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CINE CHILENO: 1976 / CINE ARGENTINO: Argentina, 1985

Por: Mónica Heinrich V.

1976

“Qué oscuros somos los chilenos” dice uno de los personajes de 1976. Y sí, si pienso en el Chile de 1976, qué oscuros fueron los chilenos. Qué oscuros fuimos todos.

Para el cine latinoamericano esos periodos han sido muy difíciles de retratar. El cine memoria cuesta, duele, jode. De Chile se me aparece como un fantasma Post Mortem (reseñada ACÁ) o Machuca (que vi en el Festival Iberoamericano de Cine hace añadas) de Andrés Wood que co-produce 1976. No es casualidad lo de Wood, 1976 es dirigida por Manuela Martelli una de las protagonistas de Machuca. Martelli también fue protagonista de B-Happy, ¿recuerdan esa película que también estuvo en el Festival Iberoamericano de Cine hace añadas? Después, la actriz se fue a estudiar dirección de cine a Estados Unidos y, gracias a Dios, regresó no con un cine de fórmula sino con un debut que tiene voz.
El inicio de 1976 es perfecto. Una doñita jailona, Carmen (Aline Kuppenheim), está eligiendo el color de pintura para las remodelaciones de su casa frente al mar. Es un rosado cursilón. El primer plano está fijo en el balde de pintura que está mezclando el color, de fondo se escucha un alboroto. Los milicos han detenido a alguien en plena calle, a plena luz del día. No lo vemos, pero lo sabemos.

Eso es lo mejor que tiene 1976: lo que no se ve, pero se sabe.

Posteriormente, un sacerdote (Hugo Medina) le pide a Carmen que lo ayude a curar (Carmen trabajó en la Cruz Roja) a un muchacho que recibió un balazo. Le da a entender que es un delincuente común, que hay que protegerlo porque es joven y merece una segunda oportunidad. Se intuye que el herido es alguien de la resistencia contra Pinochet.

Es muy interesante el juego espejo que establece Martelli entre la sordidez de los desaparecidos por la dictadura y las vidas del privilegio que seguían remodelando casas, juntándose a comer, a tomar un vinito, a festejar cumpleaños, en una burbuja que los apartaba de los muertos diarios. Vivían los toques de queda, conocían personas que desaparecían, o colegas que iban presos por ser “rojos”, pero el horror-horror no los tocaba.

El guion de 1976 co-escrito entre Martelli y Alejandra Moffat es íntimo, sin anhelos de mainstream y con un cuidado en la puesta de escena que se disfruta.

Su actriz principal, Aline Kuppenheim, sostiene el peso dramático de todo lo que vemos, quizás algo que te saca de la trama es Ernesto Meléndez como el refugiado. El actor hace lo que puede, pero el personaje requiere a alguien que pueda transmitir que la vida le está pasando por encima como un tractor y, por ratos, su actuación era poco convincente. Este desnivel actoral se sufre en otros momentos en el que aparecen más secundarios igual de flojos. De todas formas, lo que cuenta 1976 es tan importante que el desnivel actoral termina siendo pasado por alto.

Martelli tiene una mirada acuciosa que traduce la tensión de la época. Esa tensión contrasta con el marido de Carmen, un doctor acomodado cuyos amigos son parte de la cúpula militar. Contrasta también con la discusión que se arma a la hora de comer entre hermanos que no tienen la misma postura política. Carmen, por su parte, necesita consumir pastillas para afrontar el día a día, y su generosidad con el refugiado está más allá de la política, más cercana a su vocación de enfermera.

Al mismo tiempo, la relación con el chico le hace notar bajo una fea luz eso que estaba pasando hace mucho y que ella recién dimensiona. Es más fácil ignorar u odiar al “salvaje”, al “peligroso”, al “subversivo”, si no lo conocés, si solo lo ves como esa amenaza que tu círculo inmediato y la prensa utilitaria pregonan.

Me sobraron los recortes de periódico, aunque debo reconocer que el uso que hizo de los discursos de Pinochet en la TV fue muy logrado. No me suelen gustar esos “apoyos”, pero: la señal interrumpida, los niños jugando, me parecieron un gran contrapunto.

La trama me recordó a Golpes a mi puerta (1994) por lo menos en lo básico: Dos monjitas escondían a un rebelde buscado por los milicos e intentaban protegerlo hasta lo último. En esa película el lugar era cualquier país de Latinoamérica en la época del Plan Cóndor y era más entendible que las monjitas se sintieran impelidas a ayudar. En 1976 la ayuda proviene del espectro que se mantuvo pasivo.

Es claro que 1976 no será de esas películas de Hollywood triunfalistas, en las dictaduras tuvimos pocas victorias. Por eso, cuando llega el final y ya lo intuías, igual estás con Carmen hasta el último plano. Y otra vez, con el cántico, la torta, la alegría mundana, regresa la palabra privilegio, pero mientras veo a nuestra Carmen (porque realmente la acompaño) digo no, eso más que privilegio es un quebranto, una vergüenza.

Sí, que oscuros fuimos, qué oscuros somos.

Lo mejor: Tiene voz y una gran protagonista Lo peor: algunos secundarios y algunas escenas que parecen muy tontas  La escena: el final  Lo más falsete: cuando Carmen va a buscar al otro cura  El mensaje manifiesto: qué oscuros fuimos El mensaje latente: qué oscuros somos El consejo: ni olvido ni perdón El personaje entrañable: las víctimas El personaje emputante: el privilegio que miró para un costado El agradecimiento: por la memoria.


Argentina, 1985

No soy fan de Santiago Mitre, aunque respeto la vocación comercial de su cine. Todo, y no miento, todo lo que he visto de él, incluso pensando solo en su trabajo de guionista en películas como Carancho o Leonera, me remite a una fórmula vieja, gastada, imitadora del cine americano. Prolija, claro, pero es el niño que llega al cumpleaños con corbatita de moño. Muy formal, muy consciente de sí mismo.

Argentina, 1985 bebe como si se tratara de agua bendita de la estigmatización del género. El género requiere que sea una película que toma posición y el contexto es netamente manejado hacia ese lado. La milicada no es explorada más que como postes de luz a los que se les nota la maldad, y que tienen que darnos miedito y asco sin ahondar mucho en cómo fue posible lo que hicieron. Parece también que son los únicos responsables, cuando en realidad todos los milicos del mundo en ese contexto tienen el apoyo de distintos círculos internacionales, políticos, sociales, de poder que están permitiendo, empujando y financiando sus desmanes.

Argentina, 1985 sigue el juicio histórico que se le hizo a las Juntas Militares, Jorge Rafael Videla, Emilio Massera, Eduardo Viola, Armando Lambruschini, Orlando Agosti y otros cuatro militares, por los desaparecidos en la dictadura, la narrativa gira en torno al horroroso crimen, las víctimas suben al estrado y Santiago Mitre trata de hacer que sean realmente los testimonios de lo inenarrable. Y funciona. Dialoga con la generación que lo sufrió y con un público que hoy apenas resiste ver una película completa. Tiene los ingredientes adecuados: Un héroe (Strassera), los sorprendidos hijos de la generación que fue en su mayoría pasiva y que pueden lanzar gags («tenía voz de facho, como usted») el niño pintoresco (hijo de Strassera) la amenaza del mal (obstáculos para el éxito) el uso emotivo del relato (testimonios de las víctimas y escenas con las Madres de Plaza de Mayo),  la redención del que “no sabía”, “no se imaginó” (mamá de Ocampo). Estamos todos.

Desgraciadamente, el tono es tan condescendiente que la propuesta termina deslucida a favor de sus aspiraciones comerciales. Se va por el lado sensiblero y omite, por ejemplo, el aporte imprescindible del informe elaborado por la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) cuyo director era nada más y nada menos que el escritor Ernesto Sabato. Sin ese informe el juicio no hubiera sido posible. Esos son los papeles donde escarban Strassera y sus jóvenes ayudantes para armar la acusación. La figura de Alfonsín es apenas una sombra, porque el foco está puesto en la valentía e hidalguía de Strassera, pero para que Strassera pudiera trabajar estuvo protegido por una voluntad política. Es así que el contexto histórico, político, la enormidad de lo que se hizo tras bambalinas, quedan supeditados a una sensación más de telefilm de Hallmark.

A nivel de actuaciones hay desniveles. El niño, la esposa de Strassera, siempre tienen un gesto de más. Ricardo Darín hace una vez más de Ricardo Darín y una vez más funciona. Los chicos cools que acompañan a Strassera aportan color y destaca, de manera inesperada, Peter Lanzani como Ocampo.

Quitando la liviandad y el tono absolutamente convencional con que Argentina, 1985 es contada, en general es una película resultona que seguro generará un nexo emocional con los espectadores de cualquier parte del mundo. No olvidemos lo que dijo una vez Eric Hobsbawm: «La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con las generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX. En su mayor parte los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo ofrecen en una suerte de presente sin relación con el pasado del tiempo que viven». Así que por ese lado, la película es importante y cumple una función de denuncia y memoria. Aún cuando juegue a lo seguro. Aún cuando las oscuras sombras de esos oscuros tiempos siguen sin ser tocadas de verdad.

Lo mejor: Es cine memoria, pone sobre el tapete lo que pasó en esa época, le hace recuerdo a los que se quieren olvidar y se lo cuenta a quienes no lo saben Lo peor: plana y sensiblera  La escena: el testimonio de las víctimas  Lo más falsete: las escenas con el niño y con la esposa  El mensaje manifiesto: qué oscuros fuimos El mensaje latente: qué oscuros somos El consejo: buscar la información sobre el papel de la CONADEP y la cronología de cómo se armó el juicio, también buscar las notas que le hicieron a Borges cuando asistió a una de las audiencias y quedó shockeado El personaje entrañable: las víctimas El personaje emputante: los que operaron en las sombras El agradecimiento: por la memoria.

CINE CHILENO x 2: Aquí no ha pasado nada y Huacho

Por: Mónica Heinrich V.

Me topé con Aquí no ha pasado nada (Much ado about nothing) en Netflix  y cuando busqué al director me di cuenta que había visto hace muchos años, en el extinto Festival de Cine Iberoamericano, otra de sus películas: Huacho. Recuerdo que en esa época me pareció de lo mejor que trajo el festival e incluso le hice una reseña que se publicó en El Deber y que yo, para variar, olvidé resubir a este blog.

Pongo las reseñas de ambas películas como un bonus para darle un vistazo a la filmografía del director chileno Alejandro Fernández Almendras.

AQUÍ NO HA PASADO NADA

No todos tienen los huevos de Alejandro Fernández Almendras. A pesar de poseer una filmografía más que digna el estado chileno le negó cualquier fondo a su proyecto y tuvo que recurrir a un crowfunding. ¿Por qué? Porque su película está basada en el caso de Martín Larraín, un muchacho que en el 2013 tuvo un accidente de auto con atropello y abandono (omisión de socorro) de una persona que murió. El caso sería uno más si no se tratara del hijo de un importante senador chileno, miembro de la más rancia socialité chilena.

No. No es fácil ir contra el poder.

Aquí no ha pasado nada surgió como consecuencia del estupor de la opinión pública con el fallo judicial que absolvió al conductor. Según algunos medios chilenos la corrupción hizo lo suyo y se falsearon autopsias, pruebas de alcoholemia, testimonios y testigos a merced de las argucias que solventan la plata y los contactos. Incluso este año (2017) el caso volvió a tener relevancia porque el forense que hizo la autopsia fue encontrado culpable de falsificación de informes.

Fernández Almendras escribió, junto a Jerónimo Rodríguez, su guión basándose en todo ese entuerto, pero dándole un giro para que resultara más accesible al lenguaje cinematográfico.

Es así que el personaje principal es Vicente (Agustin Silva) un joven de clase alta que está vacacionando en su costosa casa playera y se enfiesta con un grupo de chicos que conoce ese mismo día, entre ellos el hijo de un poderoso político, Manuel Larrea (Samuel Landa).

La fotografía del peruano Inti Briones evoca durante los primeros minutos el hedonismo de una clase privilegiada: trago, drogas, sexo, alcohol, robos que consideran menores, irresponsabilidad, el “carreteo” sin pensar en las consecuencias.

Aunque de entrada sabés que va a ocurrir el atropello mortal, hay un par de amagues, un clima de tensión que el director aprovecha para formar una nebulosa en torno al accidente. Cuando este realmente ocurre se trata de una secuencia muy bien manejada y que es clave para el relato.

Lo más chocante de la historia es que como su título sugiere: para los involucrados no ha pasado nada. Hay una ausencia total de culpa, de responsabilidad, de fatiga, tanto en los muchachos como en los padres que, en el caso de Vicente, no adoptan ninguna postura escandalizada, ni que muestre la real dimensión de haberle quitado la vida a alguien aunque sea por accidente. Más allá de quién fue el responsable del volante.

La película tiene una postura moral clara,  y una mirada sin matices al conflicto. Quizás eso sería lo que a veces hace ruido o incomoda en cuanto al trabajo de Fernández Almendras, esa falta de matices con la que se describen situaciones que aplican para cualquier sector social (por ejemplo el hedonismo juvenil), también hay secuencias que son innecesarias o que en lugar de abrir una reflexión profunda la cierra por exhibirla muy masticada, como por ejemplo los resaltados de Proust, la charlita del Dios cuico (Dios jailón), la charla de Vicente con su tío con un graffiti al fondo que alude a la dictadura o el final que se extiende en demasía en su afán de recalcar (por si no lo entendimos) lo podridas que andan las altas esferas de la sociedad.

Fernández Almendras construye, no sin sesgos, este mundo de hijitos de papá con el que es difícil empatizar. Lo hace desde un caso que afectó a la sociedad chilena pero que no suena muy lejano a otros casos similares en cualquier país del mundo. La corrupción es universal.

Un buen montaje, actuaciones generales correctas (uno que otro secundario bajo) y un tratamiento de la trama bastante efectiva hacen que el visionado de esta película sea disfrutable.

Aquí no ha pasado nada es en términos generales  plantea cosas importantes,  llama la atención acerca de una justicia acomodaticia y, sobre todo, exhibe una incómoda verdad: hay ciertos sectores de la sociedad que se manejan impunemente y que al final del día pueden llegar a sus casas y sentir que sea cual sea el delito que cometieron ahí no ha pasado nada.

Lo mejor: se deja ver muy bien Lo peor: puede estar algo ausente de matices La escena: el atropello, muy bien resuelto Lo más falsete: algunas charlas de Vicente con los involucrados, y lo del abogado «Perro». El mensaje manifiesto: la verdad no es verdad si no hay pruebas El mensaje latente: las pruebas se construyen y están a la venta El consejo: no eduquemos hijitos de papá pelotudos e irresponsables El personaje entrañable:   el don de los fuegos artificiales El personaje emputante: el poder El agradecimiento: por los huevos.

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HUACHO

Cuatro historias y una mirada con un dejo de melancolía a la vida del campo, conforman la base argumental de Huacho.

La película chilena de Alejandro Fernández Almendras es efectiva y certera.

Siguiendo la línea de filmes como Whisky o La hamaca paraguaya, Huacho nos envuelve en la cotidianidad de una familia. Rutina de amaneceres, desayunos, trabajos, escuela, matizado con los vicios del mundo moderno: consumismo, envidias, discriminaciones, anhelos, deudas.

Con una línea difusa entre la ficción y el tono documental, el joven director (35 años) presenta una ópera prima escrita por él mismo. La cámara seguirá a cuatro personajes: la matriarca que vende quesos en la carretera y el conflicto de tener que vender su producto más caro por el alza del precio de leche; la mujer de mediana edad que trabaja como cocinera y que no ha pagado la luz de la casa; el niño que desea jugar con un juego electrónico de su compañero de clase, pero nunca consigue hacerlo; el patriarca que por la edad no trabaja como antes y vive recordando anécdotas del pasado.

Con un ritmo pausado, Huacho es un buen filme que aunque no alcanza la sensación de “wow” deja un muy buen sabor de boca. Detrás de su historia aparentemente simple, existe todo un reflejo de lo que ha dejado la política chilena al sector rural.

Protagonizado por actores naturales el director hace que parezca fácil poner una cámara y retratar un día de la vida de alguien.

Coproducida con Francia, con una fotografía correcta y una narración sin ornamentos, nos abre la ventana de la casa de una familia que bien podría ser boliviana, uruguaya o de cualquier país latinoamericano.

Trabajadores generalmente ignorados, realidades lejanas para los que viven con la preocupación de cambiar el modelo del auto, o reservar las vacaciones a Cancún, Huacho es un mundo en el que nosotros también nos movemos y donde las clases sociales están muy marcadas.

No hay espacio para lloriqueos ni para discursos ñoños de esperanzas rotas, lo que queda es sobrevivir. La luz que regresa al final del filme, el sonido de la televisión con el programa estelar de TVN, nos susurra que el campo ya no es el campo, los pequeños paraísos son cada vez más una quimera.

Lo mejor: lo sencillo Lo peor: puede resultar intrascendente para cierto público La escena: cuando devuelve el vestido Lo más falsete: …. El mensaje manifiesto: sobrevivir es un arte El mensaje latente: unos sobreviven mejor que otros El consejo: valorá tus privilegios El personaje entrañable: la familia entera El personaje emputante: la luz que se va cuando no se la paga El agradecimiento: por la sencillez.

CINE CHILENO: El Club (Pablo Larraín)

El Club no puede ser más actual.

Desde el 2010 que Chile se ha visto sacudida por el escándalo del sacerdote Karadima acusado de numerosos abusos sexuales y suspendido de por vida por la Iglesia después de décadas de socaparlo.

Con él se ha arrastrado a otros sacerdotes como cómplices o encubridores incluido el obispo Juan Barros, recientemente defendido (a pesar de las pruebas) por el Papa Francisco. Así es queridos, Pancho no escapa a esos deslices.

Desgraciadamente, el asunto no involucra solo a la Iglesia, el círculo de responsabilidades llega a todos los estratos de la sociedad generando una impunidad que hace que las víctimas continúen sin justicia.

Mientras la Iglesia se da sus golpes de pecho con temas muy “inmorales” como el matrimonio gay, el aborto, y otros, la pedofilia en el clero sigue siendo el elefante en la habitación. Un elefante gordo y enorme.

Pablo Larraín decide jugársela y hacer una película que toca a profundidad el tema y lo presenta como una especie de vómito que todo lo impregna.

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Cuatro sacerdotes viven en un pueblito costero de Chile. Viven en una casa donde la Hermana Mónica (gran Antonia Zegers) supervisa sus actividades. Al principio, la vida de estos personajes luce apacible, sin mácula, rutinaria.

Cada uno tiene una actividad, rezan, comen y juntos han criado un galgo llamado Rayo para competir en carreras caninas y juntar un dinerito. En parte por el dinero, en parte por la adrenalina de la competencia, en parte por el soñado viaje a las nacionales.

Eso hasta que llega el cura Matías Lazcano (José Soza). Con Lazcano nos damos cuenta que esos señores mayores no son tan inocentes. Lazcano llega descompuesto, sin ganas de quedarse en la retirada casa, sin creerse lo suficientemente culpable para estar ahí.

La pericia de Larraín y sus coguionistas, hace que se introduzca un nuevo personaje, un personaje que será como una bomba a punto de estallar y que de hecho estalla groseramente, ese enorme personaje es Sandokan (Roberto Farías).

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La casa es una casa de purga, ahí envían a los sacerdotes con problemas de pedofilia y alguna otra cosa oscura más, son los sacerdotes que la Iglesia no quiere entregar a las autoridades, pero de los cuales tampoco se deshace realmente. Sandokan fue víctima de uno de ellos y no está dispuesto a dejar tranquilo a su agresor, no.

Los primeros minutos de El Club son arrebatadores, brillantes.

SPOILER

Cuando el sacerdote Lazcano se suicida frente a Sandokan se abre una veta nueva en el guión, una veta que hace que a uno se le revuelva el estómago.

FIN DEL SPOILER

Gracias al giro inicial, llega el Padre García (Marcelo Alonso) que indagará acerca de lo que sucedió con Lazcano y de paso repasará el historial de los otros curas. Así sabremos porqué están en la casa y escarbaremos en los pozos sépticos que cada uno esconde detrás de la humana fachada de: hombre mayor retirado en casa de playa.

La falta de autocrítica, o de conciencia de los crímenes cometidos serán una constante. Ni el padre Vidal (Alfredo Castro), ni el padre Ortega (Alejandro Goic), ni el padre Ramírez (Alejandro Sieveking) o el Padre Silva (Jaime Vadell) se hacen cargo de su culpa, de su desvío de ese camino que supuestamente traza la Biblia y la Iglesia y cualquier condición mínima de ser humano.

En ellos se reflejan los Karadima, los Maciel, los O´rourke, los Murphy, los Grassi, los Smyth, del mundo.

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Quiero decir que sufrí El Club, porque solo se puede sufrirla.

Pablo Larraín dirige con maestría una historia compleja, de personajes complejos. Larraín ya había demostrado su buen hacer en películas como Tony Manero, No y, sobre todo, mi admirada Postmorten.

Los guionistas Guillermo Calderon, Daniel Villalobos y el mismo Larraín saben contar una historia aprovechando de manera envidiable hechos sociales de su país y convirtiéndolos en algo de interés universal.

Porque El Club se lee desde esa óptica de un mundo aparentemente puro donde subyace el horror y eso es universal, abarca cualquier país, cualquier geografía.

La construcción de sus personajes está muy bien estructurada, tan bien estructurada, que a pesar del horror, de la desgracia, de lo terrible que ves en pantalla, se te salen risas, risas culpables, risas llenas de vergüenza.

El director de cabecera de Larraín, el señor Sergio Armstrong (No, La Nana, Postmorten, Tony Manero, Joven y alocada) crea climas desdibujados, como con una neblina oscura sobre la casa, los personajes. La estética es azulada, fría, como corresponde a una historia de este tipo.

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Lindas escenas con el perro a la orilla del mar, espectaculares planos de la gente con antorchas yendo a buscar a Sandokan. Toda la secuencia final está en el punto preciso y con los tiempos justos.

Quizás el único pero que le pongo es lo que sucede con los chicos surfistas liderados por el actor Valenzuela. No sé muy bien qué hacen en la historia ni creo que sean necesarios, lo que se les solicita es tan tirado de los pelos, de hecho todo lo relacionado con ellos no tiene pies ni cabeza.

Sí, también hay algunos diálogos que pueden sonar algo rimbombantes sobre todo lo que habla Sandokan, pero creo que las actuaciones y las situaciones acompañan tanto a la trama que no importa, lo compro.

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Hay un personaje omnipresente, que no se ve, pero es el que está jalando los hilos de los que sí vemos: la Iglesia. Es la Iglesia la que pone la casa de retiro, es la Iglesia la que manda a los curas allá, es la Iglesia la que le da poder al Padre García para tomar decisiones, es la Iglesia la que calla sobre las víctimas, es la Iglesia.

La hermana Mónica defiende como una leona su casa y a sus prisioneros, el Padre García toma un decisión que produce estupor pero, a la vez, es la única solución posible. Casi casi como esa frase de manual sobre los buenos finales: el lector no se lo tiene que ver venir, pero tiene que ser el único final posible.

Salen los créditos y el título de la película El Club resuena en tu mente con asquito.

Larraín nos ha dado una película monumental.

Mónica Heinrich V.

Lo mejor: Jugada e intensa

Lo peor: que se basa en casas de retiro con curas similares

La escena: cuando aparece Sandokan, y la de los perros.

Lo más falsete: todo lo relacionado a los chicos surfistas, y algunos diálogos

El mensaje manifiesto: «El cine es un grito necesario»

El mensaje latente: La Iglesia vive de silencios

El consejo: Para verla YA!!!

El personaje entrañable: Sandokan y Rayo.

El personaje emputante: La Iglesia.

El agradecimiento: porque es necesaria.

CURIOSIDADES

El Sandokan es un personaje basado en la obra “Acceso”, que a su vez se basó en un personaje de la vida real, actualmente se presenta en el Teatro La Memoria de Santiago de Chile.

Ganó el Oso de plata en el Festival de Berlín, siendo superado por el iraní Jafar Panahi y su Taxi Teherán.

Es la apuesta chilena a los Oscar 2015.

La hermana Mónica está interpretada por la ex esposa del director Pablo Larraín: Antonia Zegers, con quien estuvo casado hasta el año pasado.

Dura apenas 98 minutos.

Hace 5 años, el cineasta ve una foto de una casa idílica alemana, con su impecable jardín, vistas armoniosas y un halo de paz y felicidad a su alrededor, y descubre con enorme sorpresa que su propietario es un antiguo cura chileno con un pasado de inculpaciones pedófilas que, a pesar de ella, la disfruta en total impunidad. Y hace dos años Larraín se lanzó a un proyecto teatral, un monólogo de una hora, sobre los diferentes tipos de abusos sexuales. La mezcla de ambas ideas, la imagen de la casa y el texto dramático es el embrión de El Club.

POLEMICA: Después de ganar el Oso de Plata en Berlín, Larraín se topó casualmente en el vuelo de regreso a Chile con  el cardenal Errázuriz , y en ese contexto el cineasta le pidió una fotografía con el premio. Tras tomar la foto, Larraín la subió a su cuenta de Instagram y la tituló «Con orgullo, el líder e inspirador de EL CLUB, abraza su premio». Las redes sociales se volcaron a favor y en contra de la instantánea.

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CINE CHILENO: Post Mortem

Por: Mónica Heinrich V.

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Me alquilé un montón de películas, dos de ellas chilenas. Primero me vi una australiana, del género terror-gore. Primal resultó un filme entretenidito, medio clase Z, típico en la premisa de un montón de crispines que se van de excursión a un lugar inhóspito, y algo malo ocurre. En este caso: algo primitivo, escondido desde hace miles de años, transforma a las personas en caníbales. Los amigos se enfrentan unos a otros para sobrevivir, y el final llega muy freak.
No obstante, a pesar de que me encontraba recostada, con algo de insomnio, nada de lo visto hasta ahí me pareció para rasgarse las vestiduras o para dormir con las luces encendidas. Algo somnolienta, decido verme una de las pelis chilenas, Post-Mortem que ganó varios premios en el reciente Festival de La Habana.
Al terminar esta segunda experiencia, sí me dio cosita, sí se me quedaron imágenes en la cabeza, sí se me quitaron todas las ganas de dormir.
Empezaremos con los aspectos que a nosotros como espectadores nos importan. El filme chileno narra de una manera muy particular los días del golpe de Estado en Chile. Tema escabroso donde los haya, y que requiere talento para ser retratado en su justa medida, sin golpes bajos, ni ñoñeces.
Mario es un funcionario que trabaja en la morgue, transcribe a máquina lo que el doctor le dicta como datos de la autopsia de los cadáveres que reciben. Un tipo solitario. Extraño. Extraño, pero sobre todo solitario. Anda obsesionado con su vecina: una actriz-bailarina-vedette que vive enfrente de su casa. Tipa extraña. Solitaria. Solitaria, pero sobre todo extraña. El padre y el hermano de esta mujer, reúnen en su casa regularmente a gente de izquierda.
Cuando la película comienza, Allende todavía no ha muerto. Mario acude al teatro a ver a la vecina que lo tiene obnubilado, por primera vez traba relaciones con ella. Más adelante ocurre un nuevo encuentro, esta vez en casa de él. Sucediéndose un bizarro diálogo que culmina de la manera más dramática, con una de las mejores escenas del largometraje.
Todo esto transcurre de manera pausada, con leves toques de humor que por momentos puede sentirse solemne, aún así no podés dejar de mirar. Cuando el golpe de Estado se da, Pinochet sube al poder y los militares toman la morgue, ahí es cuando Post Mortem comienza a inquietar.
«Estamos en guerra, y como en toda guerra habrá bajas» dice impávido uno de los milicos, preparando al personal para el aluvión de cadáveres que se presentarán en las próximas horas. El doctor, jefe de Mario, que días antes se llenaba la boca hablando del «hombre nuevo», ahora estrecha las manos de esos asesinos.
Lo que sigue después les corresponde a ustedes vivirlo, el final es un final muy muy duro. Jodido. Desgarrador. Ese tipo de finales que se te quedan para siempre, no necesariamente ligado a la dictadura en sí, sino más bien a la oscuridad que habita en el ser humano.
Dirigida por un joven Pablo Larraín (34 años), cuenta con un elenco de lujo: Alfredo Castro como el sombrío y perturbador Mario Cornejo, y Antonia Zegert como la extraña Nancy. La película transita en una estética desoladora, alejada del cine latinoamericano que se acostumbra ver, el tono o el acento está puesto en esa existencia gris, vacía, incierta, que se vivieron esos días.
Lo bueno es que no comenta mucho, con esto me refiero a que no te llena la imagen de textos o de cosas que nos intenten mostrar lo terrible que fue, sino que pone escenas sencillas, simples, limpias que no nos muestran, sino nos hacen sentir lo terrible que fue.
Post Mortem jode por su mirada fría y lúgubre hacia el pasado. Un pasado que todavía no se olvida. Y más allá de la película, existe un elemento para considerar. Pablo Larraín (director) es hijo de Hernán Larraín un cercano colaborador de Pinochet, ex presidente de la UDI e incluso amigo íntimo y defensor de Paul Schafer (pédofilo, ex nazi, de la Colonia Dignidad)
Los detractores del cineasta, afirman que es una burla dedicarse a hacer películas sobre la dictadura cuando viene de una familia que apoyó, promovió y participó en crímenes contra los derechos humanos. No es de extrañar que se desconfíe del tipo, llegándose a afirmar que la plata para sus películas sale de los círculos de poder en los que se mueve su progenitor y que su sorpresivo rechazo a la derecha no se trata más que de una estrategia de marketing, además de una jugada maestra ya que supuestamente la izquierda está «de moda». No sé, yo resumo información recuperada por la red…
Ahora, lo que hay que destacar es que independientemente si existen buenas intenciones, una conciencia real del golpe, o es todo marketing e intereses personales, Post Mortem por sí sola es una buena película, cuenta con una buena dirección, una buena fotografía, linda música, excelentes actuaciones y un manejo de la historia preciso y certero. Y Pablo Larraín, hijo de quien sea, demuestra un talento que esperemos se magnifique en los años venideros.
Post Mortem, una oscura autopsia a la historia. Filme que causa desasosiego, pero que vale la pena ver.

Lo mejor: bien filmada, buen guión, jodida

Lo peor: que el contexto pasó de verdad 

La escena: la del llanto compartido y la autopsia a quien sabemos.

Lo más falsete: hmmmm 

El mensaje manifiesto: lo terrible te alcanza tarde o temprano

El mensaje latente: vos además de recibir lo terrible podés ejercerlo

La pregunta: ¿será que Pablo Larraín le ha reclamado a su padre su pasado?

CURIOSIDADES
-En la escena del llanto Nancy tenía que llorar 5 minutos, la toma se repitió 5 veces, por lo que la actriz lloró 25 minutos.
– Pablo Larraín tiene más de 100 comerciales sobre las espaldas y una productora propia llamada Fabula.
– Post Mortem es su tercera película y fue estrenada comercialmente en Chile en noviembre del 2010.
– La película se basa en un personaje real, Mario Cornejo, y se ha tomado parte de sus experiencias, para relatar lo que vemos en pantalla. Incluida la autopsia a ya saben quién, donde vemos los mismos utensilios que se usaron ese gris día de 1973.
 
– Durante el rodaje de Post mórtem, que se estrena el 25 de noviembre, su director, Pablo Larraín, registró a los actores con una vieja cámara 6 x 8. “Ninguna de estas imágenes está en la película. Son fotos análogas. 
 
– La actriz tuvo que perder mucho peso para construir un personaje que en un momento dado dice: «Me cargan los gordos»

CINE CHILENO: Minimalismo Bize

Bueno, en vista que realmente colgamos los tenis con nuestra versión impresa, vamos a ir subiendo las notas que teníamos listas desde hace 2 años. Una de ellas es la entrevista que le hicimos al director de cine Matías Bize.

Por: Mónica Heinrich V.

Acostumbrada ya a los desaires (¡¡¡Almodóvar aceptame!!) o a las burocracias impuestas por productoras o el mismo artista, quedé sorprendida de recibir una respuesta del propio Matías Bize, dándome todas las facilidades para realizar mi entrevista.

Es hasta raro, considerando que hay directores “criollos” que se hacen de rogar para dar entrevistas como si lo que vayan a decir fuera a revelar el sepulcro de Cristo.
Matías es otro tipo de cineasta, quizás porque todavía no ha tenido tiempo de corromperse, a pesar de los flashes y de cargar sobre sus espaldas casi medio centenar de premios en diferentes festivales. Lo cierto es que el “ego” subido de algunas personalidades todavía no es algo que se pueda apreciar en él. Lo llamé a las 4 de la tarde de un viernes, con los nervios que siempre me producen las entrevistas (por aquello de mi nunca diagnosticada fobia social) y como siempre, también, con la esperanza de que la conversa sea variada y digna de publicarse.
Matías se ve y se escucha tímido, o más que tímido no es el chico que uno se imagina en las fiestas dándole vuelo a la hilacha, pero nunca se sabe ¿no?…el caso es que a pesar de ser joven, tiene muy claro lo que quiere y hacia dónde va. Después de dar las típicas referencias autopublicitarias de Aullidos de la calle, me jui directo al grano
¿Como fue que supiste que lo tuyo era el cine?
Sabía que quería estudiar una carrera entretenida, en la cual la pasara bien. Mis padres son arquitectos, así que tuve una formación súper ligada al arte…a la música.
¿Es verdad que cuando eras niño el cine no te interesaba?
De hecho veía mucho más teatro, me gustaba bastante ver teatro…jugar fútbol. Pero sí sabía que cuando salga del colegio quería estudiar algo que me gustara. Entré a la Escuela de Cine de Chile como por probar qué estudiar. Se filmaban muchos cortometrajes, se trabajaba en grupo, se entregaba un corto cada dos semanas…y lo disfruté mucho. Uno en la escuela va pasando varias especialidades: dirección, fotografía, guión, cámaras…entonces me fueron gustando todas las áreas del cine y ahí fue que empecé a ver películas. Poco a poco vi la necesidad de ver cine.
¿En la escuela de cine eras de los mejores alumnos o ahora hay compañeros tuyos que se sorprenden de tus logros?
Siempre fui como súper estudioso y trabajador…sí.
¿Pensás que para hacer cine hay que estudiar cine? Porque hay directores como Kim Kim Duk que son intuitivos…
Creo que cada uno encuentra su camino. A mí me sirvió la escuela porque aprendí bastante, pero siento que con cada película que hago aprendo más…No creo que haya una receta, cada uno tiene que encontrar en el fondo lo que le sirve. Algo que me parece muy bien de la escuela de cine, es que uno sale con, aparte de una formación, una red de amigos. Compañeros de trabajo con los que sigo trabajando y eso te lo puede dar solamente una escuela.
La revista “Cahiers du cinéma”, una de las más influyentes del mundo sobre el cine, te catalogó como la figura prometedora del cine en tu país….¿cómo te cayó el halago?
Muy bien, siempre es bonito que reconozcan el trabajo que uno ha hecho…creo que En la cama fue un trabajo bastante colectivo…claro que yo soy la cara visible, pero hay dos grandes actores, el director de fotografía, el guionista, hay un equipo súper bueno…pero es un halago y es bonito que se reconozca lo que uno está haciendo…
¿Pero vos pensás que de tu generación sos el mejor o el más prometedor?
No, no, no…me siento parte de una generación con bastantes directores chilenos, jóvenes, pero más que chileno soy parte de una gran generación de directores latinoamericanos. O sea, estamos haciendo películas independientes y con independientes me refiero a personales. Más que de autor, son películas que a cada director le interesa, cada película tiene un detrás….sus gustos son reflejados en la película.
Hiciste tu primer filme a los 23 años, cómo te animaste, habiendo tantos directores que desean esperar…probar con cortos, documentales y retrasar su debut en largometrajes?
Me di cuenta que para ser director de cine había que tener una película, hacer una película, más que haber estudiado, tener un cartón…y entonces supe que lo mejor que podía hacer era filmar una película.
Casi todos tus trabajos los has filmado en condiciones muy peculiares… ¿cómo nace la idea de filmar una película de una determinada manera o es una cuestión de ajustarse a presupuestos?
Tiene que ver con varias cosas, porque por ejemplo me interesa que en las películas que hago, lo más importante sea el guión, la historia, las actuaciones y no una gran producción. Siento que me gusta que la energía esté puesta en esos elementos. Creo que por ejemplo, al no contar qué sucede antes o qué pasa después, puedo profundizar los personajes, que es lo más importante. Esto de simplificar tiene que ver con sacar los elementos accesorios y concentrarse en lo que a mí parecer es el momento más importante de la historia.
Pero alguna vez ¿te gustaría hacer una superproducción?
Depende…más allá del presupuesto que tenga…lo importante es que yo me sienta cómodo contando esa historia. Que esa historia me represente. Me gusta hablar con bastante verdad, con cosas que sean cercanas a mí, a mis amigos…historias que podrían pasar. Me siento más cómodo haciendo películas de historias sencillas de gente de mi generación, de relaciones, de cosas con las que cualquiera se puede identificar…más que una superproducción histórica, por ejemplo.
Sábado tu primer filme la hiciste con una cámara, una sola cinta y alrededor de 55.000 $us., todo un desafío…
No, no….Sábado costó 50 $us…
Pero en Internet daban esa cifra (Maldito Internet)
Lo que pasa es que la película es un plano secuencia, filmado en digital, no tiene proceso de edición…es una cinta grabada en video de una toma y nada más. Entonces es una película que costó nada…El video y un par de tarjetas de teléfono y nada más. Sí hay un proceso muy largo de trabajo. Como 6 meses de ensayo con los actores…pero así como costo real del filme, nada. Eso nos sorprendió a todos, porque no tuvo ningún costo y a mí me abrió las puertas a muchos festivales, y además tuvo el circuito completo de una película normal. Estuvo en salas de cine, salió en DVD, en televisión…cumplió el ciclo de cualquier película.


Por la arriesgada propuesta ¿tuviste miedo al fracaso?
No, porque en el fondo no había nada que perder. Y siento que en las películas que hago no tengo nada que perder, porque estoy aprendiendo mucho. Más allá de lo que pase con la película, disfruto el proceso. Todo lo que aprendí del rodaje de Sábado, lo he puesto en En la cama… no hay ninguna manera de fracasar porque estoy aprendiendo mucho. Lo que me preocupa más es que la película me guste a mí. Siento que si me gusta a mí, finalmente va a conectar con mucha gente.

Cuando volvés a ver tus películas, no te entrar el bichito de desear cambiar algo?
No, no…para nada. Cuando termino una película la quiero mucho. Como que ya la acepto y me fascina. Hasta el momento en que cierro el montaje lo pongo todo en duda y estoy como preocupado de cómo está quedando. Pero el momento en que está cerrada no le cambiaría nada. Las disfruto cada vez que las veo…

¿Cuántas veces las has visto?
Ufff…millones de veces, porque en los festivales la he visto con distintos públicos. Ha sido una de las cosas más bonitas que me ha pasado. Presentar En la cama en diferentes países, con diferentes culturas…Creo que la película funciona porque finalmente es un filme que termina siendo muy universal…La gente se entretiene, la pasa bien, pero lo más importante es que se emociona. A mí como director eso es lo mejor que me pueden decir, que alguien se me acerque después de una función y me diga que le conmovió o que lo emocionó.

Es una coproducción Alemana…¿de cómo se dio esa alianza?
Esto nació con Adrián Solar que es mi productor. Nosotros tuvimos la suerte de estar en el Festival de Mannheim en Alemania con Sábado, y de ahí surgió esa posibilidad. Lo que pasa es que Sábado ganó el premio Rainer Werner Fassbinder y paralelo al festival estaban los mercados. Entonces era un escenario ideal, porque estábamos en el festival compitiendo con Sábado y además teníamos En la cama como proyecto, como guión. Hubieron varios interesados, finalmente trabajamos con los alemanes que nos ofrecieron lo que más nos interesaba…

Que era filmar en Chile ¿no?
Que era filmar en Chile y hacer toda la postproducción de imagen en Alemania.

Has ganado muchos premios en diversos festivales,¿llevás la cuenta??
Sí…En la cama ya lleva como 35 premios más o menos. Sábado habrá ganado un poco menos. Me siento contento porque ha superado nuestras expectativas totalmente. El hecho de que En la cama haya sido vendida en casi todo el mundo es algo que nos sorprende.

¿Qué hacés con los premios?…tenés un mueble especial para colocarlos o sos de los que los guardas en cualquier lado?
Están repartidos entre la productora y la casa de mi madre.

Con respecto a En La cama…las escenas sexuales son bien intensas… ¿qué tan problemático fue filmarlas?
Fue un desafío…y las trabajamos muy seriamente. Las escenas las ensayamos con mucho tiempo de anticipación. En la cama tiene un proceso como de 6 meses de ensayo y las escenas de sexo se ensayaron bastante. Las rodé con una handycam , después las montaba en el computador, las veía, se las mostraba a los actores, las conversábamos…entonces todo el pudor se fue perdiendo en esos ensayos. Llegado el momento del rodaje se hizo muy natural. Además En la cama la rodamos en orden cronológico, ayudó mucho para los actores, a mí como director y al equipo. Empezar el día 1 con la primera página del guión y terminar el día final en la última página, hizo que viviéramos un proceso como el de los personajes…

¿Alguna anécdota entretenida de la filmacion?
Fue una filmación muy cómoda. No tuvimos ninguna anécdota, porque trabajamos de una manera muy cómoda. Estábamos en un motel de verdad, entonces nos dejaron una habitación que pudimos decorar y transformar a nuestro gusto. Fue un rodaje en el que no había muchos tiempos de espera, muy enfocado a estar todo el tiempo filmando.

¿Cuánto duró la filmación?
Duró 14 días…y grabamos cerca de 60 horas de material. Entonces el proceso de montaje fue muy bueno, porque tenía muchas tomas para elegir.

El año pasado hiciste otra película Lo Bueno de llorar que filmaste sólo en 11 días, ¿qué tal fue esa experiencia?
Esa la filmé en Barcelona, en estos momentos estoy en la plena postproducción del sonido de la película. La filmé en el mes de mayo del año pasado. Es una producción española, con actores españoles. La idea es que esté lista de aquí a dos meses más y queremos que al igual que En la cama tenga su recorrido en festivales de cine…ojala algún premio importante y luego ya los estrenos comerciales de la película.

Pero ya habías hecho un estreno del primer corte…
Más que un primer corte se mostró una especie de working progress, como un primer montaje de la película y fue súper bien. La vio la gente del equipo, era como parte del proceso.

Cómo andan tus próximos proyectos?…Prefiero Caminar y Después de fiesta?
Están ahí, sí…pero ahora estoy súper dedicado a terminar esta película…tengo varios proyectos parados…

Con relación al ambiente audiovisual… ¿existe envidia de parte de tus colegas chilenos?
A mí lo que me ha tocado vivir es que tengo muy buena relación con los cineastas chilenos. Como de estar en festivales de cine afuera juntos, estar acá juntos…como que a mí no me ha tocado vivir eso.

¿Sos de los que muestran su guión a los amigos o conocidos del medio antes de filmarlo?
Tampoco me gusta mucho mostrar tanto, pero suelo tener dos o tres personas de confianza que me puedan aportar en relación a esa historia. No soy muy amigo de mostrarlo haciendo un focus group o enseñárselo a mucha gente, pero es como un mecanismo de trabajo mío. Al igual que el montaje final de la película, se lo muestro a dos o tres personas que siento que conocen mi trabajo y que pueden aportar.

¿Qué tan difícil ha sido conseguir presupuesto para tus películas?
He tenido bastante suerte. Trabajé películas sencillas con bajo presupuesto, no ha sido un trabajo fácil pero hemos ido súper rápido. No nos hemos querido frenar, tuvimos una coproducción con Alemania, ahora con España. A mí se me ha dado súper rápido el tema de los presupuestos.

¿Has recuperado la inversión?
Sí, porque son películas muy sencillas que funcionan no sólo en el país sino en el exterior…

Con respecto a la temática de tus filmes, se puede decir que abordás la relación de pareja de una manera muy realista…
Es lo que me interesa, me gusta hablar de temas cercanos…

¿Entonces ves el amor como un desengaño o como algo que tiene tiempo de caducidad?
No, no…para nada. Son fantasías, son guiones como que uno mezcla de todo. Tiene que haber un drama en una película. Pero no es que sea mi visión del amor. Más que dejar un mensaje, me gusta que quede una reflexión.Se cuenta una historia muy realista y uno se queda pensando en sus propias relaciones…

En En la cama hay una escena en que Gonzalo habla sobre la memoria colectiva que une a las personas por mirar un determinado tipo de cine…¿vos de qué grupo sos?
Creo que soy del grupo que está mal, porque miro todo tipo de cine. Mezclo todo, en el fondo todos somos así…bueno, también es un chiste lo que dice Gonzalo. Intento ver las películas que creo que me puedan gustar, quizás más de autor o lo que están haciendo jóvenes latinoamericanos, cine independiente europeo, americano…más que ver grandes superproducciones hollywoodenses. Me interesan las películas sencillas…

¿De los directores latinos jóvenes…quiénes te parecen prometedores…?
A ver me gusta mucho en Bolivia Rodrigo Bellot y Martín Boulocq. Creo que están haciendo cosas notables, tengo la suerte de conocerlos y ser amigo de los dos. En Perú está el Josué Méndez, está Made in Usa de la Claudia Llosa. En Argentina hay millones de directores que me parecen interesantes. En Uruguay Whisky…en México Batalla en el cielo, Temporada de patos, Japón…hay súper nuevas propuestas con directores jóvenes haciendo películas geniales…Más allá de qué estética usan, me gusta que un director sea coherente con cómo son ellos con respecto al cine que hacen. Por ejemplo, Quién mató a la llamita blanca sigue la línea de Dependencia Sexual…y estoy seguro que Martín Boulocq seguirá la línea de Lo más bonito y mis mejores años.

Hasta ahora la prensa y la critica te han tratado muy bien, ¿te tomarías a mal una crítica muy negativa?
Creo que la idea es no tomar muy a bien las críticas positivas, ni muy mal las negativas. A mí lo que me deja tranquilo es que me gustan las películas que hago. He tenido la suerte y estoy muy agradecido por las críticas que he tenido hasta ahora, pero siento que más allá de lo que opina la gente, al que más le tiene que gustar es a mí.

Del cine comercial, ¿qué directores o qué película te ha gustado?
Veo muy poco, por ejemplo no he visto El Señor de los Anillos…me encantaría verla, pero no me ha dado tiempo de hacerlo. No por un prejuicio, sino porque a veces cuando tengo tiempo de ver una película, entre ver una de autor que creo que va a ser más interesante para mí, la prefiero antes que a una comercial.

Recomendanos 3 películas que te hayan gustado y que hayas visto últimamente
Chuta, qué difícil…Grizzly Man de Werner Herzog, por ejemplo…No sé si salió en Bolivia, si va a salir…

(Ahí le informo sobre nuestra triste realidad nacional) Nop, no ha salido…aquí el cine de autor brilla por su ausencia…
Es un documental de Herzog, sobre un hombre que vive un montón de tiempo con los osos. Me pareció genial. Después, recomendar Whisky, Batalla en el cielo, que me parece genial. Me gusta mucho Magnolia, me gustó Flores Rotas de Jim Jarmusch, Perdidos en Tokyo.

Y para finalizar…que le decís a aquellos jóvenes que como vos sueñan con hacer cine pero no se animan porque lo ven muy difícil…
Primero sí, es súper difícil…no es un trabajo fácil. Hay que saber que no es un trabajo de llegar, tener una cámara y hacer una película. Creo que no hay que pensar que el presupuesto es el gran problema. Creo que la gran dificultad es tener un buen guión, que los actores actúen bien, que uno filme la película de una manera buena…eso es lo que tiene que ser motivo de preocupación. Y ojala, hacer una película que uno sabe que puede hacer desde el punto de vista de presupuesto, que sea factible hacerla. Si tienes un amigo que hace cámara, si tu hermano es actor, entonces haz una película para tu amigo y tu hermano. Tener claro qué es lo que uno puede hacer, partir de eso y trabajar mucho. Finalmente preocuparse de ser uno el más contento con la película…

Y así terminó la charla, no sin antes prometerle enviarle un par de ejemplares a Chile, seguimos con la descarada estrategia auto-publicitaria de la revista. Lo importante es que Matías es un director que ya no es una promesa, sino una realidad.

FILMOGRAFIA
Sábado (2003)
Dirección: Matías Bize
Guión: Julio Rojas y Paula del Fierro
Cámara y fotografía: Gabriel Díaz
Elenco: Blanca Lewin, Víctor Montero, Antonia Zegers, Diego Muñoz, Gabriel Díaz
Película en tiempo real de 60 minutos de duración en la que, con un solo plano secuencia, narra la historia de una novia que, a una hora de su enlace, descubre que su prometido le es infiel.

En la cama (2005)
Dirección: Matías Bize
Guión: Julio Rojas
Fotografía: Gabriel Díaz, Cristian Castro
Elenco: Blanca Lewin, Gonzalo Valenzuela.
Dos jóvenes desconocidos (Bruno y Daniela) tienen un intenso encuentro sexual en la cama de un motel. Jamás se volverán a ver. Poco a poco abrirán su pasado y su intimidad. Terminarán por conocerse.

Lo bueno de llorar (2006)
Dirección: Matías Bize
Guión: Matías Bize y Matías Cornejo
Fotografía: Gabriel Díaz
Elenco: Paul Berrondo, Alex Brendemühl, Biel Durán, Vicenta N’Dongo, Eloi Yebra
Es una crónica minimalista sobre el término de una relación de pareja a lo largo de toda una noche en Barcelona. La historia se resuelve con un guión abierto a la improvisación y la creación conjunta con los actores.

FUENTE FOTOS: Internet

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