Todos la necesitan, todos la añoran, hay quienes se conforman con la felicidad en minúscula, hay quienes juran que no existe. El hecho es que se la busca conciente o inconcientemente. En el sexo, en las parejas, en la estabilidad económica, familiar, incluso en esos deseos prohibidos que escondemos. Algunos perversos, otros no tan perversos, pero siempre tabúes. Happiness habla de eso. El director Todd Solondz es un pendejo, hizo una película sobre la miseria humana y, como una bofetada, la titula FELICIDAD.
Más o menos cumple la declaración del escritor argentino Alejandro Dolina, que en un libro decía: “Al lado de la desdicha, se encuentra el verso perfecto”. Y Happiness es un recuento de desdicha, de soledades, de angustias, y por qué no? De crueldad.
La película se abre con una cena, ambientada en un restaurant de lujo. Una pareja conformada por Joy Jordan y su pretendiente de turno se encuentran rodeados de un halo romántico. En ese momento Joy justifica la decisión de finalizar la relación semi-amorosa que los une, le pide disculpas, le dice que lo lamenta, que él es un gran tipo, que le desea lo mejor…etc…El regordete y calvo individuo, observa al objeto de su afecto con sorpresa, no puede creer que lo dejen. Hasta ese momento, pensamos “pobre crispín”, empatizamos con el dejado…hasta ese momento. El gordo saca un obsequio para Joy, le dice que lo mandó a hacer especialmente para ella, es un objeto de colección…Joy llora emocionada, le agradece, le dice que nunca lo va a olvidar…y entonces, el gordo se lo quita, y le empieza a gritar que eso se lo va a regalar a su futura esposa y no a una cualquiera como ella, no a una nadie como ella, una pobre cojuda que está “llena de mierda”, palabras textuales…
Con esa primera escena, ya estamos casi preparados para toda la avalancha de crueldad y sordidez que se avecina. Un argumento realista que desnuda no sólo las llagas espirituales y psicológicas de la sociedad americana, sino que con un bisturí opera a corazón abierto al ser humano, mostrándonos íntimamente la oscuridad y la perversión que habita en cada uno de nosotros.
Para Solondz no hay concesiones. Y elige a una ficticia familia Jordan para mostrarnos los diversos grados de putrefacción, soledad y amargura. Joy es una treinteañera, que aún vive con sus padres, música fracasada, con personalidad frágil e ingenua, siempre presa fácil de vividores, abusivos y maleantes. Helen es la “exitosa” de la familia, escritora famosa, decepcionada por no haber experimentado violaciones ni sexo fuerte, tal como muestra en sus libros. En su vida diaria se desenvuelve con aires de diva, pero en la soledad de su departamento tiene las mismas frustraciones que todos. Trish es la que aparentemente tiene una vida perfecta, casada, con hijos, viviendo una vida apacible y de ensueño, que ella misma recalca siempre: es “perfecta”. Sin embargo, el sexo con su marido es casi inexistente y la relación que mantiene con su familia es absurdamente irreal. Como un comercial de detergente o de sopa Maggie.
El padre de estas tres chicas infelices, decide abandonar su matrimonio de muchísimos años, buscando algo que le permita reconectarse con el mundo, que le permita emocionarse, no esa pasividad asfixiante en la que se mueve con una mujer a la que prácticamente le ha visto la jeta toda la vida. La madre de estas tres chicas infelices, no entiende, no capta porqué su hasta entonces leal esposo necesita abandonar un vínculo del que ella depende.
Alrededor de estos personajes, INFELICES, pululan otros igual de oscuros, perversos, despiadados y patéticos. Un acosador telefónico que calma sus ansiedades sexuales llamando a su vecina de piso. Pero que en el fondo es un pobre tipo tímido, al que le sudan las manos y le tiembla la voz, cuando se topa cara a cara con el objeto de su acoso. Una solterona obesa que siente cosas profundas por el acosador y que en una escena que sólo puede calificarse de GRANDIOSA, le cuenta mientras se come un helado, cómo mató al portero del edificio y cortó su cuerpo en pedacitos para ponerlo en el refrigerador.
Y luego, el personaje más perturbador de todos, el que se lleva la palma, el que me persigue por las noches, el que me hace replantearme la idea de reproducirme o de traer hijos al mundo, pensando que existen tipos por ahí igualitos sueltos. Este retorcido personaje es Bill, el esposo de la que jura llevar la vida perfecta, Trish. A Bill lo conocemos a través de su primera escena, cuando en una sesión psiquiátrica cuenta un sueño recurrente: Él está en un parque, durante un soleado día. Los niños juegan, las parejas están haciéndose mimitos, los viejos caminan, los perros corren…etc…De un momento a otro, Bill saca una metralleta y barre con todo lo que pilla a su paso. “Y qué es diferente ahora?” le pregunta el psiquiatra sobre su relato. “Que en esta ocasión, no me suicido”, dice Bill. Ahí todos se estarán imaginando a un Cho Seung Hui (el de la masacre de Virginia Tech), pero lo de Bill es otra cosa. Bill es pedófilo y los amigos de su hijo pequeño lo tienen tan caliente que termina ideando un plan bastante perturbador para poder violar a uno de ellos. Si ustedes creen que la violación del amigo de su hijo, es lo peor que puede pasar con relación al tema de la pedofilia, es que todavía no vieron la “charla” que tiene este señor con su hijo acerca del tema, y lo que el hijo le pregunta. Otra escena INOLVIDABLE.
Cuenta con un reparto de lujo como la presencia de Philip Seymour Hoffman, Jon Lovitz, Jane Adams, Lara Flyn Boyle y otros actores que se meten dentro de la piel de personajes que pueden parecer demasiado oscuros, pero que en la vida real existen.
Todd Solondz es un polémico director, graduado de Yale, que se hizo relativamente conocido en el circuito independiente con “Bienvenidos a la casa de muñecas”, un filme que retraba la vida suburbana de una chica feucha y su entorno. Lo que en un principio nos suena a Betty La Fea, …se transforma en una cuestión menos complaciente con los no bendecidos por la naturaleza. Según Solondz, sí es difícil ser feo, sí en el colegio los compañeros te cagan con burlas, desplantes y otros, pero los feos pueden ser crueles también. Y el personaje creado por Solondz consigue empatía de la platea, y luego rabia. Así de jodido es este gringo. Y lo más interesante es que aunque en apariencia se trata de una historia sencilla, tiene unas dos o tres escenas que se quedarán grabadas como un tatuaje.
Eso es lo que hace Solondz, humor negro, corrosivo, un sarcasmo que apunta directamente al ombligo y dice: La sociedad apesta. C
onsiguiendo con Happiness su trabajo más redondo y más jodido hasta el momento. Un retrato de una familia como cualquier otra. Cuya apariencia “perfecta”, resulta ser un espejismo, donde los hallazgos macabros se suceden uno detrás de otro, y lo más pasmoso es que mientras el metraje avanza y uno dice: “Qué pervertidos”, nos queda la sensación de que estamos espiando por la ventana del vecino, de ese crispín al que le vemos su cara todos los días, pero del que no sabemos absolutamente nada.
Sí…es como cuando alguien lleva a cabo un acto atroz, un asesinato, un secuestro de un niño durante 8 o 10 años, o vuela un edificio con 300 personas dentro, o sencillamente se levanta una mañana aburrido y sale con un cuchillo a matar gente (como el japonés que lo hizo recientemente) y luego, luego los vecinos, la familia y la gente que los conocían, salen en la TV o en la prensa diciendo: “No entiendo, era tan buena persona. Un tipo educado, amable….”
De eso trata HAPPINESS, de la sordidez que habita dentro de cada uno de nosotros. De esa sordidez con que disfrazamos bajo esa infructuosa búsqueda de felicidad. Porque nosotros también somos “buenas personas, educadas, amables…”, pero en la soledad de nuestra habitación existen otros demonios.
CURIOSIDADES
– “Happiness” trajo consigo victorias y derrotas. Logró estrenarse sin calificaciones ominosas y sin que se la marginara a una “Red Box”. Pero también supuso el fin de Solondz con la distribución mayoritaria. October Films, subsidiaria de la Universal, se negó a distribuirla por su contenido. En específico por la escena de la charla entre Bill y su hijo sobre la violación de sus amigos.
– Fue considerada por muchos medios como la mejor película de 1998.
– Todd Solondz escribe y dirige todas sus películas.
– ganó por votación unánime el Premio de la Crítica Internacional en el Festival de Cannes de 1998, entre otros importantes reconocimientos.
Lo mejor: Una visión mordaz y crítica de las mentiras que nos contamos todos los días.
Lo peor: Dura y cruel.
Lo más falsete: nada
Haciendo un repaso de la cartelera local. Les puedo decir que:
1.- Se estrenó finalmente y porque Dios es grande: “No country for an old men” cuyo título en español es el poético No es país para viejos, pero que en la cartelera local aparece como Sin lugar para los débiles (qué horror!) …el caso es que se estrenó, tienen que verla, es un peliculón. Ya la vi, pero debo verla en pantalla gigante…además de la actuación de Bardem, tiene una de las escenas más buenas del año pasado: la de la moneda con la frase: “call it frendo”.
2.- Sobre La Momia 3, ahórrense 30 Bs, largas colas para entrar, y casi dos horas de película. Una cosa HORROROSA, con decirles que la última entrega de Indiana Jones parece cine de autor a su lado. Mal hecha, aburrida, con un argumento más pobre que Etiopía. Así que ya saben. Mala, mala, mala, muy mala.
3.- The Prom Night, es cine para adolescentes. Y lo peor, para adolescentes tarados. Con muy poca calidad, nada nuevo bajo el sol de lo que el género propone. Mal actuada, con una dirección poco inspirada. Relativamente entretenida, aunque prescindible del todo.
4.- Quiero Robarme a la novia, bien nomás. Nada para lanzar cohetes, y su argumento nos recuerda a My Best Friend Wedding, sin Julia Roberts y versión masculina, pero digerible. Bonita, sí…puede pasar.
5.- Hancock. Es difícil hablar sobre Hancock. Por un lado, si no te la tomás en serio la podés pasar muy bien, es hasta bizarra en su argumento por el poco sentido que tiene todo. PERO eso también le juega en contra. Porque no sabés qué carajos viste al final. De todas formas, por lo menos es entretenida y consigue arrancar una que otra sonrisa.