LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

MÚSICA: Hablemos acerca de Jonny

Por: Eva Sofía Sánchez

Viejo, tengo el disco – me dice Roberto por teléfono – Venite, estoy con Max.

Para allá voy. Tengo 19 años. Tomo un taxi y entro a la casa. Ingreso a la habitación. Sostengo el álbum en mis manos. Observo la portada. ¿Es eso una montaña? Coloco el disco en el equipo de música. Aprieto play. Escucho. Durante una hora, sólo escucho. Teclados vibrantes, instrumentos de viento, ritmos electrónicos, guitarras acústicas, orquestas inquietantes y la zozobra vocal de Thom Yorke. Elevo el volumen. Muevo la cabeza al ritmo de la electrónica. Cierro los ojos. Por momentos, sonrío. Escalofríos. Tras el acorde final, nos miramos y opinamos: ‘Es como ‘Instituciones’, dice Roberto. ‘Hicieron lo que les dio la gana’, dice Max. ‘Son los Pink Floyd de nuestra generación’, exagero yo.

Luego, silencio en la habitación.

Jonny Greenwood tenía 29 años cuando Kid A salió a la venta.

Durante su niñez en Oxford (Inglaterra) disfrutó de los conciertos de Mozart y también de algunas canciones de Simon y Garfunkel. Las escuchaba en el automóvil de su padre, mientras lo llevaban al colegio. El primer instrumento que aprendió a tocar fue la flauta. Si no había música disponible, su oído buscaba ruidos de motores. Autos, motocicletas, camiones, aviones que cruzaban los cielos. Intentaba construir melodías con esos sonidos metálicos.

Participó en varias orquestas de adolescentes. Tocaba la viola. Inició estudios de música del más alto nivel en la universidad y estaba a punto de inscribirse a un nuevo año de colegiatura cuando, de improviso, su plan de vida cambió.

La banda de rock en la que tocaba la guitarra había conseguido un contrato multinacional.

Se llamaban (se llaman) Radiohead. Esto sucedió en 1991.

Un año más tarde ya ofrecían conciertos en el resto de Europa y Estados Unidos. Cada disco nuevo era una sensación. Jonny, el muchacho que estaba destinado a las orquestas, se había convertido en una estrella de rock… hasta que llegó Kid A, el disco que cambió todo.

Tras el éxito del anterior álbum la banda decidió cambiar. Era el año 2000. Jonny pisaba los 30. Ya no querían más rock. Ya no más canciones condescendientes. Ya no más caminos seguros. Decidieron caminar por las cornisas. Jonny, entonces, puso en práctica sus aprendizajes musicales. Escribió arreglos de cuerdas y vientos para las canciones del nuevo disco. Algunas de sus composiciones fueron tan potentes que elevaron los temas hasta alturas improbables (escuchar ‘How to dissappear completely’, por favor).

Desde ese año en adelante Radiohead fue otra banda y el pequeño Jonny… otro músico.

Experimentó con bandas sonoras. En 2003 fue nombrado compositor residente para la Orquesta de la BBC. En 2007 compuso la música para el filme ‘There Will Be Blood’, de P.T. Anderson (escribir en Youtube ‘Oil Rig Explosion Scene’ para ser testigos de la potencia de su trabajo, por favor).

Escribió más música para filmes (‘Norwegian Wood’, ‘We need to talk about Kevin’, ‘The Master’, entre otras) y en 2014 tuvo el privilegio de interpretar una selección de sus composiciones junto a la London Contemporary Orquestra.

A principios de 2018 Jonny Greenwood fue nominado a un Globo de Oro por la banda sonora del nuevo filme de P.T. Anderson, Phantom Thread.

Nada mal para el guitarrista de una banda de rock, ¿no?

Recibo un mensaje en mi casilla de correo. Me informa que Radiohead viene para Sudamérica. De inmediato pienso en Jonny, en su larga y delgada presencia sobre el escenario, sus cabellos indescriptibles, su rostro esquelético, su energía eléctrica. Le escribo un mensaje de texto a Roberto.

– Viejo, ¿Vamos a ver a Radiohead?

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