Este post donde copio una opinión sobre
La Manzana que escribí en el 2003, está dedicado a Jafar Panahi. Panahi es un cineasta iraní conocido por inmensas películas como
El Globo Blanco y
El Círculo que tuve la fortuna de ver.
Se cumplen ya 3 meses desde que el reconocido director fue puesto en prisión junto a su hija, otros amigos y otro cineasta. ¿Su crimen? Respaldó al dirigente opositor Mir Hosein Musaví en las presidenciales del año pasado, y en marzo fue acusado de estar preparando un filme sobre la polémica reelección de Ahmadineyad.
El sábado comenzó una huelga de hambre porque desde que fue puesto en prisión no le han brindado la asistencia de un abogado, y sufre maltratos y abusos. En el Festival de Cannes, que se está realizando en estos momentos, se ha elaborado una carta donde se clama por la liberación de Panahi, firmada por numerosas personalidades del cine.
Por su lado Kiarostami (gran gran director iraní) en la rueda de prensa de Copie conforme, su más reciente filme, tuvo palabras para su colega y compatriota, haciendo una airada reflexión sobre el régimen y sobre cómo el cine está siendo agredido por este tipo de situaciones.
Panahi había sido invitado como jurado a Cannes, al estar privado de su libertad no pudo asistir, pero una silla vacía se encuentra como símbolo de rechazo hacia su encarcelamiento.
Como es de esperar, la prensa o los medios no le han dado mucha bola al tema, que es jodido, y que nuevamente pone sobre el tapete la dura realidad que vive el pueblo iraní, menos mal que las lágrimas de Juliette Binoche en Cannes al saber que Panahi había comenzado una huelga de hambre, hizo que unos cuantos periódicos y revistas mencionaran el tema debajo de la foto llorosa de la actriz.
Un nuevo mundo
Si a mis 18 años pudiera filmar una película como ésta, me podría dar por bien servida. La directora Samira Makhmalbaf lo hizo, creó un film que puede servir como un testimonio, no sólo de la realidad iraní, sino de la realidad humana donde el relacionamiento social (con todas sus «normas» o «reglas») es parte de nuestra libertad.
Samira nos cuenta una historia de delicada belleza y armonía, de una exquisita simplicidad, dos hermanas que ya han alcanzado casi la adolescencia, han sido mantenidas en cautiverio en su propia casa, sin poder pasar más allá del portón que da a la calle, su padre aduce que como la madre es ciega, él deja encerradas a las tres mujeres para que no se pierdan ni les hagan daño.
Además, como parte de la cultura iraní, dice que si alguien llega a tocar a las niñas estas quedarían deshonradas y que ha sido por el bien de ellas que no les permitía salir. Como resultado, las niñas presentan un déficit en sus habilidades sociales y un atraso en su desarrollo de todos sus procesos, cognitivos, motores, etc..
Los vecinos cansados de ver a las niñas sin comer y en condiciones higiénicas precarias desde hace años, denuncian al hombre y la película arranca a partir de ese punto, cuando la asistente social se presenta en la casa para permitirles a las niña que salgan a la calle a enfrentarse con el mundo.
Es desde aquí, cuando la película encuentra ritmo, momentos de dulzura, de simpatía, de tristeza. La cámara sigue fielmente a ambas niñas en su descubrimiento del mundo, en esa aventura que el ser humano común y corriente desarrolla gradualmente de acuerdo a las necesidades de su evolución. En el caso de estas hermanitas, este descubrimiento se realiza tardíamente, en una etapa en que esas aptitudes sociales ya deberían estar sino pulidas, por lo menos manejables. Y somos partícipes, de lo nuevo, de lo cotidiano para nosotros pero de lo exhuberante para ellas, y el contenido del film, no se centra en el abuso del que eran objeto, sino en una visión positiva del mundo donde todo es posible y todo es superable, además de perdonable.
El final no se los cuento, pero déjenme decirles que llega con suavidad, cierra una historia que pudo ser tratada dramáticamente, con tintes de pornomiseria, pero la joven directora lo hace de una manera poética y dentro de esa poesía, real.
Las actuaciones son pasables, quizás da la sensación de que es más un documental que una película propiamente dicha, pero la sensación termina casi a la mitad del film, donde encontrás mucho más.
La dirección está muy bien lograda, en general, dicen que si bien Samira es la directora del filme, su padre (Mohsen Makhmalbaff: Kadanhar entre otras), un reconocido cineasta, quizás la pudo haber colaborado en algunos detalles.
La historia está basada en un hecho real, que no es el único, desgraciadamente son muchos los niños que se han visto privados de un desarrollo normal, ya sea por padres negligentes o ignorantes, o por padres que los encerraban por abuso.
Irán un país pobre, casi olvidado, cobra vida en la pantalla para mostrarnos la situación social, política de la mujer, de los niños, de las personas que en algunos casos ni siquiera han podido asistir a la escuela para recibir educación. Una sociedad sujeta por alfileres.
Una película que junto con Los Niños del cielo, El silencio, y otros nos muestran que filmes de lugares tan lejanos y quizás tan diferentes como Irán, encuentran un común de denominador en espectadores como nosotros: el ser humano y su libertad.