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DOCUMENTAL: 20 days in Mariupol / Bobi Wine: The people´s President

Por: Mónica Heinrich V.

20 days in Mariupol / 20 días en Mariupol

Ah, la guerra. La horrible guerra. Cualquier documental sobre guerra siempre debe ser tratado con cautela, como dijo Orwell: ‘La historia la escriben los vencedores’. En el caso de lo que está ocurriendo entre Rusia y Ucrania, todavía no hay un ‘vencedor’ claro, pero las narrativas se siguen construyendo según los intereses de cada bando.

20 días en Mariupol es exactamente eso: el registro de 20 días del asedio ruso a la ciudad ucraniana de Mariupol. El documental está dirigido por Mstyslav Chernov, un fotoperiodista ucraniano que trabaja para AP (Associated Press) y que por su trabajo de cobertura del conflicto ha recibido un Pulitzer. Mstyslav también estuvo en Siria y otras zonas de guerra, y cuando comenzó el asedio a Mariupol, decidió quedarse convirtiéndose en el único miembro de la prensa que no evacuó la zona. Por eso, el documental tiene un valor real como registro, ya que Mariupol termina abandonada a su suerte.

Mstyslav no proporciona ningún contexto sobre lo que estamos viendo. No hay nada para el espectador externo que contribuya a dar peso histórico o de análisis a lo que se muestra en pantalla. Simplemente seguimos a Mstyslav durante esos veinte días por las calles, refugios y hospitales de Mariupol. Su voz en off describe la situación con reflexiones personales sobre la decisión de quedarse, la familia que lo espera, la vida, o con comentarios obvios y redundantes sobre lo que ya vemos en la imagen.

No se nos dice nada sobre la importancia de Mariupol en el conflicto, que es una de las ciudades del Este donde hubo una escalada de enfrentamientos durante años, que el grupo Azov tiene uno de sus principales bastiones allí, que es clave por los puertos y la industria siderúrgica, o que la misma población está dividida entre pro-rusos y anti-rusos.

Para Mstyslav, es más importante seguir los resultados de los bombardeos y llegar justo cuando hay un bebé en una camilla de hospital en paro cardíaco siendo reanimado, o filmar a una mujer embarazada con el vientre abierto. Si bien puede parecer efectista, también es una forma real de mostrar a los espectadores pasivos la violencia que ha traído el conflicto.

Los rusos son presentados como el enemigo, el invasor, pero no los vemos de manera tangible. En algún momento se filman tanques o soldados a lo lejos, pero sus acciones: de dónde salió esta bomba y hacia dónde fue lanzada, no están documentadas. Solo tenemos un registro de las víctimas, de los refugios anti-bomba, de los civiles asustados corriendo o escapando en un éxodo masivo. Nuevamente, es valioso, pero no es un documental que contribuya a esclarecer nada más allá de la premisa: los rusos invadieron Mariupol.

Hay un par de escenas que duran segundos en las que los habitantes de Mariupol se quejan ante la cámara sobre la devastación de la ciudad y sus hogares, y cuestionan: «¿Quién nos ha bombardeado? ¡Digan la verdad! ¿Por qué no cuentan quién nos está bombardeando realmente?» La queja es casi imperceptible, no se comenta ni se investiga, es parte del paisaje de la desesperación. Mstyslav no tiene interés en ese matiz, sea cierto o no.

En Mariupol, al igual que en cualquier conflicto armado, hubo mercenarios. En Mariupol, al igual que en cualquier conflicto armado, intervienen muchos actores y factores. Con esto no estoy negando el hecho factual: los rusos invadieron la ciudad. Sino que en esa invasión ocurrieron muchas cosas más.

Si buscás entender el conflicto en sí mismo o que te ilustren sobre cómo Mariupol llegó a ser tomada por los rusos, este no es tu documental. 20 días en Mariupol sirve solo como testimonio de la devastación de la guerra. Porque independientemente de las fuerzas internas/externas que operen en este tipo de conflictos, la ciudad quedó destruida, los civiles vivieron meses de zozobra en condiciones más que precarias, miles de personas murieron, y muchas han quedado traumatizadas de por vida.

La guerra, siendo la guerra.

Lo mejor: un registro donde no hubo registros Lo peor: enfocado en los resultados visuales de la guerra y no en algo más profundo Lo más falsete: la voz en off que comentaba obviedades La escena: cuando se pone en duda de qué lado vienen las bombas El mensaje manifiesto: la verdad es lo primero que se pierde en un conflicto armado El mensaje latente: cuando las papas quemen nos quedaremos solos porque hay gente que solo quiere ver el mundo arder El personaje entrañable: las víctimas de la guerra El personaje emputante: la manipulación de la guerra El agradecimiento: por la esperanza de que el conflicto termine.

Bobi Wine: The people’s president

Volemos a Uganda. Soy honesta. Sé muy poco de Uganda, pero cuando vi el documental me dieron ganas de tener más información. Estamos ante un documental similar al de Navalny (reseñado ACÁ) cuyo objetivo es más propagandístico y de culto hacia una figura política.

Desconfío de los políticos. De todos. Surjan estos de los barrios más humildes, o surjan de cuna de oro. El político siempre tiene un perfil narcisista, mesiánico, y sus movimientos obedecen a objetivos un tanto diferentes a las palabras: democracia, libertad, bla bla bla.

El documental narra los orígenes de Bobi Wine, un cantante, actor, del gueto ugandés. La figura de Bobi seduce: es joven, tiene un discurso renovador, es talentoso con sus canciones, parece que tiene buenas intenciones, es una figura que fácilmente puede convertirse en una referencia de liderazgo. El antagónico de Bobi es el gobierno de turno, liderado por el presidente Yoweri Museveni quien lleva en el cargo casi 40 años.

Museveni perdió las elecciones en 1980 y formó parte de la insurrección que quería derrocar al entonces presidente Obote (otro golpista). Retirado Obote asume la presidencia Okello y a los meses nuestro amigo Museveni decide que la silla en realidad es suya, da un nuevo  golpe y ahí se queda hasta el día de hoy. Bobi surge como el opositor a ese prorroguismo. A Museveni lo veremos poco, solo para justificar la falta de rotación de poder, o para defenderse de los que lo acusan de violar los derechos humanos o amañar las elecciones.

El documental sigue a Bobi durante años. Lo sigue cuando en su rostro había una sonrisa juvenil, y parecía convencido que podría desatornillar a Museveni del poder. Lo sigue cuando lo detienen por primera vez. Cuando según sus denuncias lo torturan. Cuando sale de Uganda hacia Washington para recibir cura a esas torturas. En una escena dice que le inyectaron algo en la sangre que lo ha dejado enfermo. Sin embargo, nunca vemos resultados clínicos de ese envenenamiento, es solo decir “me pusieron algo en la sangre” y nunca probarlo. Vemos mítines, escuchamos canciones, somos testigos de conversaciones familiares, de intentos de asesinato, de nuevas detenciones, de manifestaciones donde muere mucha gente, todo gira en torno a la figura de Bobi como líder de la oposición.

Museveni ha hecho méritos para ser cuestionado tanto nacional, como internacionalmente, se ha atrevido incluso a cortar el internet en temporadas electorales, ha manipulado la constitución para hacer que sus re-elecciones sean posibles y la milicada mete bala sin pena a los opositores. Pero, nuevamente, los escenarios políticos no se mueven solos nunca, ni mucho menos por razones altruistas.

Más allá de eso, hay un factor humano en el documental que conmueve, por más que responda a una estrategia muy bien planeada y ejecutada. A eso se debe su trascendencia. Habrá que estar atentos a Uganda y al destino de Bobi Wine, que en octubre del año pasado fue arrestado una vez más.

Una pena que los directores de este documental, el inglés Christopher Sharb y el ugandés Moses Bwayo, se limiten a seguir a Bobi sin darnos un panorama un poco más profundo. Ni siquiera de Bobi, porque tampoco es que lo conocemos más allá de sus típicas consignas del pueblo, la libertad, la democracia y de su papel como líder. Nunca sabemos qué es lo que pasa realmente por la mente de Bobi, aunque hay un evidente deterioro físico y emocional. Ya no es el muchacho sonriente y confiado del principio.

La política, siendo la política.

Lo mejor: las partes humanas y poner a Uganda en el foco de interés Lo peor: parece un video filmado por el equipo de campaña de Bobi Wine Lo más falsete: cuando se va a Washington a curarse y da quichicientas conferencias de prensa allá La escena: me gustaban las escenas donde veíamos la faceta de cantautor de Bobi y usaba la música para protestar  El mensaje manifiesto: si le das más poder al poder, más duro te van a venir a coger El mensaje latente: somos pobres, nos manejan mal El personaje entrañable: el pueblo, siempre el pueblo El personaje emputante: la política El agradecimiento: por el pueblo, siempre le pueblo.

DOCUMENTAL BOLIVIANO: Sin Aroma

Por: Jorge León Lozano

“Tenemos que ver que el futuro del cine nacional está en nuestras manos. La primera cosa para hacer cine: Debemos aprender a hacer cine. Y para ir a lo práctico: el cine se aprende viendo cine. […] Se aprende a hacer cine haciéndolo. Así, el cortometraje y el documental son la mejor escuela de producción cinematográfica”. (Mesa, Gisbert 1982; 202 – 203). Con este acápite del libro ´el cine boliviano según Luis Espinal`, doy inicio a la presente reseña del documental “Sin Aroma”. En una anterior publicación que realicé sobre la ópera prima “Alma pura” de Dorian Magne; escribía que, habría que estar atento al desenvolvimiento en el séptimo arte de Mange; dicho y hecho, ahora nos deleita con esta nueva producción que, no hace mucho, se proyectó en el ´Festival de cine Entre Largos y Cortos de Oriente de Venezuela` y logró Mejor guion, Mejor Dirección, Mejor Fotografía y Mejor sonido; y en tierras Bolivianas obtuvo la Selección Oficial del Fenavid de Santa Cruz y también tiene la Selección Oficial del Festival de cine Diablo de Oro de Oruro. Y en los próximos meses se llevará a cabo la proyección en nuestra Llajta.

Una imagen desenfocada de luces de neón y acompañada con música de fondo, a un costado inferior de la pantalla presenta el nombre del documental “Sin Aroma”; corte a fundido negro y aparece la frase: “El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe” de Jean-Jacques Rousseau. De esta manera da inicio el documental escrito y dirigía por Dorian Magne, que no sobrepasa los treinta minutos de metraje.

Un documental. Dos historias duras y crudas. Ambas historias desarrolladas en Cochabamba. La primera historia es una introspección a la segunda historia. La primera es más cruda, sangrienta y auténtica; visualmente en la primera historia aparecen cerdos, en la que esas imágenes de cerdos gritando y acompañada brillantemente con una frase en voz en off narra cómo es el destino del hombre desde su inicio hasta su fin en este burdo mundo, listos para el matadero, en donde sólo queda despertar y esperar, tal vez algún día todo podría mejorar. La segunda historia es sobre José Edwin Gutiérrez Caballero. Vive dos años en la calle. Tiene 14 años y ya va por los 15 años. No vive tranquilo, no vive feliz. Es consumidor de pasta base que viene del trópico, pero él lo llama: Tula. Otros como los satánicos lo llaman: Sata, según para ellos eso es el diablo. Tal pasta, según José, debe ser compartida porque si se consume solito puede llevarte a cometer actos desastrosos, como asesinar. De esta manera la segunda historia gira en torno a José, quién es un joven de la calle, consumidor de drogas y su único sustento económico es extender la mano para que la gente le regale monedas, o a veces, es realizar una carrera de manos, hurtando una billetera o algo de valor para sobrevivir.

Dos historia hacen son parte de “Sin Aroma” y de cierta manera ambas se entrelazan entre sí. Desde mi perspectiva el nombre del documental es ambiguo. Sin Aroma, que hace referencia en primera instancia que las personas o la sociedad en su conjunto han perdido esa sensibilidad humana, como en el caso de la primera historia entre el carnicero y los cerdos, donde el carnicero se condiciona a hacer su trabajo y de algún modo está ignorando todas las reglas morales y éticas hacia los mismos seres vivos y de la sociedad; en el caso de José es una historia casi común, donde él no ha escogido ser así, si no que la sociedad lo ha vuelto así. Y en otro aspecto quizá sencilla y llanamente podría hacer referencia a la Avenida Aroma como tal, que es donde se desarrolla gran parte del documental.

Dorian Magne, dio a conocer que: “al inicio la idea era muy diferente, tenía pesando hacer cine experimental, pensaba hacer una sinfonía de la ciudad al estilo del ojo de cámara de Vertov, enfocado en Cochabamba con una secuencia narrativa del día hasta la noche, de cómo es Cochabamba, descompuesta por una línea narrativa donde se pueda ver a una velocidad que el ojo no tiene, o a una similitud que no puede llegar a ver el ojo de todo lo que está pasando en Cochabamba”, continúa Magne, “En ese transcurso estábamos grabando tipo 11 de la noche, y del micro baja un chico, con una frazada puesta y estaba vendiendo refresco, y le compré, y empezamos a entablar conversación de cómo es la calle y me comentó que consumía pasta base y ese fue el detonante y el punto de partida del documental y, de ahí salió lo que es Aroma, de lo que es él, y empezamos a enfocarnos netamente en ese nuevo proyecto”.

La técnica y lenguaje cinematográfico del documental Sin Aroma es impecable. La música de Charly Rojas Lara queda perfectamente con la historia. La fotografía es espectacular. Es increíble cómo juega con el movimiento de cámaras y la misma composición. Al atardecer en la Coronilla, mientras José está preparando su pasta base, en voz en off narra la trágica historia de su padre y, en eso, inhala – ilusión óptica – José está volado, la cámara sobre su mismo eje da un giro de 360 grados – ilusión óptica –  (dando a entender que los demonios no vienen del infierno, vienen del cielo). Una imagen desenfocada de luces de neón de todos los colores. José ya no está en esta tierra de mortales, está en otro mundo. Con un movimiento de cámara subjetiva camina por la Avenida Aroma, se sienta y se recuesta observando al cielo color rosa y el pasar de los automóviles, quizá, esperando un mejor mañana. Es así que con gran destreza de la técnica y un increíble manejo del lenguaje cinematográfico, y la gran composición poética de la fotografía, y el uso adecuado de la paleta de colores y edición, nos deleita una historia exquisita por su contenido y gran producción. Cuando le toque ser proyectada en salas y/o espacios culturales de Bolivia hay que apreciar y disfrutar verlo en pantalla grande y con sonido envolvente.

En los últimos años, el cine documental en Bolivia ha tomado mayor fuerza en producción. Solamente faltan ser proyectados y socializados en diferentes espacios. Y de esta manera lograr que el público consuma mayor cine documental porque ahora es cuando está en su máximo esplendor histórico. 

Jorge León Lozano – Comunicador Social.

Correo: jorgeleonlozano8@gmail.com

Link del tráiler del documental Sin Aroma: https://www.youtube.com/watch?v=PjIHGFoKxms

DOCUMENTAL: Gunda

Por: Mónica Heinrich V.

Hace varios años, un amigo me dijo que no le gustaban los animales porque “son bichos sin alma”. Lo miré como quien descubre que la amistad también puede ser ese terreno pantanoso de la disidencia y le pronostiqué que el día que tuviera la dicha de amar a un animal su vida cambiaría. Llegó su gato. Un gato rescatado que alguien arrojó como basura a la calle. Un pequeño ser por el que ahora se preocupa, se fatiga, se estresa y con el que pasa muchos momentos de alegría. Ajá. No son bichos sin alma. No son bichos. No son “algo” que te va a “gustar” como cuando hablás de un helado o de tu color favorito. Los animales son mucho más que eso.

Gunda es un documental precioso producido por Joaquin Phoenix y dirigido/montado/escrito por Victor Kossakovsky, un director ruso cuya idea del cine es mostrar, no narrar. Fiel a esa premisa, Gunda muestra la vida de una chancha que en un plano fijo inicial se encuentra en labor de parto. Nacen ¿nueve o diez? crías que buscan las tetillas de su mamá. Ah, las maravillas del inicio de la vida.

El documental, filmado en riguroso blanco y negro, acompaña a Gunda en su cotidianeidad y en ese vínculo innato entre mamá e hijos que también se reproduce en el mundo animal. Recordemos lo que dijimos al principio: No son bichos sin alma. Entonces vemos a los bebés de Gunda explorar el mundo, jugar, revolcarse sobre su madre. Vemos a Gunda observarlos apaciblemente cuando ella descansa en la sombra.

A Gunda y a sus hijos los rodean otros animales, gallinas que también tienen sus rutinas, una en especial: una gallina coja se mostrará desconcertada ante una malla de alambre que intenta atravesar. También estarán cientos de vacas que salen de sus galpones al despuntar el día, felices de correr sobre el pasto.

Durante más de una hora seguimos a estos animales en su granja noruega. No hay un solo humano en el metraje. En Netflix se estrenó el documental En la mente de un gato, que rápidamente se convirtió en uno de los más vistos de la plataforma, ese documental entrevista a humanos que interpretan a los gatos y cómo viven. Son los gatos desde la perspectiva de los humanos. Igual sucede con el documental Stray, que narra la vida de tres perros callejeros en Estambul. Aunque intenta darnos la perspectiva del animal, los humanos están presentes. Gunda, por su parte, es un trabajo de observación hiperrealista. Los humanos no participan en esta exhibición de hábitos y sentires animales. Sí, existe un humano que con mimo los filma y hay otros humanos que los observarán en la pantalla añorando una mejor vida para ellos, pero Gunda está siendo registrada con naturalidad, sin artificios.

Ya casi al final, el humano aparece y no aparece, nunca lo vemos, sabemos que él está ahí haciendo lo que el humano suele hacer con el mundo animal, rompiendo la rutina, estabilidad de Gunda y sus hijos. El final es demoledor. Porque llevás más de una hora viendo, conociendo y queriendo a esos animales, y porque sabés que no podés hacer nada al respecto.

No se dice una sola palabra en todo el documental. No es necesario. Kossakovsky tiene los recuerdos más felices de su infancia gracias a Vasha, un cerdito que fue su compañero de juegos y que luego terminó cocinado en su plato. Eso lo convirtió en vegano en la Unión Soviética. Por eso, Gunda es su trabajo más personal hasta la fecha. Es verdad que el director ruso no tiene empachos en sentar una posición. De hecho, la ficción puede disfrazar el límite moral, pero en el género documental la visión moral del director queda mucho más expuesta. Kossakovsky en su trabajo y en sus entrevistas aboga contra la muerte de los animales a manos de los humanos: “Nuestra capacidad de matar otros animales se mide por miles de millones. Es una de las principales actividades económicas. Estamos matando 1,5 billones de cerdos al año, 66 billones de pollos, un billón de peces al año….». Las cifras son estremecedoras.

Gunda quiere mostrarnos algunas de esas billones de vidas perdidas.

Hay momentos en los que las vacas, las gallinas, miran a la cámara, reconociendo a ese objeto extraño (la cámara, el humano) en su hábitat. Algo en sus ojos transmite curiosidad. No hay miedo ni agresividad, solo curiosidad. Sin embargo, al final, cuando Gunda mira, nos mira, después de lo que le sucede, esa expresión, esa mirada…se quedarán con el espectador horas, días, semanas después de haberla experimentado.

La revolución de la empatía que pide Kossakovsky sí es necesaria.

Lo mejor: la vida de los animales Lo peor: el ser humano interrumpiendo esas vidas Lo más falsete: El mensaje manifiesto: la naturaleza es sabia El mensaje latente: el ser humano no El personaje entrañable: los animales El personaje emputante: el humano El agradecimiento: por la dicha de conocer el amor por un animal.

DOCUMENTAL: Pacto Brutal: El asesinato de Daniela Perez (HBO Max)

Por: Mónica Heinrich V.

Era Cló. Hermosa, joven, talentosa. Daniela Pérez interpretaba a una bailarina en la novela brasilera Vientre de Alquiler (Barriga do aluguel). Su participación era pequeña, salía de la amiga de la protagonista Clara, papel encarnado por Claudia Abreu. Era la época dorada de la red O Globo. ¿Se acuerdan? Principios de los 90s, cuando no había Netflix ni internet y los finales de telenovelas paralizaban países. Vientre de alquiler tenía un tema polémico y jodidito, una joven alquila su vientre a una pareja que no puede tener hijos y se encariña con el hijo que no es su hijo. A mi corta edad ya me trenzaba en altisonantes intercambios de opiniones y asistí emocionada a cómo se presentaron finales alternativos, era un debate eso de “con quién debía quedarse el bebé” o sea con Ana. Hasta el día de hoy la canción que formaba parte de su intro (Aguanta Corazón) suena de vez en cuando en algún nostálgico karaoke.

Siempre recordé la novela…y a Daniela. 

En medio Clara (la ladrona de bebés) y a su izquierda, nuestra derecha, Cló…la hermosa Daniela.

Por eso, cuando la noticia de su muerte corrió por todos lados, quedé en shock. No podía creerlo. Los detalles del asesinato eran turbios. Su compañero de telenovela, el infame Guillherme de Pádua, la había asesinado en complicidad de su esposa embarazada, la no menos infame, Paula Thomaz. Qué horrible todo, y aún así…la ausencia de redes sociales me protegió de lo TAN horrible que fue.

Nunca supe si en Bolivia exhibieron la novela En Cuerpo y Alma, novela que sería la última actuación de Daniela y donde se gestaría toda la pesadilla que acabaría con su vida. Para mí, solo era Cló, la de Vientre de Alquiler, la amiga de Clara. Hermosa, joven, talentosa.

Este año, HBO Max decide presentar Pacto Brutal: El asesinato de Daniela Pérez, una devastadora serie documental que cumple un doble fin: homenaje a Daniela y denuncia.

Homenaje porque el asesinato ocurrió en 1992 y hay una generación que nunca la conoció, o que supo muy vagamente qué pasó con ella. Daniela Pérez existió, y era más que Cló, más que Jazmín (su último personaje) y si no fueran las manos criminales de Guillherme de Pádua y Paula Thomaz seguiría entre nosotros.

Denuncia porque si bien los asesinos fueron juzgados y condenados, los 18 años de cárcel que tendrían que haber cumplido presos se convirtieron en 6 años y 9 meses y ambos rehicieron su vida.  Todo criminal tiene derecho a rehacer su vida, claro, pero en el caso de estos personajes hasta la fecha siguen incordiando a la familia de su víctima.

Los ganadores del Emmy Tatiana Issa y Guto Barra, deciden contar lo que pasó ese fatídico 28 de diciembre de 1992 y el juicio posterior en 5 episodios. El guion escrito por Barra, tiene la sensibilidad suficiente para nunca darle micrófono a los asesinos. Esta es la historia de una víctima, de cómo sus familiares y amigos fueron destruidos por su muerte, es la historia de la justicia corrupta de un país.

La valiente Gloria Pérez ¿Qué se le dice a una madre que entierra a una hija? No hay palabra para describir eso.

Gloria Pérez, mamá de “a Dani”, es el alma de este documental. La guionista estrella de O Globo (Vientre de Alquiler, En Cuerpo y Alma, El Clon, entre muchas) nos muestra a Daniela a través de sus ojos. Nos cuenta la niña que fue. La adolescente fascinada con el baile. La joven que se enamoró y se casó a los 19 años. Rompe el corazón cuando Gloria cuenta que se arrepiente de no haber almorzado con ella el día que murió.

Pacto Brutal no se pone tímido para mostrar las fotos oficiales de la escena del crimen. Eso en un principio me chocó, pero una parte de mí entendía que la familia quería que todos supiéramos qué le hicieron, cómo se ensañaron con esa “menina”, cómo no hay absolución posible para esa muerte. Además de Gloria, dan su testimonio el hermano de Daniela, el viudo, los amigos, los colegas de trabajo, los fans que se tomaron la última foto con ella, los involucrados en el juicio, todo sirve para desenmarañar un caso que se convirtió en algo mucho más grande que la muerte de una actriz, como en un principio titulaban los medios.

En la época que Daniela fue asesinada, ese tipo de crimen no era considerado un crimen hediondo (Brasil tipifica como crimen hediondo a un crimen que tendría que causar toda la repulsa del Estado y por lo tanto que debería tener mayores penas). La cruzada de Gloria Pérez por cambiar la ley brasileña y encontrar justicia para su hija es conmovedora y deja sin palabras. Una de las grandes virtudes del documental es que desde el crimen de Daniela se cuestiona la corrupción institucionalizada de la justicia brasilera y la inoperancia de su policía, y ni hablar del papel de la sociedad que permite que un asesino mute a youtuber, pastor de iglesia y sea invitado a dar su testimonio en televisión cada vez que le da la gana.

ella siendo ella en su último año nuevo

Hay dos cosas en las que discrepo en cuanto al tratamiento de la historia. Es cierto que los hechos demuestran que Daniela Pérez nunca tuvo un affaire con su asesino, pero en la práctica no importaría. Porque, aunque hubieran tenido un romance, aunque ella hubiera intentado seducirlo, aunque ella lo persiguiera, no hay justificación para 18 puñaladas. Así que a veces el excesivo remarcado de que no tuvieron nada me hacía un poco de ruido. Aunque también entiendo la necesidad de la familia en dejar claro que ella no tenía nada que ver con ese tipejo.

Lo que menos comparto es la falta de cuestionamiento a los testigos que vieron cómo Guillherme de Pádua noqueaba a Daniela en la calle y se la llevaba en calidad de bulto. O sea, fueron testigos de todo, no hicieron nada, no dijeron nada después, la madre los tuvo que perseguir para que colaboren, y el documental casi que los presenta como los héroes que terminaron aclarando las cosas. Imagino que es por pedido de Gloria y porque efectivamente, el testimonio cambió el curso del proceso, pero esos sujetos no son héroes, para nada. 

Pacto Brutal, tal como lo anuncia su título es brutal. Te deja con el corazón hecho un guiñapo. El trabajo de investigación y el cuidado que le pusieron a nunca matizar las acciones de los asesinos es admirable. Hace imposible mirar la forma u opinar sobre sus características técnicas cuando el contenido cala tan hondo. Los cuestionamientos a los medios de comunicación, a cómo se manejo el crimen, al machismo sobre el caso, aportan la nota crítica que nunca se mencionó en los 90s. 

Mientras más se acerca el final, más sufrís por esa familia que nunca recuperará lo perdido. Una de las frases que  me golpeó profundamente fue cuando Gloria Perez rememora esa etapa en que sentía que se encontraba plena: su hijos estaban bien, ella estaba pasando por un gran momento laboral, vivía cómoda y tranquila, todo estaba bien…y el 28 de diciembre de 1992, eso se esfumó. «Ya no busco la felicidad, sino las felicidades posibles», dice ahora.

Y paralelo al documental, te agarra la impotencia de saber que los asesinos nunca dijeron la verdad, nunca se arrepintieron, nunca tuvieron un acto digno. 30 años después, y a pedido de las redes sociales, Guillherme (muy en su tono psicópata de siempre) pidió perdón a Gloria Pérez por la muerte de Daniela a través de un video de youtube que solo produce el más alto nivel de CRINGE.  

Solo queda decir: Ni olvido, ni perdón.

Lo mejor: Daniela y la entereza de los que la perdieron Lo peor: haberla perdido Lo más falsete: los testimonios de Guillherme, los de Paula y los de los testigos de la gasolinera El mensaje manifiesto: la vida puede cambiar en un segundo El mensaje latente: recuperarte de ese segundo puede llevarte una vida entera La escena: cuando Gloria habla de Dani, todos los momentos son muy duros El personaje entrañable: Dani, siempre Dani y Gloria El personaje emputante: los asesinos El agradecimiento: porque el recuerdo nunca muere.

DOCUMENTAL: Val

Por: Mónica Heinrich V.

El algoritmo facebookero me derivó a una nota de El Mundo de España cuyo título era: “Val Kilmer, la más grande derrota jamás filmada”. Palabras fuertes. No necesité nada más, ni siquiera entré a leer el coso, me fui directo a Prime Video y PLAY.

Ahí estaba: el señor Val Kilmer. El sex symbol al que llegaron a comparar con Brad Pitt. El actor que tuvo sus 15 minutos de fama y que los aprovechó tan mal que terminó con una carrera más bien discreta. El actor que con la carrera discreta decidió trasladar sus energías a su primer amor: el teatro. El actor que viviendo su sueño de hacer teatro puro y duro fue diagnosticado con cáncer de laringe en el 2015. El actor que producto de ese agresivo cáncer tuvo una agresiva laringectomía y perdió su voz.

El documental Val, es dirigido por Leo Scott y Ting Poo. Lo escribe el mismo Val, y lo narra su hijo Jack Kilmer. Esto de la narración del hijo no es algo simbólico o de origen sentimental, sino una necesidad. Jack le presta la voz a su padre.

La vida de Val ha sido intensa. En lo personal, nunca fue de mis actores favoritos, pero puedo recordarlo en un montón de películas y visualizar su imagen como parte de mi vida, porque el cine termina siendo parte de la vida de uno. Y ver Val deja un sabor amargo por eso. Este es un documental que suena a testamento y el tipo solo tiene 61 años. Como espectadora no pude distanciarme.

Lo que la vida termina haciéndonos, o lo que nosotros terminamos haciéndole a la vida.

A lo largo del documental, sabremos que Val se ha filmado desde muy pequeño, que tuvo en hermano que quería ser cineasta, que con él compartió su amor por el teatro y el cine, que juntos amontonaron cortos y cintas caseras que filmaron repletas de sus sueños infantiles y que ese hermano murió a los 15 años ahogado en la piscina familiar.

Después de esas revelaciones, es muy fácil tenerle simpatía al Val que con 16 años consiguió entrar a la prestigiosa y exclusivísima escuela Julliard. Es muy fácil seguirlo en sus ambiciones, en su frustración por protagonizar películas “comerciales”, en las quichicientas cintas que le mandó a Stanley Kubrick para convencerlo de contratarlo, en su dicha cuando consiguió el papel de Jim Morrison con Oliver Stone.

Val (el documental) va y viene entre esos recuerdos adolescentes, juveniles, en los que todo parecía posible. Uno de los aspectos más emotivos del documental es precisamente eso: el contraste espontáneo entre el Val sonriente de los 90s que sobradoramente se burlaba de Tom Cruise o que criticaba a los actores empíricos y el Val actual, el hombre avejentado y fragilizado que solo puede hablar a través de una prótesis fonatoria.

Val, luchándola

Al ser un trabajo de Val sobre Val, el documental es bastante amable con los errores o tropiezos del actor. Sí, Val asume su perfil de chico “problemático” pero siempre lo tiñe de cierta “incomprensión” o “injusticia” hacia su persona. Si la industria le dio la espalda o lo dejó de lado, el actor parece no darse cuenta del papel que jugó para que eso sucediera. Las innumerables anécdotas de su errático comportamiento en rodaje incluidas el cigarrillo que le apagó en la cara a un camarógrafo en La Isla del Doctor Murneau o la pelea a golpes con el director Joel Schumaher en el set de Batman, son solo unas cuantas de las leyendas urbanas que circularon sobre él y que le cerraron varias puertas.

Aún así, a pesar de cierto tono de autocompasión o de mea culpa a medias, no cabe duda que este documental va un poquito más allá de la vida de Val como Val.

Ver a un tipo que llegó a la cima, y que no solo desaprovechó ese privilegio, sino que mal administró su plata, sus bienes, desatendió a su familia, a sus hijos, y todo para terminar enfermo y solo…todo para terminar sobreviviendo de las viejas glorias de sus personajes más comerciales (esos que tanto despreciaba), yendo al Comic Con a firmar autógrafos para gente que lo recuerda como Iceman (Top Gun) o yendo a un screening de Tombstone para firmar autógrafos a gente que lo recuerda como Doc Holliday, es muy sobrecogedor.

Me dueles, Val. Me dueles.

Hubo un tiempo que fui hermoso, y fui libre de verdad.

A nivel técnico le sobran unos cuantos minutos. Una vez pasaste la parte más rica del recuento, cuando ya contó sobre su familia, su infancia, cuando ya mostró clips exclusivos con Cristian Slater, Jhonny Deep, Kevin Bacon, Marlon Brando, cuando ya entendiste todo lo que perdió…los últimos veinte minutos son algo repetitivos. Es el cierre que el estudiante de Julliard hubiera querido. El cierre que tiene que hacer Val, y que un editor, director, jamás le podría recortar porque para Val no estaría a la altura de la tarea. La cosa impostada y autoconsciente que manejó sus relaciones laborales y personales. Val siendo Val.

Sí, es un documental duro. Imagino que catártico para él y aleccionador casi por ósmosis para cualquier espectador. Es un “todo lo que sube puede bajar” o un “cuidado con escupir hacia arriba”. Por eso, Val tiene el poder de removernos las entrañas a pesar de su autoculto. La parte más humana de nosotros puede empatizar con Val, derramar algunas lágrimas por lo que le pasó y por cómo sigue adelante y, sobre todo, deseará que este hombre de 61 años pueda tener una segunda o tercera oportunidad, querremos verlo cumplir más sueños porque ya que estamos con las frases “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.

Lo mejor: emotivo y humano recuento de una vida Lo peor: la autocrítica es limitadita  La escena: cuando empieza y es la voz de Jack hablando como si fuera Val. Y cuando Val se sentía mal en la firma de autógrafos y se quedaba igual. Y cuando veía sus screenings de Tombstone. Lo más falsete: los datos omitidos para que Val no se vea mal El mensaje manifiesto: Todo lo que sube baja El mensaje latente: Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos  El consejo: Para verlo cuando se esté vibrando alto, porque es muy triste El personaje entrañable: a pesar de todo: VAL El agradecimiento: por los momentos de verdad.

DOCUMENTAL: Colectiv (Collective)

Por: Mónica Heinrich V.

Colectiv era una discoteca rumana que se consumió por el fuego en menos de una hora.

La noche del 30 de octubre del 2015 la banda metalera Goodbye to Gravity estaba en pleno concierto. En youtube podemos verlos en ese escenario, en esa noche, interpretando premonitoriamente The day we die. Parte de su letra era la frase “Al carajo tu perversa corrupción”. Finalizada la canción, la voz del vocalista diría: “Parece que hay fuego acá ¿alguien tiene un extintor?” y luego, luego el pandemónium. 27 muertos de manera instantánea. 180 heridos. Días después morirían 37 personas más.

En la discoteca había solo una puerta que daba al exterior y medía 81 cm. El aforo legal para ese espacio era de 80 personas, en ese momento habían entre 300 a 400 personas. Encima, el boliche hizo firmar a la banda un contrato en el que se estipulaba que debían meter a 300 personas mínimo o los multaban.

Cuando la gente se percató que el fuego devoraba el techo, corrió en desbandada hacia la puerta de 81 cm. Los que no murieron por el fuego murieron por el humo, los que no murieron por el humo murieron por algún tipo de lesión provocada por la estampida, los que no murieron ni por el fuego ni por el humo ni por la estampida murieron por una infección intrahospitalaria.

Alexander Nanau dirige el documental Colectiv y sigue el trabajo periodístico de Catalin Tolontan, quien a pesar de estar a la cabeza de un periódico dedicado solo a los deportes, lanza una investigación sobre el incendio de la discoteca y descubre que la atención médica recibida por las víctimas fue deficiente y que el líquido usado para desinfectar los quirófanos era diluido. O sea, cuando las víctimas del incendio llegaron a los hospitales, las bacterias de las que tienen que protegerte en un hospital se campeaban a sus anchas.

Nominado al Oscar a Mejor Documental y a Mejor Película Extranjera, el documental está planteado en dos bloques, uno que sigue a Tolontan presentando el problema de los desinfectantes diluidos y la corrupción del sistema de salud rumano y otro que sigue a Vlad Voiculescu, el Ministro de Salud que posesionan en medio de la crisis para tratar de recuperar la confianza del país.

Hay que resaltar el trabajo de Nanau que crea un documental que parece una ficción. No existen entrevistas con gente mirando a cámara, no hay testimoniales, Nanau lleva a cabo un registro de imágenes de reuniones, charlas tanto de los periodistas, sus fuentes, como de las víctimas para darle más profundidad a la valiosa investigación. Las conclusiones son terroríficas. El desinfectante además de ser diluido al mínimo por el proveedor, vuelve a ser diluido en el hospital, anulando su efectividad. Pero no es solo el desinfectante, es la designación a dedo de gerentes de hospitales y su nula preparación para el manejo de presupuestos millonarios. Es convertir la salud en un negocio manejado por mercanchifles.

Toda esa primera parte que presenta a algunas víctimas, desmenuza la negligencia, la corrupción, el cinismo, y hasta podría decir la falta absoluta de respeto por la vida humana, está muy bien trabajada. Uno se queda espantado y empezás recordar a conocidos que han muerto por bacterias intrahospitalarias, o pensás en los rumores sobre tal o cual clínica que viven llenas de bacterias intrahospitalarias. Y claro, es en las crisis sanitarias cuando el aparato público ya sea estatal o municipal aprovecha para saquear porque ya saben: en río revuelto, ganancia de pescadores.

Donde Colectiv pierde fuerza es cuando abandona al periodista Tolontan y se centra en la figura de Voiculesco. Nanau es un reformista frustrado, un rumano que emigró a Alemania y que aún espera una revolución como la del 68 y vio en el joven ministro un aliado . Pero yo, yo no confío en los políticos, y mucho menos en sus intenciones, entonces cuando Voiculescu, que pertenece al partido opositor del gobierno de ese momento, dice a quemarropa que el mal manejo de los pacientes quemados en Colectiv fue una decisión política, aunque tenga razón hay mucho más detrás de esas afirmaciones. Voiculescu está haciendo, a su vez, un cálculo político y por eso pienso que la cámara de Nanau debió quedarse con Tolontan, un personaje más confiable y que además abordaba el asunto desde un punto de vista periodístico y no político.

Aún así, Colectiv es un documental más que recomendable de ver, y muy necesario no solo para Rumania sino para el mundo en general porque describe con precisión la terrible corrupción estatal y sus consecuencias. Creo que espectadores de todo el mundo podrán reconocer situaciones similares en sus respectivos países.

La banda Goodbye to Gravity era un quinteto, esa noche murieron cuatro miembros y quedó vivo el vocalista con casi el 50% del cuerpo quemado. La noche del incendio, la banda permitió el uso de fuegos artificiales. Fuegos artificiales que fueron instalados cerca de un techo que fue hecho de esponja inflamable para que los dueños del local abarataran costos. Techo de esponja que fue pasado por alto por los funcionarios que acreditaron el lugar para que pudiera servir como salón de eventos. Funcionarios que seguramente recibieron un soborno para dejarlo pasar. Soborno que, por lo general, es parte de la mayor parte de las funciones públicas de cualquier estado. Esa noche, el único sobreviviente de la banda cantó premonitoriamente The day we die, parte de su letra era: Otra fila saltando a la llama. Los labios sueltos son líderes cambiantes. De aquí en adelante todos tienen la culpa.

Lo mejor: es una denuncia fuerte y clara que tuvo como consecuencia un cambio de gobierno y una crisis política sin precedente en la Rumania post Ceausescu Lo peor: creo que pasarle la posta del relato al ministro debilitó la propuesta  Lo más falsete: el ministro El mensaje manifiesto: al corrupto no le importa la vida humana El mensaje latente: la corrupción es una cadena que va desde lo más alto hasta lo más bajo del estrato social La escena: los gusanos comiéndose al paciente en terapia intensiva El personaje entrañable: las víctimas de la corrupción estatal El personaje emputante: la corrupción  El agradecimiento: por la valentía de destapar el caso.

DOCUMENTAL: The Staircase

Por: Mónica Heinrich V.

“Ha sido una bendición y una maldición”, dijo el ganador del Oscar Jean-Xavier Lestrade.

El francés es un documentalista que, en efecto, cayó bajo el embrujo de un caso criminal y siguió al detalle el desarrollo del mismo. ¿El Resultado? La serie documental The Staircase que resume más de una década de filmación en 13 episodios y una historia que aunque ya tiene un cierre legal, aún deja más dudas que certezas.

La obsesión de Lestrade es comprensible, vos mismo como espectador te vas envolviendo en el caso y tenés la imperiosa necesidad de saber qué pasó con Kathleen Peterson en diciembre del 2001. Los hechos conocidos por gran parte del mundo son: el novelista y ex militar Michael Peterson, autor de cuatro libros, llamó al 911 para informar que encontró a su esposa al pie de las escaleras en lo que parecía ser una caída. Hasta ahí, tenemos un accidente doméstico lamentable. Cuando la policía y la ambulancia llegan se encuentran con un cuadro diferente. La mujer ya está muerta, hay mucha, mucha sangre alrededor y salpicaduras hasta en el cieloraso del área donde se supone ocurrió todo. Es evidente que hubo algo más que una mujer pasada de copas que resbaló en algún escalón.

Rápidamente las cosas se complican para Mike Peterson, y pasa a ser el principal sospechoso. Se arma un sólido equipo de defensa en el que se incluye al abogado David Rudolf, el especialista forense Henry Lee, el hermano de Peterson que también es abogado y testigos que aportan su granito de arena. La realidad superando a la ficción 

LA DUDA RAZONABLE

El documental de Lestrade recoge los momentos más importantes del juicio, de la preparación de los abogados, de los testimonios de los involucrados y pone al juicio del espectador elementos para insertar en la mente eso que se llama “duda razonable”. O sea, puede ser que estés seguro que detrás del crimen existen más misterios que nunca se podrán aclarar, pero hay argumentos que la defensa esgrime que no son del todo descabellados.

Aparte del caso como tal (mujer muerta de forma extraña) lo que enriquece el trabajo de Lestrade y atiza el interés del espectador, es el pintoresco personaje que resulta ser Michael Peterson. Un hombre de sesenta años, con una doble vida, que mientras estaba casado buscaba scorts masculinos por internet, y que ante las cámaras parecía estar viviendo otra realidad. Peterson tenía dos hijos de un matrimonio anterior y había adoptado a dos muchachas que eran hijas de sus vecinos cuando vivió en Alemania y que quedaron huérfanas. Con la víctima (Kathleen) tuvo una hija más. Esa última hija (junto a las hermanas de Kathleen) es la que le dio la espalda y asumió de entrada que Mike era el asesino. Los otros hijos apoyaron a su padre.

La familia completa

Hay una secuencia que me pareció muy fuerte casi a la mitad de la serie, SPOILER cuando encuentran un atizador que la fiscalía había señalado era el arma homicida. Encuentran el atizador en el garaje, un lugar en el que se había buscado muchas veces el objeto. Lo encuentran un día antes de la presentación de alegatos finales por parte de los abogados. Al encontrarlo, uno de los hijos le pregunta a Mike si está seguro que el hallazgo no lo va a perjudicar en la lógica de que si realmente fue el arma homicida y se descubren restos de sangre y cabello, se insinúa que habría que desaparecerlo y no presentarlo durante el juicio. Lo mismo sucede con sus abogados. Rudolf hace hincapié en la necesidad de “no llevarse sorpresas”. Eso me indicó que ni la familia ni los abogados estaban seguros de la inocencia del tipo, pero que estaban dispuestos a defenderlo hasta las últimas consecuencias.

A lo largo de la serie se van dando pequeños giros tanto a favor del procesado como en contra del procesado. Uno de ellos es el hecho de que en Alemania la madre de las dos chicas que Peterson adoptó murió en circunstancias parecidas a Kathleen.

Eso no inmuta a los familiares que apoyan a Peterson, pero para los que no lo apoyan es una confirmación de que el hombre tiene un pasado turbio y que lo que hizo en Alemania lo repitió en Estados Unidos FIN DEL SPOILER.

Gran parte de la serie te debatís entre las ganas de creerle a Peterson y las abrumadoras evidencias en su contra. De hecho, la estrategia de la defensa nunca fue probar su inocencia sino abrir posibilidades lo suficientemente sólidas para que el jurado dude.

Más allá del “entretenimiento”

Dejando el morbo de lado, The Staircase tiene un valor documental innegable. Por un lado se filma todo lo que corresponde al periodo del juicio, donde vemos las estrategias tanto de la defensa como de la fiscalía. Por otro, somos testigos del uso de la vida sexual del acusado como “señal” de que se pudo cometer un asesinato o como elemento para clamar discriminación. Las opiniones conservadoras de lo que debe o no ser un matrimonio o la apertura de la defensa a “otro tipo de amor”. La cobertura tendenciosa de los medios de comunicación que de entrada señalaron a Peterson como culpable. El afán tanto de la fiscalía como de la defensa no de encontrar la verdad, sino de probar sus puntos sin importar la verdad.

Ya en esa primera parte de la serie se ve negligencia tanto de los forenses como de la policía para el manejo de un caso que fue tan delicado, lo que hace pensar que la vida de una persona está en manos de gente sin escrúpulos o simplemente floja.

Años después se abre otra veta a explotar para la defensa. El especialista en sangre de la fiscalía, David Deaver del FBI, había manipulado resultados en 34 casos de los que participó. Uno de esos casos llevó a la condena de Grey Taylor quien pasó 17 años en prisión siendo inocente. Deaver fue testigo clave contra Peterson. Es más, supuestamente el jurado se inclinó a favor de la culpabilidad de Peterson por su testimonio. Así es, corrupción, negligencia y manipulación de pruebas en los más altos niveles.

Por eso, Lestrade volvió a filmar y se agregaron más episodios a los que originalmente se tenían.

¿JUSTICIA?

The staircase es un ejemplo perfecto de cómo funciona la justicia (o la falta de ella) estos días. Porque amén de lo que le sobra o falta como documental, tenemos un seguimiento al proceso de justicia que es muy valorable.

Entre sus puntos en contra, puede que se alargue en demasía y pase por alto algunos elementos que capaz era necesario profundizar (la aparición del atizador, el caso de Alemania, etc..). También, como a mitad del documental empieza a notarse cierta simpatía por Peterson y es entendible. Estás viendo mañana, tarde y noche a un tipo que no es tonto, tiene sentido del humor, es articulado, y puede envolverte con anécdotas de su esposa muerta. Después supe que la montajista de la serie se enamoró de Peterson y tuvo una relación de muchos años con él. Según el director eso no influyó en el montaje. Le daremos el beneficio de la duda, tal como algunos se la dieron a Peterson.

Hoy, en el 2018, Netflix exhibe el trabajo de Lestrade, la figura ya ajada de Peterson y la imagen de Kathleen en el confuso episodio que acabó con su vida.

Todo está en la plataforma de streaming para que el espectador vea y juzgue. Porque eso es lo que en realidad haremos al final, emitir un juicio sobre Peterson.

Lo que más te deja la experiencia, es saber que así seas culpable o no, las evidencias a favor o en contra pueden ser manipuladas a antojo del abogado/fiscal de turno. De eso depende una vida en prisión siendo inocente o una vida libre siendo culpable.

Escalofriante.

CURIOSIDADES

El francés Jean-Xavier de Lestrade fue ganador del premio Óscar de 2002 a la mejor película documental con Murder on a Sunday Morning.

Después de que recibiera el premio Óscar, HBO le propuso realizar una TV Movie basada en otro caso legal real, para lo que revisó unos 300 archivos judiciales en busca del siguiente sujeto de su historia. Se inclinó por un caso totalmente diferente al que le dio el premio de la Academia: el de Michael Peterson: un hombre de mediana edad, blanco y con recursos.

El primer episodio producido por Netflix se lanzó en el Festival de Cine de Tribeca (Nueva York) en 2018.

The Staircase hizo historia en el género documental sobre crímenes. Fue muy aclamada por la crítica y audiencia y galardonada con un ‘Peabody Award’ en 2005.

DOCUMENTAL: Visages Villages / Rostros y Lugares / Faces Places

Por: Mónica Heinrich V.

No quiero hablar aún de Icarus y lo terrible que son los rusos y de cómo Netflix compró el documental que ganó anoche los Oscar por una cifra poco frecuente. No. La agenda americana anti-rusa no me interesa en este momento. De ellos nos ocuparemos después.

Hoy quiero hablar de Rostros, y también de Lugares, y de Agnès Vardá y de JR y de la Nouvelle Vague y de la fotografía y de la juventud y de la vejez y de Jean Luc Godard y de aquello que dejamos atrás mientras vivimos y de aquello que nos llevamos cuando morimos.

Visages Villages (Rostros y Lugares) es un documental, una road movie, una buddy movie, un proyecto artístico, y el encuentro entre dos generaciones a través del arte.

La encantadora Agnès Varda, un mito de la cinematografía francesa, ya en sus 86 años se embarca en esta aventura con JR, un artista alternativo de 34 años. Juntos recorren la Francia rural en una furgoneta con forma de cámara que además expulsa fotos a gran escala.

La idea es modesta y ambiciosa al mismo tiempo. Modesta porque no requiere más que el buen ojo y la oportunidad, y ambiciosa porque conseguir armar con esos retazos de personas y de lugares un documental tan hermoso, no debe ser fácil.

La única consigna para los personajes que se fotografiarían era que no ostenten ningun tipo de poder. Aunque el trabajo parece aleatorio, es evidente que detrás hay un arduo trabajo y la sensibilidad justa para llevar a la pantalla lo que vemos.

Rostros y Lugares regresa al cine de contar historias sin mucho ornamento, de vender cierta verdad hoy tan esquiva tanto en la ficción como en el género documental.

“Hay que estar siempre reinventando la vida” dijo Agnès en una entrevista reciente, y eso es precisamente lo que hacen ella y JR en su documental: mineros, pueblos abandonados, queseros, cabras, trabajadores, el famoso puerto Le Havre, personas anónimas, invisibles, lugares hermosos pasados por alto, todo eso recuperan ambos directores a lo largo de su exquisito viaje.

El viaje, además, sirve para conocer a ambos artistas, para saber sus posturas sobre ciertos tópicos, para ver la vida a través de la juventud de JR y la sabiduría de Agnès. Este no es un viaje solemne, no es una paja intelectualoide de dos poseros que quieren verse «creativos», esto tiene mucho sentido del humor, mucha ternura, mucha piel.

Confieso que me enamoré de este trabajo. No pude resistir el encanto de una Agnès Varda esperando a la muerte con serenidad, tras una vida bien vivida, con más de sesenta años de carrera, y aún activa. No pude resistir el encanto de las personas que quedaron inmortalizadas en las hermosas gigantografía de JR. Los espacios usados, las historias contadas.

SPOILER

La guinda de la torta: el acto de mezquindad de Jean Luc Godard (el otro sobreviviente de la Nouvelle Vague) entrañable amigo de Agnès, hoy distanciado y haciéndole honor a su reputación de rebelde, ermitaño e hijo de puta.

Ver a la anciana Agnès tocándole la puerta con sus masitas favoritas, pensando presentarle a JR esa leyenda del cine, y recibiendo solo un ambiguo mensaje escrito en un vidrio me rompió el corazón.

Supongo que así es la vida y no queda más que entenderlo a él que no quiso ser parte de un reencuentro entre dos seres a punto de partir, y admirar a Agnès por perdonarlo, por atesorarlo como el tipo que compartió junto a ella una era.

FIN DEL SPOILER

El final del documental, no obstante, es precioso. Esas palabras que hablan de compensar, de revelar, de mostrar. Y en ese justo momento en que los ojos ajados de Agnès intentan descubrir el rostro de JR y no pueden porque ya no son los mismos ojos de antes, vos también estás mirando fuera de foco. El líquido salado no te deja ver.

Lo mejor: hermoso, conmovedor, creativo, humano Lo peor: sentir que puede ser la despedida de Agnès La escena: la de Godard y la de la secuencia final de las gafas Lo más falsete: el Oscar a Icarus El mensaje manifiesto: la belleza está en todas partes El mensaje latente: hay que reinventar la vida El consejo: Velo, hay que verlo El personaje entrañable: Agnès, JR, los personajes, las fotos, los lugares El personaje emputante: Godard: Damn, you! El agradecimiento: por eso que te deja en el alma.

CURIOSIDADES

Única directora de la Nouvelle Vague

La hija de Agnès le escribió a JR diciéndole que él y su madre deberían conocerse. Luego, él la visitó y ella le devolvió la visita, empezaron a pensar a trabajar juntos casi inmediatamente.

Desde el inicio se decidió que el documental no debería durar más de 90 minutos.

JR es un artista callejero y fotógrafo francés cuya identidad aún no ha sido identificada; también es conocido como el «fotógrafo clandestino». Toma fotografías en blanco y negro que después de ampliadas son pegadas en grandes muros en la ciudad a la vista de todos, ya que el mismo dijo que «la calle era la galería más grande del mundo».

Agnès Varda estuvo casada con Jacques Demy quien murió a los 59 años por complicaciones del SIDA.

La banda sonora fue compuesta por Mathieu Chedid.

Por la avanzada edad de Agnès, solo se filmaba una semana al mes.

La película logró financiarse a través de un crowdfunding y el apoyo de su hija que buscó financiación en el MoMA que compró una copia para su fondo archivístico antes de que empezase el rodaje y la Fundación Cartier.

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