EN CARTELERA: Spectre
Si el actor principal de una película dice que prefiere cortarse las venas antes de volver a interpretar su personaje, estamos ante una sincera declaración de principios, y nosotros como público podemos decir que sobre aviso no hay engaño.
En SkyFall acusábamos recibo de la falta de personalidad de la saga y la caída en desgracia de Bond, James Bond, personaje que nunca fue mi favorito: asesino, vampiro emocional, institucionalizado, sistémico, viviendo en medio del lujo a través de los impuestos del ciudadano común, patriotero, machista, con delirio mesiánico y otros trastornos, dicho vulgarmente: un pobre cojudo.
A pesar de todo, pasamos por alto sus sonrojantes “virtudes” y nos divertimos un poquito con el monólogo de las ratas de Bardem, la dirección de arte, la foto y hasta la música de la anterior entrega.
Ajá. En medio de toda la esterilidad narrativa y la interpretación semi-comatosa de Daniel Craig, hubo cosas para disfrutar, lo que no sucede con SPECTRE, intitulada así casi premonitoriamente.
Se puede decir que el inicio es lo mejor de toda la película. Ese plano secuencia en pleno D.F., sumergido en la fiesta del Día de los Muertos, la entrada al edificio y la salida por la ventana estuvo muy bueno.
Y es triste, triste de verdad, que eso sea lo mejor de la película, porque luego tenés dos horas de película al pedo, donde lo único que te queda es esperar los créditos y poder marcharte a tu casa a olvidarla irremediablemente.
Resulta que M (Judi Dench) antes de partir hacia el más allá le dejó a su hijo predilecto (Bond) un video en el que le daba instrucciones precisas sobre qué hacer cuando ella muera: Matar a un fulano y luego ir a Italia al funeral y ver qué onda.
La doña se da el trabajo de grabar el video, se toma su tiempito para decirle todo eso y no le explica más nada. Por qué? Pues porque a los guionistas se les canta.
Jhon Logan (a quien usaron y luego botaron como una chancleta en Skyfall) retorna a las lides del guión acompañado de Neal Purvis, Robert Wade y Jezz Butterworth. En esta ecuación la cara nueva es Jezz Butterworth (Black Mass, Al filo del mañana) mientras que el resto ya son unos acomodados de la franquicia y siguen torturándonos con sus pésimos guiones.
Después del video de la vieja, Bond hace exactamente lo que le piden, se va a México a buscar al objetivo, y luego vuela a Italia, al entierro, donde conoce a la viuda (Mónica Bellucci). En la historia, el orejón de Craig tiene más poder del que a simple vista parece porque no solo libra a la viuda de una muerte segura, sino que se la revuelca sin mayores preámbulos.
Bellucci que lo ve por primera vez en su vida, además de soltarle “el sur”, le suelta otras pistas o claves que lo llevarán a toparse con un ex némesis. Ahí se fueron los 5 minutos de mujer florero por los que Bellucci se convirtió en Chica-Bond.
Seguimos. Una de las peores escenas del mundo mundial sucede cuando Bond se mete como Pedro por su casa a una reunión de súper-archi-villanos con complejo de Cerebro (vamos a conquistar el mundo) y descubre que Franz (Christopher Waltz) no estaba muerto andaba de parranda.
Qué bonito! Así, al hilo, nos ligan las últimas tres películas de James Bond como una sola, como un pequeño serial en el que no sabíamos que un puppet master invisible jugaba con el inocentonto James y con el espectador de turno.
Nuevamente te preguntás por qué carajos pasa algo así, y es como si escucharas las voces de cuatro sujetos diciendo al unísono: Porque se nos canta.
Por si fuera poco, la escena en la que el personaje del español da su discurso me hizo desear que exorcicen mis ojos.
Un horror. Menos mal que Dave Bautista lo liquida.
Después de semejante “giro” todo es un camino en bajada.
Como trama paralela, el nuevo M (Ralph Phiennes) tiene problemas porque quieren prescindir de sus espías para instalar un moderno sistema de espionaje muy similar a lo que se propuso en Batman The DarkNight y por lo que el personaje de Morgan Freeman se rayó con Bruce Wayne. Por lo menos en Batman se maquillaba de conflicto ético, acá en realidad hay un simple problema de pegas que mantener.
Sí, lo quieren poner como novedad barata y algunos hasta se atreven a afirmar que es una crítica al control estatal, pero no mis amantes de Ian Flemming y del cochino mundillo del espionaje. No, no y no.
Despuesito entra en escena el otro florero femenino, Lea Seydoux que agarra su talento para tratar de vendernos la idea de una atracción carnal por Bond y el papel de damisela en apuros: Cero. Un cero al infinito.
SPOILER
Los sinsentidos van y vienen sin control, la parejita huye de Waltz, Bautista los persigue, y luego van por su propio pie a meterse a su boliche. El escape es despatarrado, el reencuentro más bochornoso aún y Bond, al final, tomado de la mano de la tal Madeleine nos dice en nuestra cara pelada que el seriado ya no es seriado sino telenovela chota.
FIN DEL SPOILER
Nada a destacar, las actuaciones muy estándares. Craig sigue dándonos la nada que nos dio desde que interpreta o desinterpreta a Bond, Waltz está tan en el borde de una parodia que no llega nunca a despuntar como villano aunque hay que reconocer que no tiene material al cual aferrarse, y las chicas lo mismo, quizás la francesa muestra que aun con un pobre papel tiene condiciones para mejores cosas.
Sam Mendes resbala de nuevo y esta vez ni la cuidada fotografía del suizo Hoyte Van Hoytema (Her, Interstellar, Let The Right one in) nos salvan de los brazos apretados del sopor.
Tiene todos los elementos: exóticas locaciones, mujeres sexis, percusiones por tierra, en auto, en helicóptero, en avioneta, a pie, en lanchita, you name it! tiene villanos, aliados, líos familiares, y bla bla bla…ingredientes que no son cocinados adecuadamente.
Si esto fuera Top Chef diríamos: Sam, por favor empaca tus cuchillos y vete.
Ni Daniel Craig cree en James Bond ni nosotros lo hacemos. Spectre se convierte en el espectro del personaje de una franquicia que después de 24 entregas (producidas por EON Productions) necesita con urgencia un trasplante de corazón y de cerebro.
Sin embargo, el espectro mayor, casi como para que aparezca en las noches de Halloween, es el de la carrera de Sam Mendes, director que no consigue cumplir con la promesa hecha hace años de ser un realizador medianamente interesante.
Mónica Heinrich V.
Lo mejor: el plano secuencia inicial
Lo peor: aburrida, sin rumbo, 350 millones dilapidados al huevo
La escena: el plano secuencia inicial.
Lo más falsete: el helicóptero que aterriza en pleno zócalo, el video de la vieja, el encuentro con Bellucci, cuando se mete a la reunión, los diálogos con Waltz, las indicaciones que da el papá de Madeleine, la relación con Madeleine, el tema de los espías y el gran ojo de la vigilancia totalitaria, el reencuentro, la huevada del edificio, el final. Buuuuuuuu, abucheo.
El mensaje manifiesto: La plata no garantiza productos de calidad
El mensaje latente: se le puede sacar rédito a huevadas
El consejo: si la vas a ver elegí un buen horario, antes de las 9 de la noche, porque es larga y pajera.
El personaje entrañable: …
El personaje emputante: Bond, James Bond.
El agradecimiento: por la secuencia inicial
CURIOSIDADES
Gary Oldman fue tomado en cuenta para el papel del villano Franz pero estaba ocupado con otra producción y declinó el proyecto.
Christopher Nolan fue seriamente considerado para dirigir esta entrega pero Sam Mendes decidió repetir y el asunto quedó ahí nomás.
A sus 47 años, Daniel Craig manifestó que cada vez le cuesta más ponerse en forma para el personaje y que para filmar esta película tuvo que ejercitarse durante 6 meses.
La producción se fue al chancho y sobrepasaron el presupuesto estimado hasta convertirla en la película de James Bond más cara de su historia gastando un total de entre 300 a 350 millones de dólares.
Es la película número 24 de la franquicia.
Más de 1500 personas se contrataron como extras para la escena de apertura de México y el Día de los Muertos.
La película se filmó en México, Italia, Marruecos, Austria, e Inglaterra.
La principal fotografía se filmó en alrededor de 228 días.
Cinco idiomas se hablan durante la película: Alemán, español, francés, italiano e inglés.