A los 12 años un niño y una niña casi no pueden diferenciarse si se toman las precauciones necesarias. La niña es sacrificada para lograr comer en una sociedad patriarcal que no permite a las mujeres salir a la luz. Esta niña no tendrá nombre durante el filme a excepción de su nombre de varón: Osama, otorgado por un amigo que comparte su secreto.
Si esto ya es dramático, imagínense lo que ocurre cuando la supuesta Osama es reclutada por los talibanes para integrar las tropas y ser “adiestrado”. Bueno, les tengo que decir que la película es un martirio de principio a fin. Sufrís con Osama y da ganas de meterte dentro de la pantalla y salvarla de su triste destino, pero el mundo es así y peor.
El director no escatima dosis de realidad. Su mérito descansa, sobre todo, en que manejando un relato denso y angustiante, no le agrega amarillismo ni efectismo al metraje. Es así que la narrativa intimista te hace cómplice y testigo de las andanzas de Osama sin que podás hacer nada más que admirar la prolijidad y el tino de la historia. Ya cuando salen los créditos, llega la desazón. Me gustó mucho, hay escenas que se te quedan para siempre, igual que cuando leés un libro.
El final es repugnante desde todo punto de vista. Las actuaciones son típicas del cine de esa zona, actores cuasi naturales que tienen en sus ojos esa mirada vacía, diáfana y dolorida de quienes se ven cara a cara con la muerte todos los días. Recomendada? No es para todo mundo. Uno, está la cuestión del ritmo muy similar al del cine iraní o japonés, estilos más contemplativos que los del cine occidental. Dos, es demasiado desesperanzadora, pero eso no quiere decir que se debe tapar el sol con un dedo y preferir no verla, simplemente que elijás el momento más indicado para hacerlo. Siempre he dicho que cada uno tiene que cuidar su salud mental y emocional. Y finalmente tres, para algunos será una realidad muy lejana. Eso sí, si la sabés apreciar no vas a lamentar pasar casi dos horas viéndola. Después de todo, la vida y la muerte son una realidad universal.
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El guión es del propio director y se inspira en una noticia publicada en la prensa en la que se relataba la historia de una niña que se cortó el pelo para parecer un niño y poder ir al colegio.
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Se trata del primer largometraje rodado en la nueva era de Afganistán.
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Fue rodada a lo largo de más de un año, entre junio de 2002 y marzo de 2003, en Kabul.
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Consiguió la Cámara de Oro y el premio de la Juventud en el Festival de Cannes 2003 y la Espiga de Oro en el Festival de Valladolid 2003. Ganó el Globo de oro 2004 a la mejor película extranjera. (fuente: http://www.zinema.com/)