CINE SERBIO: A Serbian film
Por: Mónica Heinrich V.
Si pienso en Serbia, imagino un lugar devastado por la guerra, jodido por los bombardeos, por la limpieza étnica y por los despojos que dejó el horror de años de enfrentamientos.
Lo que no se puede imaginar es cuán profundas son esas heridas. Por ejemplo, hace un par de semanas veía un documental sobre la Irak post Hussein y cómo se ha convertido en tierra de nadie, los americanos y los organismos internacionales eliminaron cualquier forma de gobierno para instalarse a sus anchas, y anularon de manera bochornosa cualquier posibilidad de reorganizar ese despelote.
Se sabe que en Irak tanto americanos como locales están cagados.
El mes pasado, un veterano (si se le puede llamar veterano a un joven de 24 años) de Irak asesinaba a un guardia en USA, luego de pasar el último año sumido en pesadillas, depresión y ataques de violencia sin explicación. Más tarde, el atormentado joven moriría en medio del bosque, de frío, al huir con el torso desnudo.
Por eso es que cuando sabés que existe una película que se llama A Serbian Film, y leés de boca de su director que la idea básica de su propuesta es retratar lo que quedó escondido en el patio trasero de Serbia y echándole barro, de paso, a la industria cinematográfica, sólo podés esperar que sea tan buena como dicho discurso plantea.
Mientras la bajaba (soy mi propio dealer de películas) leía comentarios de otros usuarios que decían que ni bien la vieron la borraron del disco duro porque se sentían raros guardándola. Que era desagradable y extrema. Que aconsejaban NO verla, porque mejor no tener ciertas imágenes en la cabeza. Algunos decían que era la peor basura que habían visto en sus vidas.
Averiguando sobre las repercusiones festivaleras, ens u paso por el Sitges de España, en el mismo país en que un dictador murió tranquilo en su cama luego de 40 años en el poder apalancando la censura, gente ligada a un gobierno socialista y supuestamente «open mind» demandaba al director de dicho festival, Angel Sala, por exhibir pornografía infantil al permitir que A Serbian film se proyectara.
Dicha demanda surgió por presiones de nada más y nada menos que organizaciones católicas escandalizadas con la idea de que la gente vea eso. Para variar, estas censuras las hacen sin ver la película, y lo paradójico es que la huevada viene de grupos cuya Iglesia socapa centenares de miles de casos de pederastia.
Es que en el mundo, mis queridos, la hipocresía se campea obscenamente desnuda por las calles.
A Serbian Film fue selección oficial de varios festivales importantes del circuito cinematográfico y recibió uno que otro premio.
Como muchas veces dije, eso no es garantía de nada. En este caso, este es un filme que por ahí quienes lo hicieron tenían una idea mil veces más interesante de lo que se ha logrado en pantalla.
En la idea, es lo que menciono antes. En la práctica queda como un filme grotesco, cuyas virtudes artísticas son bastante pobres, y donde el discurso/mensaje, que es paradójicamente moralista, llega envuelto por un acabado mediocre, chapucero, sin profundidad, efectista y manipulador.
Milos es un legendario actor porno que vive retirado de la industria. Está casado con una linda mujer y tiene un lindo hijo de 6 años. Hasta ahí el retrato familiar. Sorpresivamente, intentan reclutarlo para un nuevo proyecto cinematográfico, algo así como la «ultimate porn movie«, supuestamente con airecitos experimentales y pretensiones artísticas de vanguardia.
Un enigmático director le hace una oferta tentadora, hay mucha plata de por medio y Milos (que también extraña el trabajo) decide que puede asegurar el futuro de su familia con ese dinero. ¿El problemita? Que no tendrá acceso al guión, ni siquiera a una sinopsis del proyecto. El objetivo es que el tipo simplemente llegue al set y que se «deje llevar» por las situaciones.
Durante la primera hora, A Serbian Film es simple provocación. El set de filmación es un viejo orfanato, suceden las primeras imágenes que insinúan pedofilia, sadomasoquismo y necrofilia. En algunos momentos, hay un aire teatral en la puesta, que sí se puede rescatar.
Después de ese largo preámbulo, la película pisa acelerador y se desbanda como si director y guionistas hayan dicho en su mente: «Vamos a joder a todos los que miren esta pinche película». Las acciones empiezan a ser exageradas y se pone en evidencia las ganas de despertar morbo y polémica, apartándose completamente de un discurso coherente que justifique esa agresión al espectador.
Llegamos a los 30 minutos finales en los que YA sabes lo que sucederá, se lo huele en el aire, te han preparado para que ESO suceda, y SUCEDE. Se despachan tres escenas que fácilmente pueden inscribirse como las más desagradables/incómodas que se pueden ver. No desagradables por sorpresivas o raras, sino por la acción en sí misma y por lo que significan.
Películas sobre incesto, violación, pedofilia, he visto un montón, una de las mejores: «El arte de llorar en coro», que ya desde su título te indica que el tratamiento será de otro nivel. En A Serbian Film, sólo hay espacio para la sordidez.
El cierre confirma la impresión inicial, se trata de una película hecha para el morbo, con un discurso errático y superficial.
En una parte, el director de la película que contrata a Milos, le dice que están haciendo lo que están haciendo porque «las víctimas venden«. «La víctima es la venta más preciada del mundo. La víctima siente más y sufre mejor. Nosotros somos víctimas, Milos. Tú, yo, el país entero es una víctima». Esto en boca de un Serbio puede tener un gran peso, puede justificar lo visto, pero no alcanza dada las precarias herramientas tanto de dirección como de guión con que se lo envuelve.
Si hago una evaluación global, ni siquiera alcanza para darse los golpes de pecho que se han dado alrededor del mundo. Sí tiene escenas jodidas, y perturbadoras, pero me parece que al carecer de un contenido real y ser simple efectismo, no consigue trascender el momento efímero que lo ves. De hecho, yo me vi esa misma noche la película We need to talk about Kevin (de la que hablaré en breve) que me jodió más.
El director de A serbian film, en algunas entrevistas ha dicho que su apuesta abiertamente gráfica en torno a lo sórdido de su historia apunta a desenmascarar la hipocresía de la industria cinematográfica. Él como serbio, cuenta, sólo conseguirá fondos si presenta un guión basado en una historia real, en la que existan víctimas de violencia que salen convertidas en heroínas, contándolo de manera lacrimógena y políticamente correcta que busque la simpatía del espectador.
En eso, afirma, se ha convertido el cine, y por eso su película busca el efecto contrario.
El desparramo indiscriminado de violencia en su propuesta convierte su trabajo en algo más de lo que critica. La banalidad por la banalidad. Lo grotesco por lo grotesco. Sï, señores, vivimos en un mundo donde pasan cosas malas, si querés retratar la inmundicia que nos rodea, que valga la pena pringarte si lo hacés con talento.
De lo contrario, veremos cosas como A Serbian film, un producto (sólo producto) hecho para hinchar los ovarios/huevos de los conservadores, adoptar poses de irreverencias y vender mierda.
LO MEJOR: con todos sus defectos se presta al debate
LO PEOR: al pedo
LO MAS FALSETE: casi todo te huele a pataleta amateur
LA ESCENA: el final, cuando los tres protagonistas SPOILER no pueden soportar el horror de lo vivido SPOILER
EL MENSAJE MANIFIESTO: la polémica vende
EL MENSAJE LATENTE: la polémica no es sinónimo de irreverencia y/o talento
EL CONSEJO: vela si querés y sabés que la podés soportar
LA PREGUNTA: ¿qué viene después para este realizador?
CURIOSIDADES
– Se filmó en 61 días en Belgrado, Serbia
– Censurada en Noriega. Una de las pocas películas que ha sido censurada en ese país en los últimos años.
– Srdan Spasojevic (director) co-escribió el guión junto a Aleksandar Radivojevic conocido como un crítico de cine de terror.
– La película se filmó en RED ONE y se le hizo un transfer a 35mm. El laboratorio Arri en Munich terminó el transfer, pero a través de abogados y policías alemanes informaron que no iban a entregar las impresiones porque violaban leyes del país. Llevaron la película a Hungría, en donde el Magyar Filmlab de Budapest estaba dispuesto a hacer el transfer. Para no correr riesgos, los cineastas mostraron la película a la gerencia del laboratorio, que dijeron no tener ninguna objeción. Cuando fue hora de recoger el filme, les informaron que tampoco se las iban a dar porque el material rompía leyes civiles y de familia húngaras.