LOST IN CONTEMPLATION OF WORLD

CINE CHILENO x 2: Aquí no ha pasado nada y Huacho

Por: Mónica Heinrich V.

Me topé con Aquí no ha pasado nada (Much ado about nothing) en Netflix  y cuando busqué al director me di cuenta que había visto hace muchos años, en el extinto Festival de Cine Iberoamericano, otra de sus películas: Huacho. Recuerdo que en esa época me pareció de lo mejor que trajo el festival e incluso le hice una reseña que se publicó en El Deber y que yo, para variar, olvidé resubir a este blog.

Pongo las reseñas de ambas películas como un bonus para darle un vistazo a la filmografía del director chileno Alejandro Fernández Almendras.

AQUÍ NO HA PASADO NADA

No todos tienen los huevos de Alejandro Fernández Almendras. A pesar de poseer una filmografía más que digna el estado chileno le negó cualquier fondo a su proyecto y tuvo que recurrir a un crowfunding. ¿Por qué? Porque su película está basada en el caso de Martín Larraín, un muchacho que en el 2013 tuvo un accidente de auto con atropello y abandono (omisión de socorro) de una persona que murió. El caso sería uno más si no se tratara del hijo de un importante senador chileno, miembro de la más rancia socialité chilena.

No. No es fácil ir contra el poder.

Aquí no ha pasado nada surgió como consecuencia del estupor de la opinión pública con el fallo judicial que absolvió al conductor. Según algunos medios chilenos la corrupción hizo lo suyo y se falsearon autopsias, pruebas de alcoholemia, testimonios y testigos a merced de las argucias que solventan la plata y los contactos. Incluso este año (2017) el caso volvió a tener relevancia porque el forense que hizo la autopsia fue encontrado culpable de falsificación de informes.

Fernández Almendras escribió, junto a Jerónimo Rodríguez, su guión basándose en todo ese entuerto, pero dándole un giro para que resultara más accesible al lenguaje cinematográfico.

Es así que el personaje principal es Vicente (Agustin Silva) un joven de clase alta que está vacacionando en su costosa casa playera y se enfiesta con un grupo de chicos que conoce ese mismo día, entre ellos el hijo de un poderoso político, Manuel Larrea (Samuel Landa).

La fotografía del peruano Inti Briones evoca durante los primeros minutos el hedonismo de una clase privilegiada: trago, drogas, sexo, alcohol, robos que consideran menores, irresponsabilidad, el “carreteo” sin pensar en las consecuencias.

Aunque de entrada sabés que va a ocurrir el atropello mortal, hay un par de amagues, un clima de tensión que el director aprovecha para formar una nebulosa en torno al accidente. Cuando este realmente ocurre se trata de una secuencia muy bien manejada y que es clave para el relato.

Lo más chocante de la historia es que como su título sugiere: para los involucrados no ha pasado nada. Hay una ausencia total de culpa, de responsabilidad, de fatiga, tanto en los muchachos como en los padres que, en el caso de Vicente, no adoptan ninguna postura escandalizada, ni que muestre la real dimensión de haberle quitado la vida a alguien aunque sea por accidente. Más allá de quién fue el responsable del volante.

La película tiene una postura moral clara,  y una mirada sin matices al conflicto. Quizás eso sería lo que a veces hace ruido o incomoda en cuanto al trabajo de Fernández Almendras, esa falta de matices con la que se describen situaciones que aplican para cualquier sector social (por ejemplo el hedonismo juvenil), también hay secuencias que son innecesarias o que en lugar de abrir una reflexión profunda la cierra por exhibirla muy masticada, como por ejemplo los resaltados de Proust, la charlita del Dios cuico (Dios jailón), la charla de Vicente con su tío con un graffiti al fondo que alude a la dictadura o el final que se extiende en demasía en su afán de recalcar (por si no lo entendimos) lo podridas que andan las altas esferas de la sociedad.

Fernández Almendras construye, no sin sesgos, este mundo de hijitos de papá con el que es difícil empatizar. Lo hace desde un caso que afectó a la sociedad chilena pero que no suena muy lejano a otros casos similares en cualquier país del mundo. La corrupción es universal.

Un buen montaje, actuaciones generales correctas (uno que otro secundario bajo) y un tratamiento de la trama bastante efectiva hacen que el visionado de esta película sea disfrutable.

Aquí no ha pasado nada es en términos generales  plantea cosas importantes,  llama la atención acerca de una justicia acomodaticia y, sobre todo, exhibe una incómoda verdad: hay ciertos sectores de la sociedad que se manejan impunemente y que al final del día pueden llegar a sus casas y sentir que sea cual sea el delito que cometieron ahí no ha pasado nada.

Lo mejor: se deja ver muy bien Lo peor: puede estar algo ausente de matices La escena: el atropello, muy bien resuelto Lo más falsete: algunas charlas de Vicente con los involucrados, y lo del abogado «Perro». El mensaje manifiesto: la verdad no es verdad si no hay pruebas El mensaje latente: las pruebas se construyen y están a la venta El consejo: no eduquemos hijitos de papá pelotudos e irresponsables El personaje entrañable:   el don de los fuegos artificiales El personaje emputante: el poder El agradecimiento: por los huevos.

[yasr_visitor_votes size=»medium»]

HUACHO

Cuatro historias y una mirada con un dejo de melancolía a la vida del campo, conforman la base argumental de Huacho.

La película chilena de Alejandro Fernández Almendras es efectiva y certera.

Siguiendo la línea de filmes como Whisky o La hamaca paraguaya, Huacho nos envuelve en la cotidianidad de una familia. Rutina de amaneceres, desayunos, trabajos, escuela, matizado con los vicios del mundo moderno: consumismo, envidias, discriminaciones, anhelos, deudas.

Con una línea difusa entre la ficción y el tono documental, el joven director (35 años) presenta una ópera prima escrita por él mismo. La cámara seguirá a cuatro personajes: la matriarca que vende quesos en la carretera y el conflicto de tener que vender su producto más caro por el alza del precio de leche; la mujer de mediana edad que trabaja como cocinera y que no ha pagado la luz de la casa; el niño que desea jugar con un juego electrónico de su compañero de clase, pero nunca consigue hacerlo; el patriarca que por la edad no trabaja como antes y vive recordando anécdotas del pasado.

Con un ritmo pausado, Huacho es un buen filme que aunque no alcanza la sensación de “wow” deja un muy buen sabor de boca. Detrás de su historia aparentemente simple, existe todo un reflejo de lo que ha dejado la política chilena al sector rural.

Protagonizado por actores naturales el director hace que parezca fácil poner una cámara y retratar un día de la vida de alguien.

Coproducida con Francia, con una fotografía correcta y una narración sin ornamentos, nos abre la ventana de la casa de una familia que bien podría ser boliviana, uruguaya o de cualquier país latinoamericano.

Trabajadores generalmente ignorados, realidades lejanas para los que viven con la preocupación de cambiar el modelo del auto, o reservar las vacaciones a Cancún, Huacho es un mundo en el que nosotros también nos movemos y donde las clases sociales están muy marcadas.

No hay espacio para lloriqueos ni para discursos ñoños de esperanzas rotas, lo que queda es sobrevivir. La luz que regresa al final del filme, el sonido de la televisión con el programa estelar de TVN, nos susurra que el campo ya no es el campo, los pequeños paraísos son cada vez más una quimera.

Lo mejor: lo sencillo Lo peor: puede resultar intrascendente para cierto público La escena: cuando devuelve el vestido Lo más falsete: …. El mensaje manifiesto: sobrevivir es un arte El mensaje latente: unos sobreviven mejor que otros El consejo: valorá tus privilegios El personaje entrañable: la familia entera El personaje emputante: la luz que se va cuando no se la paga El agradecimiento: por la sencillez.

Spread the love

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.

*

Últimos de cine chile

Go to Top