 de octubre del 2004, siempre me dije: Tengo que hacerle otra entrevista más larga. Desgraciadamente, nunca podré cumplir ese deseo. Lara murió hace un par de meses luego de batallar contra el cáncer, sin embargo dejó algo más importante que entrevistas o reportajes postmortem, un trabajo vibrante, colorido, hermoso, que cualquiera puede apreciar y amar.
PINCEL ONIRICO
El pintor crea un puente entre la realidad y la fantasía. Derrama sobre el lienzo un mundo mágico. Por primera vez expone en Santa Cruz de la Sierra y deja que el público cruceño comparta su viaje a través del óleo, la témpera y la acuarela
Mónica Heinrich V.
Los cuadros todavía no estaban colgados. Un pintor (de brocha gorda) revestía las paredes con un color grisáceo para que éstas sean el respaldo tácito de los personajes levitantes de Raúl Lara. El orureño, de baja estatura y mirada despierta, mostraba con sencillez los frutos de su trazo en la galería Oxígeno.Un despliegue de colores, donde predominaba el magenta abría ante los ojos de un franco espectador un mundo mágico. “Es como las parejas, se puede tener una con la que se conviva bien y quizás con otra no tan bien. En los colores ocurre lo mismo, se busca la afinidad. Por eso, en mi obra verán que los azules siempre están cerca de los naranjas y los violetas con los amarillos. Busco el complemento, la convivencia”,explicó Lara.
Su lienzo diego@pablo.com se encontraba recostado sobre la pared exhibiendo con descaro las piernas de la protagonista de Diego Velázquez en Las meninas. La derecha superior del mismo cuadro estaba ocupada por El Guernica de Pablo Picasso, en colores oscuros.
Así, como en su momento, Lara se sintió tan fascinado por Vincent van Gogh que terminó creando una muestra de 40 cuadros; ahora, esta obra marca el inicio de un proyecto a futuro.Para el pintor, el proceso creativo es subjetivo y muy cambiante. “Por ahí uno ve la tela en blanco y piensa en qué va a hacer. Es como meterse a la piscina y no saber qué va a pasar si podremos cruzar al otro lado. El resultado es siempre impredecible”. El pintor afirma que cuando empieza un cuadro no sabe cómo va a terminarlo. “Muchas cosas suceden por accidente”, reflexionó.
Su trabajo ya es reconocido internacionalmente. No es un hecho fortuito tomando en cuenta que Raúl Lara es el único pintor boliviano que ha sido acreedor del primer premio en el Concurso Internacional de Pintura del Bicentenario del Libertador Simón Bolívar. “Mi obra tuvo más trascendencia internacional porque ese concurso fue convocado en varios países, y de cada país lo más representativo de los pintores; ese galardón realmente fue un trampolín al área internacional. Es un hito dentro de la pintura boliviana”.
No le gusta ser limitado por un rótulo que defina su estilo. “Son los críticos de arte y el público en general los que buscan definir el estilo del artista. Yo no estoy de acuerdo con los esquemas. Mi propuesta es unir la realidad con la magia”.
Se detiene ante El malabarista, una de sus obras más llamativa. “¿Qué le parece?”, pregunta expectante. Una mujer gorda con cabeza pequeña y ataviada con ligueros es la figura central. En la parte inferior, otra mujer de cabellera morada y fumando un cigarrillo se adueña del toque moderno del cuadro. Por si fuera poco, una figura que levita cerca de una ventana pequeña termina de configurar el triángulo. “Aquí había una mano que tocaba la ventana, pero era muy hermosa y rompía con el protagonismo de ella (señala a la mujer gorda)”.
La entrevista es interrumpida por dos colombianas que se acercan a saludar a Lara. “Tenía que pasar a ver su obra. Usted sabe que debo ser su mayor admiradora”, exclamó una de ellas emocionada. “No me puedo ir de Bolivia sin comprar uno de sus cuadros”, agregó. Saludos y comentarios de por medio, Lara vuelve hacia la grabadora.
Sus cuadros se venden a muy buen precio. “El asunto es que yo vivo para la pintura no de la pintura. Cuando hago un cuadro no estoy pensando en cuánto lo voy a vender. Gracias a Dios a la gente le gusta y compra”, comentó.
Hay otro cuadro cubierto en plástico donde los personajes tienen caras especiales. Saca la envoltura y pregunta: “¿Le gusta?”. Se trata de una obra trabajada en témpera. “Tiene una cualidad que es un poco el óleo y la acuarela a la vez. Ofrece la ductilidad de ambos y la posibilidad de que con el pincel se pueda restregar, acentuar o volver a dibujar encima. A mí eso me encanta”, indicó.
Se nota que ama lo que hace y no tiene reparos en expresarlo. “Hay que tener una filosofía clara. Lo que quiero es pintar siempre con amor, con ganas, con pasión, si no existen esos elementos se hace una pintura de concesión al público, al gusto, a veces al mal gusto. No se puede promocionar una obra como si fuera Coca-Cola, eso no es arte”, enfatizó.
Lara estudió en Buenos Aires y su especialidad son los frescos. Le gustaría pintar alguno en Santa Cruz de la Sierra, siempre y cuando haya el lugar adecuado y se le pague lo justo. “El fresco es un material tan noble que la Capilla Sixtina de Miguel Ángel hasta ahora existe. Es un trabajo moroso como ser un pintor albañil”, comentó.
Sobre el futuro de la pintura en Bolivia es optimista. Piensa que el arte necesita del apoyo de la empresa privada y del Gobierno. “Sé que el presidente Mesa es un hombre con mucha cultura, que tiene el propósito de apoyar el arte. En el resto de los países los artistas tienen museos y auspiciadores que los respalden. En Bolivia no hay museos especializados en mostrar a los nuevos artistas, no se incentiva a los pintores, no se los promociona. Ocurre que estamos olvidados”, admitió con tristeza.