Sin duda, la gran tragedia de Shyamalan fue hacerse conocido en el mercado cinematográfico con un filme de la calidad de Sexto Sentido. A partir de ahí, nuestro hombre ha tratado de sorprendernos una y otra vez con rocambolescas historias, que generalmente intentan dar el “giro” que hizo de Sexto Sentido, una pequeña obrita de arte.
Pero adivinen qué, Shyamalan no es Hitchcock (uno de sus máximos referentes). Después de Sexto Sentido, este director indio que en su adolescencia hizo más de 45 películas caseras, no ha conseguido darnos nada que nos haga patalear de gusto.
Se puede creer que Sexto Sentido es su ópera prima porque fue con la que se hizo notar, pero el filme protagonizado por Bruce Willis fue su tercer largometraje, después que en 1992 lanzara Praying with anger y en 1998 Wide Awake.
Hasta ese momento, la filmografía de este curioso cineasta se caracterizaba por ser mucho más sosa y simple. Cuando el éxito llegó junto a Sexto Sentido en 1999, nuestro muchacho, parece que pensó: “He ahí la fórmula”, y se lanzó de lleno a darle duro y parejo a los temas “raros”, personajes “raros”, finales “raros”, y un tedioso etcétera.
A mí me encantó Sexto Sentido, hice una cola que llegaba hasta la Junín en el desaparecido Cine Palace, y salí extasiada. Amén de algunos cabos sueltos, la película fue una sorpresa y una experiencia gratificante. Eso hizo que me uniera alegremente al club de crispines que esperaban con ansias lo que Shyamalan iba a hacer después.
Fue así que llegó Unbreakable, película protagonizada por Bruce Willis y Samuel L. Jackson. El filme no era malo, pero no llenó las expectativas de NADIES. Y para qué mentir, su final me dejó con ganas de poner una bomba en su jardín. En esa época me expliqué pacientemente, que la culpa no la tenía Shyamalan, no. Que la culpa la tenía la gente. Y sobre todo los crispines como yo, que habíamos orillado a ese pobre hombre a hacer cosas demasiado tiradas de los pelos.
Me tranquilicé, bajo el proverbio turco de La paciencia es la llave del paraíso. Entonces esperé pacientemente mi Edén.
Y vino Señales. Quiero decir algo antes, algo que me redima de lo que estoy a punto de escribir. Odio a Mel Gibson. No sé porqué, simplemente lo detesto. Veo sus películas (las que dirige y las que protagoniza), porque no me queda otra. Señales, protagonizada por Mel Gibson tuvo buena acogida por parte de la crítica, pero a mí no me encantó tampoco, me entretuvo medianamente, aunque todas esas pajas mentales de creencias religiosas mezcladas con extraterrestres malos, no me resultó muy buena idea. Lo que me hizo verla con relativo placer fue la presencia de Joaquín Phoenix a quien considero un gran actor.
Al tiempito Shyamalan volvería con La Aldea, cuya temática central me pareció interesantísima, contó con grandes actores en su reparto, una hermosa fotografía y un toquecito de ambiente enrarecido, cabal y oportuno. El problema fue, que al igual que todo lo que ha hecho Shyamalan después de Sexto Sentido, su resolución no llega a redondear un producto que pudo tener un mejor destino.
Con eso llegamos a La dama del agua. EL HORROR!!! No podía creerlo, era capaz de pedir la eutanasia cuando estaba dentro de esa sala de cine y mi asiento quedaba en medio de un bollo de crispines. Terminada la película, mi acompañante y yo nos miramos profundamente consternados.
Este 2008, Shyamalan regresa después de 2 años de silencio. Había leído por ahí que el guión de esta película se lo rechazó Sancho, Pedro y Martín. Que le dijeron: “No, señorito. Esos despelotes en este estudio, no”. “Tenés que cambiar esto, y aquello, y estito más”, y que anduvo como gallina sin huato, hasta que en una epifanía redefinió su argumento y creó The Happening, o en español El fin de los tiempos.
La película empieza en Central Park, después de una leve brisa, la gente se queda estática, repite oraciones y da inicio un suicidio en cadena, donde la escena más brillante es la que ocurre en el edificio con los albañiles. Bonito, para qué. En ese momento dejé mi pipoca a un costado y le susurré a mi acompañante: “Vamos a ver cómo sale el “dire” de este chiverío”.
Luego aparece el protagonista Mark Whalberg que sigue dejando atrás su imagen de modelo de calzoncillos Calvin Klein e interpreta a un profesor de ciencias, que ya en la primera escena, si no estás opeando, nos da la conclusión de la película.
Bueno, que cunde el pánico en Nueva York y la gente comienza a huir de algo que hasta ese momento parece un “ataque terrorista”, guiñito a la paranoia americana …Mark que está casado con una tipa insoportable, o por lo menos, así la sentí yo (casi toda la película se la pasa con sus ojos azules brotados), huye también junto a la individua esta y la hija pequeña de un colega suyo, que otra vez en nombre del amor encarna al personaje boludo que regresa a buscar a su pareja a un lugar donde lo espera una muerte segura.
En realidad toda la película es eso, esta tropa de crispines huyendo del viento y de las plantas, para ser más exactos. Hay algunas escenitas bien logradas, el argumento no está mal, pero para variar la caga a la salida. Además los protagonistas son seres con los que nunca llegás a empatizar, la niña, por ejemplo, que es un recurso harto conocido para que la platea se ponga más nerviosa, tiene menos gracia que García Lineras bailando lambada.
El final llega, cuando vos ya sabés el final, y es coronado con algunos clichés típicos de novela mexicana. En general, El fin de los tiempos, se deja ver. Supuestamente es una filosófica mirada a nuestra existencia en el planeta tierra, lo mezquinos que hemos sido y la frase que podría resumir todo: “El que la hace, la paga”. Pero en realidad, la película se diluye porque prácticamente ofrece lo mejor en sus primeros 20 minutos y lo demás es una caída en picada, que cuando comienzan a aparecer los créditos, vos ya llevás media hora pensando melancólicamente en el momento que al fin podás ver “BATMAN, The dark Knight”. Sí. No aguanto más. NO AGUANTO MÁS! 8 de julio, por favor, llegá!
CURIOSIDADES
La película fue filmada casi en su totalidad en las ciudades de Philadelphia, Pennsylvania, en los Estados Unidos.
Shyamalan repite como guionista, productor y director, siguiendo la estela de sus trabajos anteriores y manteniendo así el control de todos los aspectos el proyecto.
Shyamalan se ha ajustado a un relativamente modesto presupuesto de 57 millones de dólares. Los grandes estudios le han retirado relativamente la confianza después de que no cumpliera las expectativas comerciales.
La idea para El final de los tiempos se le ocurrió a Shyamalan mientras conducía através de la campiña del estado de Nueva Jersey, viendo pasar velozmente a través del parabrisas un frondoso y verde mundo. «Iba de camino a Nueva York», recuerda, «era un día precioso y los árboles sobresalían en la autopista, cuando de repente me dije a mí mismo: ‘¿Qué ocurriría si la naturaleza se volviera un día contra nosotros?'».
Lo mejor: Los primeros 20 minutos
Lo peor: Se diluye del todo. Y nunca llegás a conectarte con los protagonistas.
La escena: La de los albañiles. La escena de la lluvia de suicidas. Y la del tráfico y la pistola que recogen unos detrás de otros.
Lo más falsete: La explicación, la historia de amor cursi y pelotuda
El mensaje manifiesto: No jodamos a las plantas.
El mensaje latente: El hombre se ha ganau solito todos los desastres naturales
El consejo: Oí Shyamalan, sería bueno que empecés a pensar en gente ajena a vos para los guiones.
La pregunta: ¿Oí Shyamalan, no tenés amigos guionistas?