EN CARTELERA: Norte estrecho y Boquerón
Les voy a ahorrar la lectura de ambas reseñas con esto nomás:
El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional.
Y bajo esa máxima es que ver cine nacional en los últimos tiempos se ha convertido en un picahielos que se hunde una y otra vez en el corazón, al mejor estilo del uso que le daba Sharon Stone en Bajos Instintos.
Luego, cobijados por la practicidad budista, el hecho traumático tiende a olvidarse para pensar en mejores días. Días en que los new faces (póngase el nombre de cualquier cineasta que ande sonando) o las reliquias que alguna vez sorprendieron (póngase el nombre de cualquier cineasta que alguna vez sonó) sacarán la tan añorada gran película boliviana.
Hmmmm…A estas alturas ya ni siquiera esperamos la gran, sino solo la buena película boliviana.
El problema puede que sea matemático o ecuacional: si se suman los años que han pasado desde una buena buena (así, doble) película boliviana se pensará que ya toca, por obviedad, algo decente. La otra sería que algunos géneros como el cortometraje y el documental han conseguido algunas sorpresas así que, por obviedad, tocaría que el largometraje/ficción llegue a la misma meta.
Y no. No. Nuevamente somos ese personaje de Roy Anderson congelado en una maravillosa composición fotográfica que ve pasar el absurdo de la vida sin que se pueda hacer nada al respecto.
Y en ese paisaje surrealista, en esa versión criolla de Anderson nos metemos a la sala de cine y vemos Norte Estrecho.
Como casi todas las veces que entramos a ver una película boliviana, sabemos que las buenas intenciones abundan por todas partes, que ese camino de baldosas amarillas a Oz fue recorrido con la misma esperanza que Dorothy, que un director, un guionista y sus actores no trabajan pensando que están haciendo una huevada.
Sabemos eso, y miramos con incomodidad la pantalla por lo mismo, porque el resultado suele ser lo opuesto a las buenas intenciones.
En Norte Estrecho, los co-guionistas Juan Cristóbal de los Ríos y Omar Villarroel (también director del filme), exploran la temática de la migración. Una sala de videoconferencia en Estados Unidos administrada por Jorge (Luis Bredow) es el punto de unión entre todas las historias que la película propone. La sala de videoconferencias rompe la película en cuatro puntas: 1) la doñita Charo (Carmencita Salinas) que va para hablar con su hijo (Jorge Jimenez) que se encuentra en el DF, el tipo ya es viejango y ella lo sigue manteniendo, en parte por la culpa que le provoca el haberlo dejado y en parte porque piensa que con la plata que le manda él estudiará y tendrá un vida mejor. 2) la parejita en conflicto: Mauricio (Federico Saslavsky) que dejó a su novia Alejandra (Adriana Asturzzi) en Buenos Aires persiguiendo sueños de grandeza como actor. 3) El boliviano Julio (Pablo Fernández) que trabaja de albañil y que viudo dejó a su única hija al cuidado de su hermana y 4) la historia del mismo Jorge (Luis Bredow) indocumentado con su familia en Bolivia.
La idea es tan buena como las intenciones, el juego con las pantallas o las cámaras del boliche, las recreación de situaciones comunes y corrientes como cenar, celebrar un cumpleaños o tener una noche romántica a través del internet para paliar la ausencia física, como idea, como concepto, funciona.
Donde Norte Estrecho pierde es en su forma y en su técnica.
En un conjunto global, la narrativa no supera la barrera de esa buena idea y las situaciones apenas se sostienen, la sensación de estar viendo una telenovela o una película para televisión te empieza a sopapear fuerte.
La fotografía de Sergio Bastani no parece encontrar una unidad, tiene algunos momentos cinematográficos pero rápidamente se diluyen para dar pie a composiciones televisas, con luz plana y sin nada que pueda interesar.
La película avanza, y no encuentra su propio Norte. Las historias están ahí, pero cada una más predecible que la otra, y con algunas escenas como el discurso de Bredow en el juzgado que no sé si rotular de naif o qué.
Aún así, hay partes en las que decís: eso funciona o eso está bien porque no, no estamos ante la peor película nacional, ni siquiera la pondría entre las peores de las últimas que he visto, de hecho un comentario casi resignado entre compañeros de butaca con los que fuimos a verla fue: No está tan mala como Boquerón, que ya es decir mucho.
Da un poco de tristeza, ¿no? Que estemos tan acostumbrados a ver malas producciones y que el listón esté tan bajo que el barómetro para decidir si está bien o no es comparándola con lo peor que hemos visto en lugar de mirar hacia arriba, hacia las altas esferas cinematográficas.
Acá podemos hacer una salvedad: definir algo como peor o malo es absolutamente personal, una vez un docente de cine dijo que no habían malas películas sino visualidades diferentes. Y muchas veces el que te guste o no una película depende de factores personales, experiencias y cualquier otro colgandijo. Me pareció una apreciación muy justa.
Así que desde mi experiencia, factores personales y otros colgandijos puedo decir que Norte Estrecho no está en ese punto que querés arrancarte los ojos o demandar a la boletería, pero nada más. Es plana, con problemas de montaje, de guión, y claro, de factura más televisiva que cinematográfica.
Rescato lo siguiente: la idea de la que partieron es un tema que puede tocar a la platea, que puede generar empatía no solo en Bolivia sino en otras partes del mundo, que bien manejado o mejor ejecutado pudo dar una película más que aceptable.
Las actuaciones estaban, a grandes rasgos, correctas, hicieron lo posible con un guión que no daba para mucho más. Me encantaría ver a Luis Bredow, a Soledad Ardaya, a Alejandro Molina en una gran gran (así, doble también) película boliviana, se lo merecen al igual que muchos actores bolivianos.
Quisiera ser ñoña y decir que también rescato el esfuerzo, el tiempo dedicado de 7 años a la historia, el compromiso que le pusieron al filmarla en varios países, los desvelos e ilusiones que habrá supuesto y bla bla bla bla, pero a la hora de la verdad, el cine en ese punto es despiadado: al público de a pie poco o nada le importan esos detalles, a la hora de la verdad, el público solo ve el resultado en pantalla.
Ese tiempo en pantalla es lo único que tenés para que el público desde su butaca disfrute o no la película, desgraciadamente Villarroel ha perdido esa oportunidad de revelarse como una opción a lo que acostumbramos ver.
Al inicio de Norte Estrecho dicen Bolivia No Funciona. Mientras salís de la sala de cine, la frase se queda levitando en tu mente cual niebla de cerro paceño.
Lo mejor: una buena idea Lo peor: una buena idea que no cuajó La escena: la del destino de la niña: Innecesario Lo más falsete: el discurso de Bredow en el juzgado, el altercado del personaje de Alejandra Lanza cuando cuestiona al hijo de doña Charo en la presentación y el destino de la niña El mensaje manifiesto: falta mucho camino por andar El mensaje latente: el camino es estrecho El consejo: Vela, por ahí tu experiencia, historia personal y colgandijos hacen que te guste El personaje entrañable: Jorge El personaje emputante: el paco que detiene a Jorge El agradecimiento: las he visto peores.
Si ya la viste, puntúa a Norte Estrecho!
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Mucho más grave es el caso de Boquerón, cuyo mayor pecado es no ser consciente de sus propias limitaciones.
Cuando no te das cuenta hasta dónde podés llegar con algo, estás cagado.
Tonchy Antezana a ojos vista no tenía el presupuesto ni los recursos personales para permitirse una épica, o para hacer efectos especiales hollywoodenses, y sin embargo decidió lanzarse a buscar ambas cosas.
Él mismo podrá pensar que es signo de arrojo y valentía, pero si tu resultado no está por encima de la aspiración, es nomás una decisión desacertada.
En Boquerón todo quiere ser grande: el guión, el diseño de producción, el toque histórico, las actuaciones. La palabra clave es: quiere.
Una cosa es querer otra poder.
El guión, escrito por el mismo Antezana, agarra un pedazo de la historia boliviana que es por demás de interesante y significativo.
Esa batalla entre bolivianos y paraguayos durante la Guerra del Chaco, el fortín que resistió estoicamente el asedio, da para explotarlo de muchas maneras.
Antezana se decanta por abordarlo desde 4 personajes que a través de flashbacks nos llevan hasta la aridez del Chaco.
En la primera escena ya es un suplicio, un camino cuesta arriba tratar de mirar con simpatía esta producción que echa agua por todos lados.
No la acompaña nada, ni el guión plagado de personajes tópicos que lanzan textos demasiado armados como para tomárselos en serio, ni las actuaciones, ni la fotografía también televisiva, ni la música incidental.
Cuando llegué al flashback dentro del flashback, me quedé sin palabras.
Las escenas de guerra pierden verosimilitud con sus planos torpes y sus fogonazos hechos en post producción, el doblaje de los diálogos solo acrecentó esa sensación de estar viendo un collage de elementos puestos en pantalla de manera caótica.
Las cualidades cinematográficas son casi inexistentes y aunque se haya exhibido en el cine y el público asistió masivamente a las salas con ansias de revivir un hecho histórico sensible, Boquerón es ese pequeño fortín donde falta todo y todo está perdido.
Si algo hay para rescatar es el olfato de Antezana a la hora de elegir un tema que jala público.
En un país ya decepcionado de su propio cine, el que Boquerón consiga estar en cartelera tantas semanas, amén de lo que se piense o no de su calidad, o mejor dicho a pesar de su calidad, solo puede ser visto con admiración.
Boquerón, comparativamente, tampoco está en ese subsuelo del bochorno ese en el que solo preferimos guardar silencio, porque sí, lo triste de nuestro cine es que la escalera hacia arriba es muy corta, pero hacia abajo parece no tener fondo.
Hace no muchos años, la juventud y la distancia con respecto a las producciones nacionales me hacían ver con humor los intentos de película. Iba al cine, me divertía con algunas escenas chotas, y eso era todo.
Ahora me cuesta un poco verlas con humor, ahora es el dolorcito del que hablo al principio, después de todo comprar una entrada siempre es una entrega de confianza, y pagar por una película para ver algo que apenas cumple con los requisitos de exhibición da como resultado cierta desazón.
El tiempo dirá si los new faces o las reliquias consiguen reavivar una llama que parece extinguida, mientras tanto, de acuerdo a tu experiencia, factores personales y colgandijos toca dar la ya popular palmadita chauvinista o filial (de amigos y conocidos) en la espalda o esperar mejores días.
Mónica Heinrich V.
Lo mejor: un tema interesante, apasionante que jala público por la memoria colectiva Lo peor: demasiada aspiración para tan pocos recursos y encima muy larga La escena: toda la secuencia de la prostituta, terrible Lo más falsete: Los efectos especiales, las escenas de guerra, toda la secuencia de la prostituta, ya dije que fue terrible? El mensaje manifiesto: Boquerón es su propio Boquerón El mensaje latente: y además es estrecho El consejo: Vela, por ahí tu experiencia, historia personal y colgandijos hacen que te guste El personaje entrañable: … El personaje emputante: …El agradecimiento: porque tenés la opción de quedarte o salirte de la sala.
Si ya la viste, puntúa Boquerón!
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