Por: Mónica Heinrich V.
Entiendo a Anna Dean. La entiendo incluso sin tener hijos o saber lo que significa pasar por lo que ella pasó. Y esa es una de las fortalezas de la serie británica The victim, el hecho de que podás ponerte en los zapatos de Anna tan fácilmente. Bueno, que te podás poner en los zapatos de todos los involucrados.
Hay casos en la vida real que volverán a nuestra memoria y harán más perturbador lo que vemos en pantalla. Por ejemplo, el infame caso de James Bulger, un niño inglés de tan solo dos años que fue asesinado en Liverpool por Robert Thompson y Jon Venables. Lo que más shockeó a la opinión pública fue que los asesinos contaban con apenas 10 años y torturaron salvajemente al pequeño antes de matarlo y dejar su cuerpo en las vías del tren para que el tren le pase por encima. Muchas veces he pensado en la familia de James, en cómo podés seguir adelante después de semejante cosa. También he pensado en los niños asesinos, “niños asesinos” son dos palabras que nunca deberían ir juntas. Hay una película polaca durísima llamada Playground que también se sirve de la muerte de James para mostrar la frialdad y el entorno de los precoces asesinos.
The victim va más allá, en sus cuatro intensos episodios nos cuenta cómo Anna Dean nunca superó la muerte de su hijo Liam. Liam murió a los nueve años apuñalado repetidas veces debajo de un puente a manos de otro chico un poco mayor que él. El asesino se declaró culpable y por ser menor de edad fue condenado a estar recluido hasta los 18 años. Una vez libre se le permitió un cambio de identidad total y la posibilidad de llevar una vida normal. A Anna ese acuerdo no le dio paz. La historia arranca cuando después de 15 años, la sufrida mamá está segura que un sujeto llamado Craig Myers es en realidad el nombre ficticio del asesino de Liam e inicia una campaña en redes para revelar su identidad y advertir a la sociedad que ella asume está en peligro. Eso desata que Myers sea atacado por un desconocido la noche de Halloween con la intención de matarlo. Anna empieza a ser juzgada por incitar un homicidio a través de las redes sociales.
El debate moral se instala, ¿debería esta madre que nunca superó la muerte de su hijo ser condenada por intentar vengarlo? ¿Es Craig Myers, el supuesto asesino, una víctima de Anna? ¿Si lo fuera, realmente no merece una segunda oportunidad? El detective que atendió el caso del pequeño Liam dijo que el día del asesinato de Liam fue el peor día de su carrera, la escena que se describe de la muerte del niño es dantesca, pero técnicamente el asesino fue juzgado, condenado, cumplió una sentencia y el caso de Anna Dean es un delito por sí solo independiente de sus motivaciones. ¿Hay atenuantes en este caso? ¿Es posible separar lo que supuestamente hizo Myers de lo que supuestamente hizo Anna? ¿Son las penas contra los delitos de menores de edad demasiado suaves? ¿Un menor de edad está en condiciones de saber lo que hizo y ser responsable de sus actos?
Hay un mundo de preguntas que habitan en los cuatro episodios que vemos. Rob Williams es el guionista de esta serie. Williams ha sido director creativo de la famosa editorial Penguin House, y pasó del mundo de la literatura al mundo de los guiones televisivos. Entre sus créditos conocidos están los guiones de Chasing Shadows, algun episodio de Killing Eve (¡Ay! tengo que hablar de Killing Eve) y su participación en The Man in the High Castle. Williams muestra su expertise manejando los tiempos de The victim a la perfección. Hay una mezcla entre pasado y presente muy hábil, la trama le da protagonismo al duro clima del juicio y al entramado jurídico, y jamás cae en la tentación de revelar demasiadas cosas hasta casi el final.
Aún así, para mí fue muy obvio hacia dónde apuntaría, y en parte agradecí que Williams decida irse por ese camino. La historia de Anna Dean incapaz de superar la muerte de su hijo y de perdonar al asesino es muy oscura y Williams nos muestra la oscuridad a pleno en sus cuatro episodios para concluir la serie de una manera elegante y conmovedora.
La dirección de Niall MacCormik (Crossing Lines, The Game) es clave también para que nos sumerjamos en la oscuridad y para que entendamos que nada es blanco o negro, y que capaz todos seamos víctimas directas e indirectas de esas situaciones.
Kelly MacDonald (Trainspotting, No country for an old men, Boardwalk Empire) interpreta a la atormentada Anna Dean, mientras que James Harkness (Rogue One, Darkest Hour) es Craig Myers, el sospechoso de ser el asesino de Liam. Ambos actores nos entregan escenas jodidas en un drama no menos jodido, acompañados de un sólido grupo de actores secundarios que confirman una vez mal el alto nivel de las series creadas y elaboradas por la BBC.
Si hay algo para objetar sería que SPOILER ALERT es difícil creer, o por lo menos a mí me pareció difícil creer, que una vez sucede el ataque a Myers no se pueda probar si el tipo es o no es el asesino, por lo menos entre la policía debería haber certeza de eso, además nunca mostraron el papel de aves de rapiña que la prensa tendría con un caso así. Supongo que tiene que ver con la locación elegida, Edimburgo. El guionista dijo que se eligió Escocia para ambientar la historia debido a las particularidades de su sistema judicial. También sentí innecesarias algunas subtramas elaboradas, la del jonki o la del chico que encontró el cuerpo de Liam fueron algo efectistas. FIN DEL SPOLER
The victim, sin embargo, te encoge el corazón. La serie (como todo lo que se ve en pantalla) sirve para ponerte en un escenario hipotético en el que el “ojo por ojo” sobrevuela como un concepto atávico pero justo, haciéndote sentir un poco salvaje. Luego vas llegando al final y en el final sabés que no, el ojo por ojo jamás será algo justo. Detrás de cada crimen, hay una historia, detrás de cada criminal hay una vida también.
Anna Dean se queda en tu memoria, al igual que Myers, al igual que el pequeño Liam, y pensás, una vez más en todas esas personas que actualmente están sumidas en la oscuridad y no pueden seguir adelante. Para eso, The victim sí tiene una repuesta: Toda la oscuridad del mundo no puede matar la luz de una vela.
Lo mejor: muy bien actuada, se mira rápido y toca un tema bastante debatible Lo peor: algunos colgandijos innecesarios La escena: el relato de lo que en realidad sucedió Lo más falsete: el papel del chico que encontró el cuerpo y lo del jonki El mensaje manifiesto: hay cosas que nunca se superan El mensaje latente: hay que aprender a vivir con lo que no se supera El personaje entrañable: LIAM El personaje emputante: policía pelotudo El agradecimiento: por su final.
Me encanta tu artículo Monica porque no resaltas primordialmente los aspectos netamente cinematográficos sino vas al fondo de la cuestión de la pelicula: la redención de lo inimaginable.
Recuerdo el caso James Bulger y la santa cólera que se apoderó de la opinón pública en esos dias. Me remito a tu artículo de hace unas semanas respecto a la tragedia de Utoya: Será posible el perdón? Yo digo que no.
Muchas gracias, Pablo! En este tipo de obra es más útil ir por ese lado que por el lado cinematográfico que además está muy bien resuelto. Yo creo que el perdón es posible, porque al fin y al cabo se habla de personas que no están bien mentalmente…pero entiendo perfectamente a los que no pueden o no podrían perdonar, uno nunca sabe cómo reaccionaría tampoco en una situación real y no hipotética…Abrazos!