Mientras Cristiano Ronaldo demostraba al mundo que se ve muy bonito en las pancartas y en las publicidades de Armani, pero que en la cancha poco hacía (aparte de verse muy bonito) y encima era un desagradable perdedor, yo me sumergía en una lista pendiente de películas. Una lista variada de 15 títulos, a la que denominé mi “tarea de la semana” y que encabezaba Persépolis, filme que me fue recomendado a través del mail por una lectora de esta columna de opinión.
Me habían dicho que si amé Vals con Bashir, me gustaría a fuerzas Persépolis, y confiada en ese argumento tan tentador puse play. Era la noche de un martes, en Santa Cruz de la Sierra hacía algo de frío. Antes de entrar a mi claustro, había pasado por un surtidor para comprar algunas “gollorías” que sirvan de acompañamiento a un insomnio crónico y a un cerrito de películas que me esperaban como cómplice mudo de la anarquía reinante en este país con respecto al contrabando, piratería y libre albedrío.
Mientras me revolcaba en mi hedonismo, recordaba que hace varios años, Michael Moore a través de su documental Fahreinheit 9/11 dejó muy claro que el país que invadió Irak y Afganistán con la venia de los organismos internacionales, le había echado el ojo a las riquezas de Irán, y que tarde o temprano iban a hacer la gran Bart Simpson: Matanga dijo la changa. No era casualidad que este recuerdo me venga a la mente, el día anterior en Cuba, Fidel Castro afirmaba que USA e Israel estaban planeando atacar Irán en cualquier instante, y además insistía en que si esto sucede se desataría una guerra nuclear. D´Escoto (ex presidente de la Asamblea de las Naciones Unidas) ya había advertido con horas de diferencia, que se avecinaba la tercera guerra mundial por el mismo temita, llamando sátrapas a todas las cabecitas que estaban craneando desatar irresponsablemente una “catástrofe” (decía el mismísimo Sarkozy).
Volviendo al presente, en Sudáfrica los octavos de final concluían y todos nos sentíamos felices porque la jabulani entraba al arco del equipo apoyado. La euforia se desataba en las calles de los países clasificados, el orgullo hacía ondear banderas y Messi era el Messi de todos. En Irán, con Ahmanidejad al poder, se hablaba de guerra psicológica, de reactivar el diálogo nuclear en agosto y de los planes de emergencia para paliar las sanciones internacionales hacia el sufrido país. La actitud asumida por la comunidad internacional en beneficio de Israel y USA, tendría “graves consecuencias”, afirmaban. Más claro el agua.
En Bolivia, mientras Persépolis avanzaba… recordaba a un compañero de universidad, un tipo iraní que en una clase contó cómo lo aterrorizaban los ruidos fuertes. Durante casi toda su vida, la ciudad en la que creció fue constantemente bombardeada, y los ruidos fuertes lo remitían a esa sensación de zozobra, de miedo, por las bombas que caían a su alrededor. No te podías sentir seguro, contó.
En esas épocas de juventud naif, Irán se construía en mi mente como un país extraño, raro, lejano, peligroso, hasta freak. Persépolis me contaba la historia que hacía ver Irán no tan lejano, no tan extraño. Marjane Satrapi, mujer iraní, entre el 2000 y el 2004 lanzaría al mundo una colección de historietas contando en dibujos su vida. La historieta recibiría innumerables premios, y en el año 2007 la adaptarían a la pantalla gigante convirtiéndola en un largometraje animado.
Marjane, en el filme, comienza su historia en un aeropuerto de Francia. El presente se manejará a colores, y el pasado en blanco y negro. Mientras se fuma un cigarrillo y espera el vuelo que la llevará a Teherán, recuerda su vida. Un vistazo a los 70s en Irán, y a cómo ella, entonces una niña, se ve (a pesar de su corta edad) testigo de los cambios políticos y sociales del país. La caída del Sha, la “revolución”, la dictadura. Su parte infantil soñaba con ser una nueva profeta, gustaba de escuchar a Iron Maiden, y al ser criada por una familia progre, veía con estupor la cadena represiva que poco a poco se fue instalando a su alrededor. Será frecuente que escuche que un pariente ha sido liberado de la cárcel, o que otro fue fusilado, o que otro murió preso, o que los casi púberes guardias no les dejan hacer tal o cual cosa. Veremos los supermercados vacíos, la agresión contra la forma de vestir hacia la mujer, los presos políticos, los muertos, los cambios que se prometen y se cumplen pero trayendo sólo desgracia y terror. La familia clase media de la ya adolescente, decide enviarla a Vienna, para que pueda ser “libre” y no se exponga a terminar en prisión por su actitud rebelde.
El traslado, le trae nuevas experiencias. Lejos de sus padres, experimentará el amor, el rechazo, las burlas, el saltar de casa en casa buscando dónde establecerse, y mientras Persépolis avanza, y vos estás en Bolivia, con la opción de salir en ese preciso momento a comprar una botella de vino vistiendo top y minifalda, no podés evitar conectarte con Marjane, pensar en Irán y en el velo con tristeza, imaginar los cientos de miles de fusilados, las familias rotas, los mártires que buscan un paraíso (lleno de alegría y felicidad) que en la tierra, su tierra, no existe.
Hablada en francés, con las voces de Catherine Deneuve y Chiara Mastroianni entre otros, Persépolis condensa en sus 95 minutos la historia de un país, y lo hace a través de un relato emotivo, con dosis de humor, escenas poéticas, y buena música. Dirigido por la misma Sartrapi y el también historietista Vincent Paronnaud, el filme fue ampliamente criticado por el gobierno iraní, que manifestó su repudio al festival de Cannes, al haber premiado una película que mostraba “una cara irreal de la revolución iraní”. En Teherán el largometraje animado fue exhibido, pero cortando varias partes que se consideraron ofensivas y se quitó cualquier referencia sexual.
En el Festival Internacional de Cine de Bangkok, el director de dicho festival dijo que en conversaciones con la embajada iraní llegaron a la conclusión de que sería mejor que la película no se exhiba, aunque reconoció su validez como propuesta artística, pero alegó que había “otros temas” a considerar antes de exhibirlo.
El filme recrea una mirada nostálgica sobre las pérdidas. La pérdida de la libertad, de la inocencia, de la sensación de seguridad, la pérdida de raíces, y evoca con ternura a la abuela de la autora. Matriarca que pasó por un divorcio en un país donde el divorcio era mal visto, y que se metía jazmines en el sostén para cargar siempre un buen olor causando el embeleso de su nieta.
Cuando llega el final, y ves los jazmines animados, imaginás el olor. Ese olor particular e intenso del jazmín, olor que compañero de butaca me dijo una vez que no le gustaba porque le recordaba a los cementerios. Cementerios como las calles de Teherán, que a decir de la protagonista de la historia llevan los nombres de los mártires de la patria.
No dejo de pensar que ahora que la comunidad internacional le ha dado la espalda a un país gobernado por un personaje tan polémico y peligroso como Mahmoud Ahmadinejad, las predicciones de una inminente invasión a Irán parecen cumplirse, y es triste, porque así como en su momento los gobiernos occidentales estuvieron aupando la guerra entre Irak (apoyados por los americanos) e Irán, la posibilidad de que un pueblo que no conoce otra cosa que bombas y muertos sea invadido preocupa, sobresalta y desespera.
Los jazmines se multiplicarán, y seguramente cuando pasen muchos años habrán niños y niñas que hayan sobrevivido al horror, testigos que escribirán o dibujarán más historias como la de Persépolis.
LO MEJOR: Muy linda y poética
LO PEOR: Triste
LO MAS FALSETE: algunos elementos clichés
LA ESCENA: cuando cuenta cómo durante la guerra de Irak e Irán se mataron unos a otros con las armas que les vendieron a ambos bandos los occidentales.
EL MENSAJE MANIFIESTO: Somos de donde venimos
EL MENSAJE LATENTE: Tu cultura te acompaña a todas partes
EL CONSEJO: Todo bien con el Mundial, pero ponele algo de interés a las cosas jodidas que están pasando.
LA PREGUNTA: ¿y ahora, quién podrá defendernos?
Muy buena crítica. La película me gustó mucho porque narra precisamente el peligro de un Estado Teocrático.Sin embargo, también hay que reconocer que los Estados "modernos" siguen conservando algunas taras religiosas, por ejemplo, los EEUU que manejan el discurso de predestinación para dirigir al mundo.Saludos
Gracias Mario! pues sí, ninguna cultura se exime de los fundamentalismos en ciertos temas. Muy linda peli, para qué más.Saludos!