LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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Amor

TEATRO: La moribunda

No sabrás lo que es el amor

Por: Eva Sofía Sánchez

No sabrás cómo duelen los labios,

hasta que hayas besado y pagado el costo

(Don Raye)

ea79d3cd-b6c9-4f16-9395-e802bff654d9Al final hace su ingreso Chet Baker. Luz baja en el escenario. Transpiración y pasión. “No sabes cuánto queman los corazones, por un amor que no vive, más nunca muere”. Piano, trompeta y una voz de dulce melancolía. Los actores se besan, los corazones laten, los labios duelen. Alguien dentro de la sala suelta una solitaria lágrima. Sobre el escenario se escucha el gemido del desamor.

Nosotros, el público, presenciamos un viaje por emociones absurdas y reales. ¿Cuántas toneladas de energía nos acaban de regalar ambos actores? ¿Cuánto debieron vivir para ofrecernos tal intensidad sobre el escenario? ¿Qué debió morir, para que La Moribunda viva? “No sabrás lo que es el amor, hasta que aprendas el significado de la tristeza”.

En 1987 falleció el actor y dramaturgo argentino Batato Barea. Hizo teatro irreverente, despojado de cánones. Fue libre. Murió de Sida. Pocas semanas después sus compañeros de tablas Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese presentaron una nueva obra. Era la historia de dos hermanas que cuidan a otra hermana convaleciente. Fuera de la casa sucede algo que las obliga a mantener un encierro durante décadas. ¿Una guerra? ¿Un tsunami? ¿El fin del mundo? ¿La vida misma?

Lo que Javier Silva y Nathalya Santana nos ofrecen tiene sabor a renacimiento. Sobre el escenario, ellos se mueven sobre tres niveles y recorren las cuatro estaciones del año. “El propósito de presentarla fue un amor profundo por el texto”, explicó luego Silva, que además es el director. “Es una combinación entre lo poético y lo grotesco. Tiene rituales y a la vez se desarma. Empieza como algo denso, con estos dos monstruos deformes. Luego los códigos se transforman. Termina siendo casi una joda”.

A los actores les tomó tres meses de trabajo dar vida a las hermanas Kara y Karren. Incluso realizaron un retiro en las montañas de Samaipata. Allí, acompañados por la tranquilidad de la brisa valluna y su clima templado, forjaron las personalidades de estas hermanas intensas y destruidas por la tragedia. Había que escapar del bullicio citadino para crear este delicado Frankenstein, o como Silva lo llama “este bebé de siete dedos en cada mano”.

La canción que suena al final se llama “No sabrás lo que es el amor”, compuesta por Don Raye y Gene de Paul. La interpreta el trompetista y cantante Chet Baker. La sensibilidad de su voz es delicada y desesperada. En vida, el músico recurrió a mundos imaginarios con el fin de salvarse. Su elección fue la heroína.

Kara y Karren también crean ilusiones para sobrevivir. Ellas imaginan que van a la playa, organizan cenas ficticias con escritores y artistas, juegan al amor y la pasión. Todo con desespero y urgencia. Todo para sobrevivir. Exuberante fantasía aquella de inventar mundos para encontrar una sonrisa y labios que nos besen.

“¿Cómo podrías saber lo que es el amor, lo que es el amor, lo que es el amor…?”

¿Acaso no es eso justamente el amor?

Eva Sofía Sánchez

CINE FRANCÉS: Love – Amor (Gaspar Noé)

El Amor.

¿Qué es el amor?

Era una calurosa noche de principios de año, estábamos en una fiesta y un conocido, al calor del trago, contaba entretenidas anécdotas sobre estrellas de cine. De pronto, las estrellas de Hollywood pasaron a segundo plano y así, de la nada, empezó a divagar sobre el amor. Hay pocas cosas más incómodas que escuchar a alguien catarrear sobre el amor mientras de fondo se escuchan canciones de Agapornis.

Con mirada turbia y ademanes misteriosos, en plan “te voy a contar un secreto que nadie sabe”, le soltó a la noche y a nosotros: “el amor es un concepto. Algo aprendido. O sea, el amor no existe como tal en su idea romántica, sino como una excusa para aferrarse a alguien”.

Luego, confesó que él no estaba con su esposa por Amor, sino por lo que la unión le daba: estabilidad, sentido de hogar, sentido de familia. Fueron como 30 eternos minutos de introspección cobijada por el vino, cerveza, whisky, y vaya a saberse qué más.

Hago mención a esto porque Love parece el divagar etílico de Gaspar Noé.

Love

El director de Solo contra todos, Irreversible y Enter de Void, vuelve este 2015 con su incesante y poco disimulado afán de escandalizar.

Esta vez, quizás es su historia más fallida y la que genere más furiosos detractores porque cuando el borracho se sube a la mesa y empieza a bailar, deja de ser chistoso y se convierte en un invitado pesado.

Uno de los personajes, estudiante americano de cine en Paris, dice en una parte del filme:

Las películas deberían ser sobre sexo, amor y lágrimas!

y claro, Noé parece usar a Murphy como un catalizador de lo que él mismo piensa del cine.

En Love hay sexo, hay amor y hay lágrimas. Desgraciadamente, todo se ve bajo un prisma deformado. Las escenas explícitas, pornográficas, con planos frontales del acto sexual, o del miembro masculino eyaculando en 3D, son repetitivas y exageradas. El Amor es representado de una manera patética, que no digo que no sea real, sino que en la película está mezclado con muchas cosas y de ese trago cóctel hay poco o nada que rescatar, finalmente las lágrimas son más un adorno, un artificio como cuando te echás colirio a los ojos o cortás cebolla. Es un llanto a la fuerza.

Fiel a su estilo que saca al espectador de su zona de confort, Noé abre su película con un plano fijo frontal de Murphy (Karl Glusman) y Electra (Aomi Muyock), ambos desnudos en plena masturbación. La escena dura sus buenos minutos, y cierta parte de la platea comienza a revolverse incómoda en sus butacas.

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Luego, vemos a Murphy que se encuentra un poco más gordo, con bigote, haciendo vida familiar con OH, sorpresa! Otra chica que no es Electra sino la rubia Omi (Klara Kristin). Aparentemente, tiene un hijo con Omi, y su voz en off nos cuenta lo infeliz que es y lo mucho que lo emputa la mujer que ahora es la madre de su hijo.

Noé, entonces, fragmenta su historia, sus tiempos y sus espacios y va eficazmente de un lugar a otro sin que el relato se diluya o se vuelva confuso para el espectador.

Así sabremos cómo Murphy se quedó con Omi y que Electra, la que él considera el amor de su vida, ha desaparecido.

En dos horas y 15 minutos, Love va hacia los inicios de la relación entre Murphy y Electra y narra su caída.

Hermoso plano secuencia de ellos paseando por el parque, hablando sobre las cosas que extrañan el uno del otro, y sobre cómo el estar juntos los ha dejado más viejos, más tristes, menos productivos, menos capaces de perseguir sueños y hacerlos realidad. Hermoso plano secuencia cuando se conocen, cuando se ven jóvenes, felices, tranquilos, productivos, capaces de perseguir sueños y hacerlos realidad.

Hay buenos momentos en Love, esos en los que curiosamente no se dice mucho, cuando la emputante voz en off de Murphy deja de taladrarnos los oídos, cuando hay escenas que realmente nos trasladan a la melancolía de una pareja que se quiere o que no se quiere más.

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Noé parece no conformarse con una historia chiquita y trata de darnos algo más rimbombante repitiendo las escenas sexuales una y otra vez sin que haya un motivo real para mostrarlas, en tu butaca vos pensás con algo de hastío: “Otra más?”.

Los personajes se vuelven antipáticos, el tal Murphy es un patán en toda regla, Electra le dice que él no sabe amar, pero ella lanza frases cursis e infantiles sobre el amor. Hay instantes en que uno se pregunta si Noé lo hace a propósito, si ese divagar etílico es su forma perversa de decirnos que el Amor no existe o que siempre estará manchado.

No importa, nada importa. El final es un excelente final, pero para llegar a ese excelente final te comés dos horas y quince minutos en los que el enfant terrible del Festival de Cannes no se pone límites.

Murphy (personaje principal), es el apellido de su mamá, Nora (nombre de la mamá de Electra) es el nombre de su mamá, llama Noé a la Galería de Arte del ex novio de Electra, le pone Gaspar al hijo de Murphy y Omi. Love es una autoreferencia constante, e incluso repite escenas de sus anteriores películas (escena ginecológica similar a la de Enter the Void, túnel similar al de Irreversible, Orgía similar a la del bar Rectum), tampoco puede resistirse al cameo y como en sus anteriores películas aparece en una escena como el dueño de la galería de Arte Noé y de paso su pene es el que eyacula en 3D.

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El evidente narcisismo de Noé puede tomarse con humor o sembrar más dudas respecto a la valía de este su último trabajo.

Un trabajo que en su pretendida irreverencia, solo es una triste película de personajes chatos que nunca termina de dar el prometido shock o transmitir, siquiera, emociones duraderas.

Hasta el 3D parece elegido por capricho más que para brindar una experiencia sensorial fuera de lo común dejándonos con un porno cursi a secas.

Más efectivos han sido sus anteriores filmes, aunque ya desde Irreversible acusábamos el abuso del cine de Noé, porque mostrar un pingüino boca abajo sobre una pelota de tenis una vez puede ser novedoso e interesante, pero si lo mostrás 100 veces perdés la capacidad de sorprender.

Algunos críticos han comparado a Love con 50 sombras de Grey, lo que me parece excesivo. Puede que en el armado inconsistente de su argumento sea prescindible, pero cinematográficamente nadie puede negar el talento de Gaspar Noé para filmar. Un talento que pone a su película lejos de 50 sombras de grey, muy lejos.

Love con todas sus carencias y fallas tiene un sólido envoltorio con hermosas escenas, y una aproximación estética a la pornografía.

Lástima que no alcance, y que parezca que Noé anda tambaleante en una fiesta, desinhibido y narcisista como solo un borracho puede serlo hablando del Amor, mientras de fondo se escucha algo similar a Agapornis.

Mónica Heinrich V.

Lo mejor: estéticamente es muy linda (a pesar de su exceso de penes y tetas)

Lo peor: la actriz que interpreta a Electra, la autoreferencia constante, el exceso.

La escena: los planos secuencia del parque y el callejón.

Lo más falsete: el exceso de escenas sexuales, la del café con el policía, la mayor parte de las voces en off y alguna de las discusiones entre Murphy y Electra.

El mensaje manifiesto: Gaspar Noé se ama a sí mismo

El mensaje latente: Ese amor no siempre será compartido con el público

El consejo: igual es una película que no dejará indiferente a quien la vea, así que si la pillás por ahí adelante…

El personaje entrañable: Gaspar, el hijo de Murphy…porque uno dice, qué vidita le espera a ese niño

El personaje emputante: Murphy, Electra, Omi, el director de la galería, la mamá de Electra, Julio, el paco, sí…

El agradecimiento: porque a pesar de todo tiene sus buenos momentos.

CURIOSIDADES

La película planeaba filmarse antes de Irreversible y la idea era que Belucci y Cassiel sean los personajes principales, sin embargo al leer el guión ambos actores lo encontraron demasiado y se declararon en contra de exhibir su vida sexual de esa manera, así que declinaron el proyecto. Noé, entonces, decidió filmar primero Irreversible.

Las primeras escenas en filmarse fueron las sexuales. La primera escena de todo el rodaje fue el primer plano del pene Murphy y el actor que lo interpreta se sintió súper incómodo con ganas de agarrar un avión y volver a Estados Unidos, sin embargo, conforme la filmación fue avanzando las siguientes escenas se hicieron más fáciles de rodar.

Fue filmada con la Red Epic Dragon y tuvo un presupuesto aproximado de 3.000.000 $us.

Karl Glusman ya era actor, pero a Aomi Muyock y Klara Kristin el director las conoció en salidas nocturnas a antros y fiestas, y las invitó a participar de la película.

Noé dijo que el guión solo tenía siete páginas.

Se filmó desde octubre del 2014 a febrero del 2015. La postproducción se hizo en 3 meses para poder llegar al Festival de Cannes.

Se presentó fuera de la competencia oficial, porque no llegaron a tiempo para eso, pero Noé quería que la película esté dentro del festival y que se presente como sea.

El Hotel Love que se ve en Enter the Void, se muestra en diferentes escenas de Love.

EN CARTELERA: Amour

El rumor de la montaña

En la infancia, adolescencia y temprana juventud, la vida es un camino lleno de aventuras mágicas, insondables, es un levantarse todos los días con la mirada puesta en el futuro, en TU futuro y la sensación de que “todo se puede conseguir”. Es esa fase ego-maníaca en que solo importás vos y tus pequeñas miserias, anhelos y esperanzas.

Ves morir a la mamá de Bambi, leés sobre Portuga y Zezé en Mi planta de naranja lima, y sos consciente de lo que significa, se escaparán algunas lágrimas, algo dentro tuyo se removerá, pero aún no te sacude esa certeza, esa horrible certeza que llegará a golpearte la cara tarde o temprano.

Porque un día despertás del letargo onanista, un día despertás. Saber, estar seguro que el tiempo que te queda con tus padres se acorta cada día, que tus amigos un día no estarán, que tus hermanos (as) un día no llegarán a casa, que cada cumpleaños de tu mascota es un paso más hacia su ausencia, empezar a preocuparte ante la posibilidad remota pero clara de una vida sobrellevando no una ruptura de pareja sino la muerte del ser amado, es descubrir a ese monstruo que no sabías se escondía debajo de tu cama: el terror de la pérdida.

Y entonces volvés a ver Bambi y no soportás que Disney muestre algo tan duro en pantalla como el asesinato de la mamá del ciervito y su posterior orfandad, no. Te rehusás a volver a leer Mi planta de naranja-lima, porque ya no podés ni pensar en Portuga sin que se te humedezcan los ojos.

Hay otros que llegan al mundo adultos. Sin oportunidad de acariciar la inocencia, como el escritor japonés Yasunari Kawabata que en sus primeros 3 años de vida perdió a sus padres y en los siguientes años a sus abuelos. “Niño sin familia y sin hogar”, decía.

Amour, de Michael Haneke, es ese dolor convertido en 24 fotogramas por segundo.

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El director austriaco que nos tiene acostumbrados a su mirada despiadada del ser humano, nos regala su obra más conmovedora hasta la fecha. Con la frialdad y el desapego que caracteriza su narrativa, Haneke exhibe la vida de Anne y George, pareja octogenaria que se encuentra disfrutando las mieles de una vida bien vivida, sumergidos en una rutina tranquila, propia de la edad.

El gozo de una calma burguesa, con un lindo departamento, salidas al teatro, paseos, conversaciones, comidas compartidas, poco a poco dibujan  la profunda relación de la pareja. Nada muy remarcado porque Haneke jamás usa el marcador en su cine, jamás. Haneke permite que el espectador intuya lo que sucede en pantalla a través de pequeños detalles, que se forme una idea de la relación de los protagonistas, de la distancia emocional con la hija, del orgullo-gratitud entre Anne y su alumno, de lo que quieren decir los silencios, o las palabras dichas en el momento justo.

Anne (Enmanuelle Riva) sufre un ataque que le deja la mitad del cuerpo paralizado, George (Jean Louis Trintignant) asume la tarea que significa cuidarla, hacerle los ejercicios de rehabilitación y tratar de seguir adelante. De encontrar la manera de fingir que las cosas saldrán bien.

El escenario es complejo para ambos: Para Anne, que tiene que lidiar con sentirse disminuida físicamente, con el ánimo sombrío, culpable por ser una carga para sus seres queridos, impotente por no tener control sobre ello, y para George que la atiende, que la ve apagarse ante sus ojos, que no puede hacer nada para cambiar la situación.

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Amour no es una autopsia sobre la tercera edad, no intenta decir que a los 80s ya no queda nada más que esperar la muerte, no. Ni siquiera me parece una historia sobre la enfermedad, sobre la mutilación de una vida. La historia funcionaría igual si se tratará de una pareja de mediana edad, obviamente que el hecho de que dicha pareja lleve toda la vida junta hace que el título cale más hondo, pero lo que Haneke muestra es ese álbum de fotografías donde los protagonistas son jóvenes, felices, despreocupados, ese álbum que inmortaliza una vida a decir de Anne: “bonita”.

Amour es una película sobre el amor. Sobre esas cosas que todavía quedan por decir, sobre un tiempo que se agota y sobre un presente insoportable.

Con una puesta en escena precisa, minimalista, muy propia del director austriaco, el filme avanza con la pausa que requiere la historia. No hay grandes puntos de giro, el deterioro de Anne pesca al espectador sumido en la desesperación. Nuestro chip anti-sufrimiento nos susurrra “que acabe de una vez”, y simpatizamos plenamente con ese George que quiere cumplir su promesa de no internar a su amada en un hospital, pese a los reclamos de la hija (Isabelle Huppert, actriz fetiche de Haneke).

La sombra fantasmal de Schubert, ese atormentado y genial músico que moriría a los 31 años aquejado de sífilis y gonorrea, aparece en el alumno de Anne, reflejo de un éxito que la ex profesora atesora como suyo; y en la creación nostálgica de George que mientras ella yace postrada en su cama, la imagina entera, plena, interpretándolo en el piano, como solía hacerlo antes del ataque.

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Así, de a poco, te acercás emocionalmente a esos personajes que podés ser vos, tus padres, tus hermanos, o cualquier persona que amés. Así, de a poco, hasta te vas acostumbrando a la rutina ya no de tranquila paz del principio, sino a la rutina de enferma-enfermero. Sí, podés vivir con eso…podés aceptar el deterioro, el ocaso del día. La vida es así.

Hasta que de pronto, Haneke, sin previo aviso, hace lo que hace siempre, te clava un cuchillo, pero te lo clava tan hondo que vos mismo no te creés que no lo viste venir. Y ahí, en la vulnerabilidad sacrosanta de una sala de cine, por primera vez en la vida querés salir corriendo sin mirar atrás. Pero no podés salir, y te quedás sumido en la butaca, golpeado salvajemente.

Ya es tarde. En su aparente poco sentimental narración, en su a ratos lenta aproximación a  la trama, Amour derrama una sombría y perturbadora belleza. La paloma, la postal, las estrellas, las flores, quedan levitando en tu memoria incluso cuando salís y respirás el aire de la calle que tanta falta te hace. Algo dentro tuyo se rompe y te anega el corazón de llanto.

¿Así es la vida?” se preguntaba Shingo, protagonista moribundo de Kawabata en El rumor de la montaña.  Así es…amor, pérdida y vacío.

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Lo mejor: magistralmente actuada. Recuperó a un Jean Louis Trintignan alejado del cine, roto por la muerte de su hija. Recupera a una Emanuelle Riva injustamente olvidada.

Lo peor: el silencio que te abruma. Y el Oscar a Jennifer Lawrence se siente tan banal…

La escena: el golpe y la otra…la de la postal, toda la secuencia

Lo más falsete:

El mensaje manifiesto: El amor va más allá de lo convencional

El mensaje latente: ALERTA DE SPOILER: Yo también pondría una almohada en tu cara…

El consejo: Es hermosa, vale la pena verla…no es para todo tipo de público. Para verla una sola vez.

El personaje entrañable: la pareja Anne y George

El personaje emputante:

El agradecimiento: que entre tanta parafernalia chota, tan deseada por los cineastas…Haneke consiga hacer un cine inteligente, del bueno con cinco actores y una locación.

CURIOSIDADES

Michael Haneke es hijo de un director alemán y de una actriz austriaca

Los cuadros que aparecen en la película pertenecían a los padres de Haneke y el concepto del departamento de los protagonistas guarda relación con el que tenían sus progenitores.

Haneke estudió Psicología y Filosofía

La escena de la paloma se filmó 12 veces durante 2 días de rodaje.

En una entrevista le preguntaron a Haneke si había pensado sobre su propia muerte, respondió: “La mejor manera es la de la abuela de mi esposa. Con 95 años, rodeada de 20 amigos, sentada a la mesa comiendo. Y en un momento dado dijo: ‘Estoy cansada’, se apoyó y murió”.

Amour, es escrita por el mismo Michael Haneke, que está a punto de cumplir 71 años y que lleva casado 30 con una mujer a quien definió como el centro de su vida en su discurso de agradecimiento por el Oscar a Mejor Película Extranejera.

Michael Haneke escribió el guión para Trintignant como su protagónico, Emmanuelle Riva hizo un casting.

De acuerdo a Trintignant uno de los motivos por los que la escena de la paloma se repitió tantas veces es porque Haneke intentaba dirigir a la paloma

Es la primera película para la pantalla gigante de Jean Lois Trintignant en 7 años

Jean Louis Trintignant perdió a su hija Marie (41 años) en el 2003 cuando la pareja de ésta, Bertrand Cantat la golpeó salvajemente hasta dejarla en coma. La actriz murió después de agonizar varios días. Cantat, su asesino, fue condenado a 8 años de cárcel por homicidio culposo y puesto en libertad tras cumplir 3 por buen comportamiento. En el 2010 el prestigioso Festival de Aviñón, invitó a Jean Louis a leer poesía (tal como hacía con su fallecida hija), para luego tener dentro de sus invitados a Cantat, el actor se retiró de la programación diciendo: “no puedo ponerme a decir poemas en un festival donde también se ovaciona al hombre que mató a mi hija”.

Enmanuelle Riva es actriz de cine y teatro, reconocida por ser la inolvidable actriz del filme Hiroshima, mon amour.

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