LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

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Saul Montaño

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CINE: El Graduado

Mi primer contacto visual con El graduado (1967), fue a través del documental La historia del cine: una odisea, de Mark Cousins. Vi fugazmente la escena en la que Dustin Hoffman, muy joven, inexpresivo, mira, casi en estado vegetal, un televisor. Esta imagen se me quedó tatuada en la retina; me planteé ver la película. Este compromiso que me hice se debía a que yo mismo, indolente, estaba tirado en mi cama frente a la pantalla: consumiendo sin muchas ganas un documental de 915 minutos; me encontraba en un preciso momento en el que podía proyectarme en esa escena.

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El arrebato por verla no fue suficiente como para buscarla en ese preciso instante; supongo que me dormí luego de ver un episodio del documental. La emoción por ver películas, de las que me ha llegado una referencia, me dura, a lo sumo, una hora. En ese lapso consulto sinopsis, crítica, luego busco el archivo de mejor calidad, el audio original, los subtítulos adecuados, se arranca la descarga, pero una vez conseguida no la veo porque hay otras en cola, a no ser que los ánimos sean inminentes. No fue el caso con El Graduado. Transcurrieron semanas, un par de meses. Pienso ahora que este proceso que describo está acorde con la búsqueda desapasionada por consumir cultura, tampoco propiamente reflexiva; es más bien como si la sensibilidad y los ánimos se dejaran llevar por una de esas plantas del viejo oeste, que se ve en las películas, que está a merced del viento. No buscaba respuestas en El graduado, existía una curiosidad honesta, sí, también el ánimo de acumular películas en la cabeza.

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            Lo que encontré el filme fue más o menos esto:

El protagonista es Benjamin Braddock (Hoffman) quien regresa a su casa luego de haber terminado exitosamente su carrera universitaria: se lo recibe con una fiesta en donde sus orgullosos padres lo exhiben a sus amistades, al círculo de clase alta de su ciudad. Ante esta celebración, Ben, se siente ofuscado, tímido, reacio, manifiesta su preocupación por su futuro, “quisiera que sea diferente”, dice Ben. Luego aparece en escena Mrs. Robinson (Anne Bancroft), una espléndida, elegante, fumadora, decadente, guapa mujer de cuarenta y algo años con la que Ben tendrá un affaire [el que se anime a ver la película recordará que a la hora de desnudarse, Mrs. Robinson, tiene las marcas del bikini sobre su bronceado cuerpo, bueno, yo lo recordaré un buen tiempo]. En seguida se suma Elaine, hija de Mrs. Robinson que complicará el curso de la historia.

A partir de la aparición de este tercer personaje los protagonistas entran en crisis, tornando así el filme de lo que parecía un cómico ‘drama existencial’ a una comedia romántica (incluso el ritmo de la película cambia: es más frenético, ansioso, como cuando se está enamorado pero no se es correspondido). Lo que parece ser una comedia (rara) romántica en donde se entiende triunfará el amor -todo apunta hacia eso-, se convierte al final en un drama donde el sexo, incluso el amor, solo son paliativos para aquello que corroe a los personajes: el spleen, aquella melancolía sin causa aparente y de la que los personajes sin saberlo tratan de sacudirse.

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Llama la atención que Ben Braddock y Mrs. Robinson son un espejo del otro, se encuentran en el mismo lugar donde se los muestra en la película: es decir, ambos comparten, llamémosle, el bloqueo vital. Los diferencian sus circunstancias que no han sido las mismas. Ben, hijo de una familia adinerada, buenas calificaciones, futuro promisorio, pero insatisfecho. Mrs. Robinson, se embarazó muy joven, tuvo que responder a esta responsabilidad, se casó, es infeliz con su esposo, alcohólica, también insatisfecha con lo que le ha tocado. Braddock y Robinson son el espejo del uno del otro, solo que esta última ha sido deformada por el tiempo, ahora lo suyo es un fastidio crónico. En lo que respecta a Ben, su caso muestra un destello de luz al final del túnel: el amor, él intuye esto, lucha por ello, quiere estar con Elaine.

La película destina más de un cuarto de película para esta ‘lucha’, que culmina con una escena clásica, una pareja frente al altar de la iglesia, Ben en la parte de atrás, al otro lado de unos vitrales gritando “Elaine”, ella corresponde, huye con Ben, suben a bus, se acomodan en la parte trasera, comienza a sonar Sound of silence, de Simon y Garfunkel. Hasta este momento uno cree que la pareja se dará un beso, que así cerrará la historia (rara) de amor, pero no ocurre esto: si no que ves las expresiones de ambos, la de Elaine es de extravío o de arrepentimiento, en todo caso no está contenta, a Ben se lo ve gozoso pero no mira a Elaine, está contento por lo que acaba de hacer, la aventura, no porque hubiera conseguido a su amor. Entonces es cuando uno comprende que la película no es una comedia romántica ligera, que de eso no trataba la película, si no que nunca habíamos abandonado el drama que atraviesan sus personajes enfrentados a su crisis.

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            Menciono esto como curiosidad: llama la atención el recurso de la pecera para provocar un efecto o como símbolo de encierro, sin salida, de aburrimiento. Al comienzo del filme, la cámara se detiene un par de veces en una pecera, también enfoca a Ben visto a través del agua burbujeante y habitada por pececitos. La presencia de este objeto en la ficción relacionada a una crisis de un personaje, o que se plantean el sentido de la existencia, lo vemos en Meaning of life, de los Monthy Python, con la escena famosa en la que seis peces con el rostro de los python discuten absurdamente sobre el sentido de la vida. El otro ejemplo bien puede ser la relación de Cetarti, personaje de Carlos Busqued, en su novela Bajo este sol tremendo en el que tiene como mascota a un ajolote inexpresivo, hierático en su pecera: el personaje Cetarti también tiene estas características.

            ¿Qué me deja el filme?

            Una excelente interpretación de Hoffman, es su segunda película de su carrera; casi un debut. Me quedo con la escena de Mrs. Robinson poniéndose las pantimedias frente a Ben. Me queda una preciosa escena de Hoffman vestido de buzo en el fondo de una piscina y otra en la que sobre esa misma piscina, ayudado por un flotador, se dora bajo el sol.

            ¿Nos alimentamos de eso, no?

De fragmentos de los personajes de un actor, de escenas de las películas.

Permanece conmigo Hoffman maquillándose frente al espejo en la película Tootsie. Hoffman caminando vestido con la misma ropa de Tom Cruise en Rainman. Aprecio a Hoffman rengo, timador, sucio, con el calcetín roto y fui marcado por su muerte en la excelente Midnight Cowboy. Pero también reconozco a Hoffman en sus versiones menos memorables, de maestro perfumista en El perfume. De padre excéntrico de Ben Stiller y esposo de Bárbara Streinsand, en Los Fockers. Continúo en la búsqueda para rellenar mi versión de este gran actor; hace poco descargué Perros de paja, de Sam Peckinpah.

Otros datos:

Por aquellos de su estreno se consideró a El graduado como cine de autor.

El filme está basado en una novela, menor, de Charles Webb.

Se consideró la película un golpe duro a la clase alta norteamericana.

Tuvo 7 nominaciones a los óscar. Premio mejor director en los premios Bafta. Y otros galardones más.

La banda sonora estuvo a cargo de Dave Grusin, Simon y Garfunkel.

La escena final la recrearon los Simpson cuando el abuelo Abe arrebata a la abuela Bouvier del altar cuando estaba por casarse con el Sr. Burns.

Saúl Montaño

montanosaul@gmail.com

twitter: @montanosaul

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